Calles del barrio: una de cal y una de arena
Como lo asegura el título, caminar por San Telmo representa una experiencia ambivalente, entre calles rotas y una arquitectura digna de observar. Conocimos el barrio caminando, llevando en el cochecito a nuestro bebe y descubrimos aquello que quizás antes pasábamos por alto. ¿Qué exactamente? Las veredas y espacios públicos amigables o poco amigables para desplazarse con un cochecito, las fachadas de algunos edificios que nos hacen levantar la vista olvidando dónde ponemos el pié, porque de algún modo parecen decirnos “mirame, acá estoy”.
Entrar al mercado de San Telmo para realizar compras es muy fácil con un cochecito, sus amplios pasillos no solamente hacen que la tarea sea un paseo agradable sino que al mismo tiempo -como está techado- ni la lluvia ni el sol intenso podría frustrar esa salida. Solo en una parte, en el interior del Mercado, no hay rampa pero no es difícil ingeniárselas para encontrar otro modo de continuar con el recorrido
Sin embargo, caminar por algunas veredas convierte al paseo en una aventura que cuenta con una de cal y otra de arena. Más precisamente cuando recorremos las calles Balcarce y luego Bolívar, nos remite a los recuerdos de caminos desafiantes como podrían ser los de Machu Picchu. Avanzamos entre piedras, pozos y montañas (en este caso desagradables porque son de basura). En la calle Balcarce un cubo de basura corta la vereda, obligando a los transeúntes a bajar al pavimento. Pero debemos decir también que algo bueno ocurrió: una señora se acercó para ayudar a levantar el cochecito y una vez que estábamos de nuevo en la acera dispuestos a continuar, la mujer siguió su caminata. Y es porque los vecinos y vecinas hacen de los paseos un espacio de intercambio inesperado y agradable, aquello -quizás- que muchos añoramos de nuestros barrios de origen y encontramos en San Telmo.
Seguimos con el recorrido. Decidimos dirigirnos hacia la calle Carlos Calvo para acceder a la Av. Paseo Colón, cuando… ¡Sorpresa! …Hasta allí la calle parece haber sufrido un terremoto o un bombardeo y así está desde hace largo tiempo. Inaceptable, imposible, para las cuatro ruedas del carrito… cambiamos de rumbo, pero antes alzamos la vista y observamos la Iglesia Dinamarquesa, donde desde una de sus ventanas vislumbramos parte de su biblioteca.
También pasamos por la vereda de enfrente de la Escuela Normal Bernardino Rivadavia, sobre Bolívar al 1200, uno de los edificios que despierta la curiosidad de los caminantes. Su presencia le gana al gris de la autopista y al tránsito incesante que pasa por su puerta. Siguiendo por esta calle llegamos a la Av. Caseros…¡Ahhhh! Tránsito tranquilo, los pocos vecinos que caminan por allí parecen artistas taciturnos. Las fachadas de los edificios van en armonía con la las veredas amplias y limpias, estamos en el Boulevard de Caseros. Las dos primeras cuadras nos remiten a alguna película con escenario londinense; las terrazas de los bares siempre ocupadas y el verde de los árboles irrumpe a lo largo de ese recorrido.
En esta suerte de monte andino, por el desafío que representa avanzar caminando o de pequeña Londres por las fachadas de la Av. Caseros, recorrer San Telmo es un deporte sin reglas. Un deporte que no requiere entrenamiento previo sino salir con la idea de que entre una de cal y una de arena se puede disfrutar de los espacios públicos y tomar nota de aquello que queda pendiente mejorar.
Carolina Escudero y Thomas Prola