Homenaje a Salvador García
Lo podías ver en ojotas tomando mate siempre con pava, todo un emblema de resistencia en la
“tapuer” a cualquier hora, a veces en patas. Te iba a llamar la atención, te habrías dado cuenta que se trataba de un personaje, es decir de ese tipo de personas que trascienden las normas comunes.
Podrías haber creído que por estar sentado en el umbral era un tipo de la calle como alguna vez le pasó, que le tiraron una moneda y él con voz de mártir, dijo. ¡¡Ay, gracias mamita!!
Se reía de todo y le encantaba. Lo podías ver en cueros bajo la lluvia de San Telmo, adorando Buenos Aires, lloviéndole en el cuerpo. “Mi amigo el cartonero es el que me presta las pilchas”, les decía a las gringas en la milonga. Lo podías haber visto bailando tango en el Mercado o andando en bicicleta con una pelota para jugarse un fulbito en la reserva.
Bailarín, maestro, milonguero, sus pies se deslizaban en el piso y lo acariciaban como en un acto de amor. El mismo amor y el mismo roce con que su pie tocaba la pelota de fútbol.
Bailar con él era irse de viaje como si fuese un medio de transporte, podías estar segura de que nadie te iba a chocar, solo tenías que apilarte, entregarte a su pecho y así te ibas hacia la música rotando, girando, disociando, con todo el pulso, caminando sobre los compases, para este lado, para el otro, con furor, locura, o intangible vuelo en otros.
Decía que cuando se escucha la música y no se puede expresar con palabras el sentimiento, hay un encuentro de placer y deseo y al no poder expresarlo se siente opresión y goce.
Libre, sensible, transgresor, dador, bohemio, casi hippy a su manera, generoso, carismático, medio chamán, tierno, seductor, caballero y macho de los de antes, el canyengue lo eligió para ser el mejor bailarín de los últimos tiempos.
Cuando salía con sombrero, Buenos Aires volvía a creer que era Buenos Aires, se recuperaba en su recuerdo, no se olvidaba de sí misma y consultaba en su ajada libretita fileteada corroborando que el mono García figuraba en su especial lista honorable de invitados.
Los bares también se volvían más bares y la vida más vida.
“A veces por no saber voy rozando la felicidad”
“¿Cómo estás Salva? -Para el carajo pero acostumbrado”
“A veces me equivoco y me sale bien”
“La vida no alcanza para hacer todo lo que uno quiere, yo por eso no quiero”
Cuando se iba a dormir decía “Me voy a mirar p´adentro”.
Salvador García por siempre bailará cuando suene Canaro, Di Sarli o D’Arienzo, se meterá en nuestros pies y creeremos bailar bien.
Mirta Regina Satz
Este es el comentario que una vecina de San Telmo nos dejó cuando leyó esta nota:
Hola Sres. de El Sol de San Telmo,
… el tema es para felicitarlos por este hermoso diarito que siempre leo atentamente hasta el ultimo aviso y enterarme, del barrio.
En esta ocasion, PARA FELICITAR a Mirta Regina Satz, por el articulo sobre Salvador García.
Desde q empece con tango hace 21 anos lo conozco, lo admire, baile, me hablaba de la libertad de bailar. Tantas cosa, pero lo veía a diario, y ahora se extraña el saludo, todos los días en la puerta, simple, con sombrero. Pero cuando salia a alguna milonga en invierno con sobretodo, reempilchado, guau, como lo admiraba la gente.
Por eso y mucho mas Gracias, por recordarlo en estas paginas, se lo merecía, muy querido por todos.
Y Gracias por el logo del Maestro Arce, otro Grande, es que San Telmo es asi, cada personaje, cada historia interesante, que hace que uno se sienta un privilegiado de vivir en este barrio.
Hasta pronto y Gracias
Amalia.