Editorial: ¿Qué tipo de barrio queremos construir?
Este número de El Sol de San Telmo partió de la idea de la inclusión social, como respuesta a la situación político-económica actual de la Nación y la Ciudad. Según los medios masivos, los niveles de pobreza en la Argentina hoy superan los de la época menemista, con algunas cifras cercanas al 40 por ciento de la población. A principios de octubre, en el Parque Lezama se llevó a cabo una “Jornada por la Emergencia Social” convocada por 17 grupos (incluyendo la Asamblea Popular Plaza Dorrego, ver pág. 4) como un espacio de reflexión y discusión sobre temas que incluyeron desde el desempleo hasta los desalojos y el abuso de la droga.
En San Telmo, la brecha socioeconómica está muy visible en parte por ser un barrio que contiene tanto personas de la clase alta como de la clase baja en una convivencia íntima y cotidiana. Es casi imposible no ver las muestras de riqueza inalcanzable en algunas vidrieras del barrio como las de pobreza en las casas tomadas que quedan y en las personas durmiendo, cartoneando, o pidiendo monedas en las calles.
El discurso mediático de hoy gira en torno a la cuestión de la “inseguridad” como gran amenaza del bienestar social y como argumento para la segregación y desconfianza entre las clases. Pero la seguridad se puede medir, y sentir, de muchas maneras. Una es la seguridad material y física que se puede comprar con rejas y policía. Otro es la confianza generada por el trato humano, la sensación de solidaridad que existe en lugares con un fuerte tejido comunitario.
Una colaboradora para este número, Sara Esther González (ver pág. 14), me contó cómo era San Telmo cuando ella era una niña: “era un barrio mucho más unido y aunque parecía peligroso para la gente de afuera, todos los que vivimos aquí nos sentimos seguros. Los chicos jugamos siempre en la calle, mi mamá sacó a caminar el perro a la una de la mañana sin miedo, se utilizaba más el espacio público”.
Menciona asados vecinales organizados en los baldíos y fiestas de Navidad celebradas en las veredas y a las que todos estaban invitados. En el bar de la esquina se juntaban tanto los habitantes del conventillo como los señores de clase media y, porque se conocían, no había ni la desconfianza ni el miedo que hoy dividen las clases.
Obviamente, para solucionar los problemas sociales de este momento se requiere una política integral y sistémica a nivel municipal y nacional, pero a nivel local creemos que la exclusión y la alienación se contrarrestan también con pequeñas acciones cotidianas como un trato respetuoso y una actitud de generosidad y solidaridad.
“La única época en mis 49 años de vida en la que se expulsó gente es ésta -diceSara-. En este momento San Telmo está traicionando su esencia, si esto sigue así en unos años más no va ser más barrio”. La expulsión empieza con la exclusión, el prejuicio y la defensa de lo individual por encima de lo colectivo.
Volver al pasado es imposible, pero creer en un futuro que rescate estos valores solidarios es posible. La decisión es nuestra y se toma cada vez que elegimos negar, juzgar o excluir a alguien con quien compartimos este barrio.
En este número intentamos reconocer tanto a algunas de las organizaciones que están trabajando para generar una comunidad más inclusiva, como a los espacios y personas que están perdiendo su lugar en el barrio. Y aunque nuestro trabajo no es perfecto, es grato recibir la colaboración y participación de tantas personas que quieren aportar a definir una visión comunitaria. Para nosotros, una política de inclusión editorial —sin prejuicios ni ideologías— es nuestro granito de arena para crear una sociedad más integradora.
EXCELENTE CAT….. GRACIAS….
que bien, viva san telmo