Propongo una ceremonia
El año nuevo es para celebrar. Festejamos que sobrevivimos a diciembre, a todas las fiestas de fin de año del trabajo, de los amigos, del club, del taller y todas las de nuestra familia, las de egresados, las muestras de danza, el acto, los cumpleaños.
También celebramos la supervivencia a la Navidad en familia, de esa que ves una vez al año, al familiar político que te tenés que “fumar” y en este año particular, salir con vida de una discusión partidaria que comienza algún tío borracho gritando “Viva Perón” y culmina con guerra de vitel tone y frutas abrillantadas que nadie come y se dejan al lado del plato junto al turrón medio derretido por fuera y cascote por dentro, que terminamos tirándolo promediando abril.
Ahora sí, llegaron las vacaciones. Incluso si te quedas trabajando, porque todo entra en un letargo. Las ciudades se vacían y las oficinas también. Así comienza el enero de ver series en las computadoras laborales, haciendo tiempo hasta la hora de salida. Y llega el momento de la lista en la agenda nueva donde, año tras año, se repiten al menos tres ítem que sabemos -de antemano- que no vamos a cumplir.
Para este año cuyo slogan es “cambiar” propongo una ceremonia. Se trata de cortar y pegar en una cartulina, como antes hacías con el Billiken recortando a Sarmiento y el Cabildo. Es un collage de deseos. Se toman revistas con imágenes que queremos: La de la playa paradisíaca del protector de pantalla, familias corriendo por los prados, bailarines y artistas de todo tipo que deseamos ser desde el año 1980.
Aparece la vocecita interna (la rata) con sus ineflables frases del tipo: “Esto es imposible, ir a París no me da la guita, jamás voy a poder” o “No tengo tiempo para bailar árabe, qué estupidez es esa” o “Nadie editaría una novela mía ¿En qué momento me siento a terminarla?”. No se detenga, siga recortando que es solo un juego.
También se puede hacer en las vacaciones y en grupo, siempre y cuando no se deje amedrentar por las acotaciones impertinentes y “pisabrotes” del otro. Mire a su alrededor, está en Santa Teresita en el mismo lugar de siempre. Se auto-justifica diciendo: “Es cómodo, es barato, es el departamento de la familia, siempre vengo acá, para qué quiero ir a otro lado si acá conozco, mis suegros quieren que vengamos”, etc..
Piense: ¿Dónde realmente le gustaría estar y con quién? ¿Haciendo qué? Recorte las figuritas y péguelas en una cartulina. Téngalo a la vista todo el año. Cuando empiece el próximo rómpalo y comience uno nuevo.
Deje a un lado lo imposible y no se justifique. Esos son los dos grandes cambios que pueden encabezar la lista de este año en su agenda y verá que será muy ¡feliz!
Carolina López Scondras