Cara de mono con pandereta
El gesto es el de una mirada que, si bien apunta al interlocutor, por dentro está vacía, perdida y uno es capaz de ver dentro de sus pupilas lo que está pasando en su cerebro en ese momento: un muñeco a cuerda, un mono tocando dos platillos. La expresión sería lo mismo que “clavar el visto” en las redes sociales, una especie de “te escucho, pero me importa un bledo en realidad”.
Lamentable es ver cómo en los bares las personas le tienen terror a estar solas y presentes. Si alguien está solo y con su alma en un bar o colectivo, lejos de dedicarse a la contemplación de lo que pasa alrededor, su atención está en el teléfono (siempre) o, cada vez con menos frecuencia, con el rostro hacia la ventana pero con la mirada perdida que denota -a las claras- el mono con pandereta que tiene adentro.
A veces el muñeco no solo toca la pandereta, sino que es el simio-orquesta o tiene a toda la sinfónica de Viena en la cabeza. Eso es cuando notamos que nuestro interlocutor no nos está prestando atención porque está pensando en mil cosas a la vez, que lo atormentan.
Sin embargo, en esta época de agitación a nivel político en el barrio, en que cualquier frase puede disparar catástrofes y peleas sin sentido, (fenómeno que se extiende a la ciudad y al país en general), la cara de mono con pandereta es una herramienta vital de supervivencia.
Hay personas con las que no se debe discutir. Por ejemplo, con la depiladora, que tiene el poder de poner cera caliente en tu entrepierna o el odontólogo, que te tiene sumisamente bajo el torno. En esos casos, ante una opinión contraria a la propia, aconsejo poner cara de póquer, de A4 (hoja en blanco) o de mono musical; mientras que para tus adentros cantá el Aserejé o “dale a tu cuerpo alegría Macarena”.
Carolina López Scondras