“Ser solidario en lo social y cooperativo en lo ecológico”

Andrea Vega, directora de la Fundación Chacras de Buenos Aires

Desde 2005 la Fundación Chacras de Buenos Aires (ubicada en Perú 1532, CABA) viene promoviendo el desarrollo de comunidades vulnerables y su crecimiento constructivo. Al frente de esta institución se encuentra la Lic. Andrea Vega, santelmeña egresada de la Universidad Abierta Interamericana (UAI) en Turismo Rural, Master en Economía y Desarrollo. Su tesis se basó en el desarrollo de comunidades vulnerables, tomando como herramienta el turismo con base comunitaria. El Sol entrevistó a Andrea una tarde de primavera en El Federal:

El Sol: ¿Cómo nació la Fundación?

Andrea Vega: Siempre me interesó el tema comunitario, pero fue a partir de mi tesis que pude dedicarme de lleno a él. Afortunadamente, luego recibimos un subsidio del Instituto Interamericano de Cooperación Agrícola (IICA), que nos permitió llevar nuestro proyecto a diversas comunidades del interior del país.

 E.S: ¿Qué actividades desarrollan en este momento?

A.V.: Estamos con varios proyectos al mismo tiempo. Uno de ellos es “Construyendo ciudadanía ambiental”, que es un trabajo en red, ponderando lo que cada comunidad cuenta para su desarrollo. Otro, se llama “Sembrando vida”, en el Hospital Borda, donde se realizó la reconstrucción funcional del vivero y una huerta orgánica. También ofrecemos talleres de prácticas ambientales (“Eco chacras”), como la separación de residuos domiciliarios y la elaboración de eco-ladrillos. Y otros talleres de técnicas japonesas de cultivos sustentables, como los eco-pots (macetas hechas con elementos que no impacten en el medio ambiente), nendo dango (bolitas amasadas con arcilla y semillas), kokedama (esferas de musgo) y otras técnicas más conocidas como origami e ikebana. El momento del “bombardeo” de bolillas es muy emotivo porque se hace de espaldas -como una novia lanza su ramo- y se pide un deseo. Se supone que cuando sale el brote, se cumple el deseo.

E.S.: ¿Cómo fue la experiencia en el interior del país?

A.V.: Muy productiva. En cada lugar hay distintos tipos de comunidades: la educativa, la hospitalaria, las rurales y las urbanas desplazadas. A medida que van aprendiendo las herramientas, impulsan su desarrollo sustentable. Primero se estudian las características de la comunidad y luego se trata de fortalecer el entramado social, cada uno desde el rol de vecino. Por ejemplo, alguien hace comidas típicas y brinda alojamiento en casas de familia. Entonces se arma un restaurante, se venden artesanías y así se va armando un circuito turístico, con la llegada de otras comunidades. Un ejemplo de esto es Villa del Rosario (un pequeño pueblito de Entre Ríos) que nadie conocía hasta que, a través de la explotación de las mandarinas, se generó la puesta en valor del lugar y su surgimiento endógeno, es decir autogestionado.

Es muy importante el rol de la mujer. En general, es el hombre el que trabaja fuera de la casa y la mujer está a cargo de los niños. Pero a veces, frente al llamado “síndrome del nido vacío”, son ellas las que hacen de anfitrionas y reciben al turismo. Esto es enriquecedor, ya que se establece la metodología del intercambio de saberes. Así, impulsamos la construcción de casas con elementos propios del lugar y adobe. Hemos realizado estas construcciones naturales en localidades de Buenos Aires como Villa Elisa, Tigre, Monte Grande y Ezeiza. Los talleres donde se enseñan las técnicas mencionadas son libres, abiertos y gratuitos.

E.S: ¿Cómo se arman los “eco-ladrillos”?

A.V.: Se trata de reemplazar los ladrillos de barro cocido con botellas de plástico (limpias y secas) rellenas con tergopol, nylon y otros elementos no reciclables. Es un eslabón de una cadena de amor. Estos eco-ladrillos son ignífugos, aislantes térmicos y acústicos. Otro beneficio de la mezcla de esta técnica y el adobe es que, en verano, las casas mantienen una temperatura 4 grados más frescas y, en invierno, 4 grados más cálidas.

E.S.: ¿Por qué la Fundación Chacras está en San Telmo?

A.V.: Nací acá. La casa era de mi abuela y fue donada por la familia para que sea el espacio de la Fundación. En este momento estamos en obra, restaurando el techo para rehacerlo con panes de pasto. Quizás muchos no saben que el gobierno ofrece una quita del impuesto de Alumbrado, Barrido y Limpieza (ABL) para los que decidan hacer un “techo verde” en sus terrazas. Otra acción de la Fundación es dar alojamiento a personas como Brian el papá de Ámbar, una bebé que nació con una complejidad cardiológica. Solo la pueden atender en el Hospital Garrahan y la familia no tiene medios para solventar su estadía en la Capital. Nosotros abrimos una cuenta, para recibir donaciones para ella. Otra medida es transformar a jóvenes con compromiso neurológico en docentes de buenas prácticas ambientales, con salida laboral.

La interesante conversación gira ahora en torno al “Programa Amartya Sen”, que debe su nombre al filósofo y economista nacido en Bangladés (Asia del Sur) -Premio Nobel en Economía, 1998-, cuya teoría está basada en que el desarrollo humano se ve más favorecido a partir de la felicidad que uno logre. La Universidad de Ciencias Económicas toma este paradigma para enseñar a los jóvenes el fortalecimiento de los valores, como motor para cambiar la sociedad.

Por otro lado, la institución tiene convenios con universidades del exterior, cuyos alumnos vienen como voluntarios, combinando las prácticas profesionales con la misión humanitaria. A su vez, empresas como Edesur, Cablevisión, Petrobras, Metrogas y Newsan (ex Siam), ofrecen a sus empleados la posibilidad de ser voluntarios de la Fundación durante una semana.

E.S.: Si tuvieras que resumir en una acción sencilla que pueda mejorar el medio ambiente ¿Qué harías?

A.V.: Separar los residuos y poner el plástico adentro de botellas, así nos aseguramos que nunca va a terminar mezclado con la basura orgánica (que sirve para hacer composteras). Con los eco-ladrillos se compacta un kilo de plástico. Con 20.000 de ellos se puede construir una escuela, lo cual genera una causa ecológica y social, al mismo tiempo. Así le ahorramos al universo que dos toneladas de plástico lleguen al océano, lo que le llevaría 300 años en descomponer. Se trata de ser solidarios en lo social y cooperativo en lo ecológico.

Texto y Foto: Diana Rodríguez

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