Del barrio Alsina a San Telmo
Carlos Da Silva
Desde que está en Buenos Aires, siempre fue el único negro del grupo. Nacido en el barrio Alsina (Montevideo, Uruguay) llegó a nuestra ciudad, de la mano de su madre, cuando tenía 4 años. De chico, en la escuela, sufrió acoso (bullying) por ser de raza negra. Sin embargo, Carlos Da Silva (46), nunca se puso en el lugar de víctima. Al contrario, canalizó su rebeldía refugiándose en la poesía y las actividades artísticas.
Su principal vocación es el teatro, donde puede cumplir diversos roles: desde la actuación, a la realización de la escenografía. Comenzó haciendo teatro callejero en Parque Centenario, luego obras “a la gorra” con Iván Moschner y su primer trabajo profesional fue junto a Jean Francois Casanovas en su grupo “Caviar”, después de haber sido elegido en un casting entre 80 postulantes.
El Sol: Casanovas fue uno de los pioneros del transformismo en escena.
C.D.S.: Sí, pero no se quedaba en eso. Combinaba el cabaret con personajes mitológicos como faunos, hombres con cuernos y minotauros. Recuerdo que actuamos con “Caviar” en la confitería La Ideal, haciendo café concert y ganamos el premio ACE como mejor espectáculo concert, superando a figuras como Alejandro Urdapilleta. Más adelante, luego de haber sido prohibidos, fuimos a Punta del Este con ese espectáculo y nos fue bárbaro. Cuando volvimos, hicimos “Fénix”, con la gran Renata Schussheim.
Pero mi verdadero maestro, en el sentido más amplio de la palabra, fue Miguel Guerberof el fundador de “Shakespeare Buenos Aires”. Fui a verlo al estreno de “Cuento de invierno” y quedé fascinado. Ahí decidí que quería estudiar con él y luego se convirtió en mi “padre teatral”.
¿Ahí te volviste un actor shakesperiano?
Como integrante de la compañía “Shakespeare Buenos Aires”, actué en “Macbeth”, entre otras obras del autor inglés y en otros clásicos, como “Alcestis”, la tragedia griega de Eurípides. También hicimos “Mucho ruido y pocas nueces” con dirección de Oscar Barney Finn, en el San Martín, donde trabajé durante tres años haciendo clásicos shakesperianos.
¿Ya vivías del teatro?
Sí, con Guerberof me sentí parte de un grupo de pertenencia. En la década del 2000, me llamaron para hacer “Hairspray”, un musical con producción de Pablo Kompel en el Astral. Más adelante me convocó José María Paolantonio para su puesta de “Titulares” (La Voz del Pueblo) -la historia de Natalio Botana, el fundador del diario Crítica, escrita por Bernardo Carey-, donde trabajé junto a Alejandro Awada y Cutuli, en el teatro San Martín.
¿Cuál es el mejor recuerdo de tu carrera profesional?
Tengo muchos, pero el primero que viene a mi mente fue cuando Leonor Benedetto me dirigió en “Otros de nosotros”, una obra de Carlos Ares que hicimos en el Centro Cultural Recoleta. Además de ser una gran actriz y directora, Leonor, es una persona muy agradecida. Con esa pieza, que hablaba de los inmigrantes y los refugiados, fuimos al Festival Iberoamericano de Cádiz (España). Recuerdo que tuvimos un problema con la escenografía que resolví con mi experiencia y un poco de ingenio. Gracias a esa gira ganamos mucho dinero, lo que me permitió recorrer Europa por dos meses.
¿Cómo llegaste a tener un puesto en la Feria de Plaza Dorrego, los sábados?
Por necesidad. A los 42 años me anoté en la facultad para estudiar Decoración de Interiores. Cuando me quedé sin laburo como actor, empecé a ver cómo podría subsistir y recurrí a la técnica del grabado y arte impreso que aprendí en la facultad. Así comencé mi micro-emprendimiento estampando remeras -mediante la serigrafía- para escuelas y empresas. Gracias a Pablo Casullo (representante de los artesanos) tengo mi puesto, los sábados, en la Plaza Dorrego. Él me alentó a generar un producto para crecer. Entonces armé un taller en mi casa, hice un curso de perfeccionamiento en grabado y empecé a trabajar sobre los mitos argentinos como Charly García, Evita y la “Coca” Sarli.
Si bien la feria está orientada hacia el turismo, no quise hacer algo “for export” sino algo que a mí me gustara y que tenga mi estética original. Paralelamente, comencé a dar clases de teatro y aprendí a lidiar con el ego. Ahora estoy buscando otro lugar en San Telmo para volver a dar clases y formar un grupo de teatro. Aprovechando la cantidad de lectores que tiene este periódico les pido que si alguien conoce un lugar “piola” para dar clases o le interesa participar de los cursos, puede escribirme al mail: [email protected]
¿Qué proyectos tenés para este 2017?
CDS: Estoy armando un unipersonal sobre una obra de Agustín Rodríguez, un autor que trabaja sobre una temática social, quien tiene una visión particular de la crisis argentina a través de las clases sociales. Siento que mi motor es movilizar cabezas y desestructurar la visión de los clásicos para adaptarlos a la actualidad.
Carlos ríe con sus dientes súper blancos que contrastan con el color de su piel. Luego de haber tenido la experiencia de conducir el Festival de Candombe en la Manzana de las Luces, habla de lo que significa ser negro en la Argentina de hoy: “Creo que tengo algo para aportar al significado de la ´negritud´ en nuestra sociedad, desde la resistencia artística, para hacer un mundo mejor” y explica que aspira a ser “un espejo de lo que sucede en la Argentina y en el mundo, que es la misión de cualquier artista”.
Diana Rodríguez