“A mi me interesa la cultura”

Luz On

A través de “La Catalana” -Erika Garriga Luzon-, llego a Saint Elmo -Perú 1118, CABA-, un espacio de arte y cultura, tan cerca de “mis narices” que nunca lo había visto hasta ahora.

Vislumbro que el año viene con sorpresas y como me encantan, aún con el riesgo que ellas implican, me dejo sorprender.

Entro en la casona antigua, con la curiosidad de saber qué han hecho de ella, después de haberla visto -desde la vereda, por muchos años- “destruida”. Me hace pasar, muy cordialmente, Alejandro Barlés (uno sus dueños, oriundo de Floresta pero -aunque vive en Monte Castro- afirma: “Estoy todo el día acá”) quien al ver mi expresión de asombro cuando voy mirando, me cuenta que “es un proyecto familiar. Se la compramos a un joyero que, como no pudo hacer de ella un chalet, como tenía previsto, la puso en venta”. Imagino la sonrisa triunfante de nuestro Arq. José María Peña, desde donde esté y me sonrío también.

Alejandro comenta: “La compramos con mi hermana, con la idea de restaurarla toda, incluso la fachada y reciclarla. Adentro estaban las dos casas tan destruidas, que el arquitecto desconfiaba de poder trabajar en el piso superior por temor a que se produzca un derrumbe”.

Aunque parece que no quisiera ¨meterse¨ en la conversación lo hace, porque se nota en él el orgullo de ver el resultado de un proyecto familiar y cuenta: “Manejé shows, obras de teatro o recitales con artistas nacionales y extranjeros. Me conecté largo tiempo con actores y me hice amigo de muchos de ellos. Era algo así como un productor. Pero llegó un momento que los lugares grandes y con mucha gente, saturan. Entonces pensamos, con mi hermana, en armar algo chico para que la familia lo pueda manejar, pero siempre con la idea de hacer exposiciones, stand up, música, obras de teatro, varieté”.

Imagino que tendrá una proyección de lo que quiere para el lugar y Barlés dice: “La idea es que siga como está funcionando ahora. Es un ambiente tranquilo, actividades artísticas lindas, cero problemas, incluso con la gente del barrio, porque la idea es no molestar a nadie por eso el ciclo de música es hasta las 24 horas. Nunca se quejó ningún vecino y está bueno que así sea”. Y agrega: “A veces pasan por la puerta, miran, quieren ver qué hay y los invito a que conozcan el lugar”.

En el ínterin llega “Cata” (como llaman a “La catalana”, abreviando su nombre artístico), aún con su pelo húmedo que denota una ducha reciente a la que le hago referencia y con su simpatía y notoria calidez, cuenta que vive a media cuadra y está encantada de haber ¨descubierto¨ también esta joyita cercana a su casa.

“¿Cómo? Porque pasé una noche con mi perro, lo vi abierto con la pizarrita afuera y me asomé a curiosear. Luego lo miré por Facebook, me enteré lo que hacían y un día vine a un show, luego a otros porque está a media cuadra de mi casa y hay actividades diferentes. Hasta que un día pregunté si yo podía hacer algo en el lugar y así comencé un ciclo de música, en vivo, los viernes”.

Dicen los que saben que para que las cosas se den, uno tiene que estar ¨enfocado¨ en lo que quiere. Y eso le pasó a esta española -cuyo nombre artístico, cuenta, surgió “porque todo el mundo me llamaba ¨la catalana¨ y, me identifica con mi origen”- que vino hace siete años y se quedó, “por el buen recibimiento que tuve acá. Luego tomé una dinámica de vida personal y laboral que fue fluyendo. Siempre me dediqué a trabajar en la administración, que te da otro tipo de estabilidad y cuando dejé de hacerlo, aproveché para estudiar otras cosas que también me gustan. Me recibí de acompañante terapéutico, que es una de las actividades que hago, combinada con la producción de ciclos de música. Lo que parecía algo malo, terminó siendo algo bueno”; deduce.

Parece que la realidad le da la razón, ya que a través de su productora Luz On (parafraseando su apellido materno) se está enfocando en realizar eventos en general, “porque traté de desviarme hacia lo que realmente me gusta que es hacer arte en todos sus aspectos, ya sea saliendo a cantar yo u otra gente y lo que sea que esté vinculado con la cultura”, cuenta.

Actualmente realiza Ciclos de Música en Vivo en Saint Elmo, que “están orientados más en lo musical porque el escenario es hermoso, no tienen que traer equipo de música, hay técnico de sonido, el lugar es muy cuidado y agradable y -si falta algo- yo me encargo. La idea es que el artista no tenga que ocuparse de otra cosa que no sea su trabajo. Estoy en todos los detalles: la organización, difusión y lo que necesite el músico para que se sienta cómodo. Es un lugar muy agradable donde se los trata muy bien y los formatos no se ¨pisan¨, ya que formamos un equipo para que -de una u otra manera- todos ganemos”, asegura.

En cuanto a la elección de los artistas, “Cata” sostiene que la idea es darle “una chance a desconocidos, porque hay muy buenos en diferentes áreas. Vale la pena verlos y me encanta conocer gente nueva. En general no está valorado el trabajo del artista y muchos quieren que paguen para mostrarse, cuando en realidad él está trabajando. En tal caso si le sirve tocar gratis, debe ser su decisión. Por eso, como productora independiente, trato de dejarle el mayor porcentaje y me encantaría no cobrarle y poder pagarle yo, por lo menos un mínimo para su presentación. Pero igual está bueno que entre todos ganemos un poco, porque todos ponemos nuestro esfuerzo. Cuando lo planteo no les molesta; cada uno en lo suyo y estamos felices de hacer lo que hacemos. Por eso insisto en el trabajo en equipo: Yo necesito que venga gente para que el trabajo me rinda, el músico precisa un espacio para mostrarse y que no le saquen la plata y yo trato de mediar entre el espacio y él”.

Con relación a cómo enfoca su tarea, asegura: “Veo/escucho el material que me mandan, lo selecciono, luego coordino las fechas con el espacio y los artistas y armo la agenda para que al público que venga, lo puedan compartir los que se presenten ese día. Por ejemplo: combino solistas, una banda instrumental y cantantes y así habrá variedad dentro del mismo género. Por el tipo de local y habilitación, tiene que ser formato acústico, pero se puede traer cajón peruano, batería reducida con escobilla, sin distorsión”.

“Cata” Garriga sabe del tema, ya que cantaba en bandas de rock porque siempre se consideró vocalista. Ahora, cuenta, “toco en acústico, sola. Me acompaño con guitarra y hago la letra y música de mis temas. Los combino con covers conocidos, para que la gente comparta y se divierta. También hago colaboraciones y me voy mezclando en otros proyectos, pero el mío es lineal. Gano mucho menos que en una oficina, pero no hay nada que disfrute más”.

En cuanto a los detalles del Ciclo que presenta Luz On, Garriga dice: “En principio se hace semanalmente. Lo inauguramos en enero de 2017 y en febrero realizaremos tres fechas, siempre los viernes. Comienza a las 20:30 horas y dura hasta la medianoche. La entrada anticipada cuesta $80, con acceso a todos los shows de esa noche y $100, si la sacan en el momento. Aparte la consumición, que es muy accesible, rica y variada. En cuanto a la capacidad, es de ochenta personas y para las presentaciones de este mes, a través del Ciclo Luz On, se están sorteando entradas”.

Pero su trabajo no es solo relacionado a la música, ya que allí mismo y acompañando la presentación en el escenario, habrá exposiciones de fotografías y pinturas que también ella se encargará de producir. Este formato de exposiciones lo realiza también en el Centro Cultural Dottore Malatesta (Chacabuco 917, CABA), pero explica que es “a la inversa, ya que el lugar es más chico y enfocado a la exposición de artes plásticas, aunque con la intervención de algún músico o alguien que lea un texto para amenizar el momento”. Su rol se adapta al lugar que tenga porque “a mí me interesa la cultura”, afirma.

Conversamos sobre lo difícil que es que la sociedad entienda y concientice que la persona que se dedica al arte, ese es su trabajo. “Cata”, es contundente: “Ni siquiera lo ven como un trabajo, parece que para que lo sea tenés que sufrirlo y, además, que lo haga gratuitamente. Hay gente que tiene talento innato, pero igual hay que estudiar y se necesita plata para pagar profesores, salas de ensayo, comprar instrumentos. Cuando alguien canta o pinta te puede gustar o no pero es exclusivo, único, ya que hay un sentimiento, una identidad plasmada del artista en él. No hay otro igual”.

Continúa diciendo, con el mismo énfasis: “Muchos tienen la idea de que la gente debe dedicarse a esto en su tiempo libre, es una pena que no entiendan que es un trabajo. Hay mucho talento desconocido y, además, el mundo artístico industrializado o comercializado se vuelve en productos iguales. La gente es capaz de pagar mucha plata para ver un show en el estadio de River y nada a otro que no conoce. Yo les preguntaría ¿Cómo creés que ese llegó al escenario de River?”.

Y concluye: “La cultura es imprescindible para la vida. Y para la gente que se dedica a otra cosa, venir a ver arte a través de la música, dibujo, escritura, pintura o lo que sea, es parte de su ¨ocio¨ y es necesario ese disfrute, porque todo no puede ser ¨tirar de la cuerda¨. Hay momentos para todo”.

Salgo, voy caminando por el barrio, ya no estoy sorprendida sino feliz por el lugar y la gente que conocí…

                                                   Texto y foto: Isabel Bláser

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