De Mi Tío No Nos Vamos
Nunca tuve un sentimiento de pertenencia tan grande como con esta pizzería de San Telmo. Durante casi cinco años «Mi Tío» fue una extensión de mi casa. Ahí es donde llevamos a los amigos, a la familia cuando venía de visita, punto de encuentro obligado después del laburo, de una marcha y de los domingos de Feria.
Ahí es donde el “Chino” y el “Peti” saben que somos «la cordobesa, la Ceci y el gallego». Ahí es donde nos han visto llorar, putear y celebrar. Ahí nos conocían la cara de orto, sabían nuestras broncas y nos ponían doble fainá solo para vernos reír unos minutos.
Ahí nos abrazábamos a la vuelta de cada viaje, sabíamos sus días de descanso y ellos los nuestros. Ahí nos enojamos juntos cuando abrió otra pizzería “modernosa” enfrente y un Subway a diez metros.
Ahí volví apenas pisé el barrio después de un año de mi ausencia en el país… y sentí que solo había pasado un fin de semana largo.
Quien me conozca sabe que con los bares tengo un amor especial (y psicoanalizable), pero nunca podré explicar este cariño. Quizás en tremenda ciudad fue hermoso sentirse cobijado por un bar ubicado en el encuentro de -nada más y nada menos que- Estados Unidos y Defensa…
Desde anoche (30-3-2017) sus “laburantes” están tomando el local que su dueño decidió cerrar de un día para el otro, después de más de 40 años, cambiando el candado y cerradura cuando ellos no estaban. Adeuda salarios y explicaciones.
Posiblemente «Mi Tío» tenga que llamarse «Nuestro Tío» y ser de todos los que queremos que lugares así no “mueran” ni tampoco sus trabajadores, que no hicieron más que darle vida a la pizzería con las fugazzetas rellenas más ricas del planeta. Ahí, en el corazón de San Telmo.
Este testimonio que no necesita de muchas más palabras, fue escrito por María Vera al enterarse -desde Madrid, su actual ciudad-, del posible cierre del bar MI TÍO. Vecina del barrio por varios años e integrante del grupo “De Mi Tío No Nos Vamos” formado por clientes vecinos amigos y creado, especialmente, para acompañar y apoyar a los muchachos que hoy les toca esta delicada situación.
Tanto “Peti” como el “Chino”, que trabajan allí desde 1978, nos cuentan que hoy lo que más necesitan de la comunidad es que vayamos, para poder sostener sus puestos de trabajo y ayudarlos a evitar que desaparezca un lugar tan valioso para todos nosotros.
Texto:Cecilia Calderón/ Foto: Gonzalo Garcés