La piazza é mia
La aprobación de una nueva feria artesanal en la Plaza Dorrego abre un debate sobre el uso del espacio público
En la maravillosa Cinema Paradiso de Giuseppe Tornatore, el pazzo (loco) de la plaza persigue a todos los transeúntes al grito de “la piazza é mia” (la plaza es mía), para echarlos de allí. Hoy, en San Telmo todos reclaman un pedazo de la Plaza Dorrego, la más antigua de Buenos Aires (1586), monumento histórico nacional, y la más emblemática del barrio. Año tras año, y con un progreso notable pero desordenado, la titularidad del espacio público se va repartiendo entre bares y restaurantes, anticuarios, artesanos, vendedores ambulantes, la feria de los domingos y el turista local y extranjero —por supuesto, a gran costo de los vecinos.
A fines de noviembre de 2009, la Legislatura porteña sancionó la Ley 3.300 que establecía una feria de lunes a sábados para un centenar de artesanos que se colocan alrededor de la plaza. En enero, el Jefe de Gobierno de la Ciudad, Mauricio Macri, vetó la ley argumentando que los manualistas no tendrían descanso ni días para trabajar sus productos y obras.
Pero luego de la traba oficial, los artesanos han llegado a un acuerdo de palabra con el GCBA para realizar la feria viernes y sábados, con un opcional los días jueves.
A favor y en contra
La Asociación de Artesanos, Manualistas y Artistas Plásticos de Plaza Dorrego, que presentó el proyecto de ley, busca el ordenamiento y el amparo legal de una feria fiscalizada y monitoreada. Esto, según ellos, mejoraría la situación actual, donde no hay ni autoridad ni una reglamentación que defina cómo y quién puede participar de la feria de manualidades alrededor de la plaza.
“Muchos nos han sugerido y apoyado para que regularicemos nuestra actividad frente al Estado y eso intentamos hacer”, dice Gladys Blanco, fotógrafa y feriante. Blanco argumenta que la ley organizaría a los vendedores y establecería criterios tanto para la calidad de los productos como para la manera de venderlos —por ejemplo, en puestos armados en vez de mantas sobre el piso. Ahora que la plaza está cada vez más explotada como un espacio comercial de toda índole, ellos también reclaman una diferenciación de los feriantes, con sus productos artesanales, respecto de los vendedores ambulantes que ofrecen productos baratos fabricados industrialmente.
Aunque Blanco reconoce que fue un error pedir la feria durante toda la semana, aclara: “Ya estábamos de lunes a sábado y por eso lo escribimos así. Pero también, si no hacemos una feria cerrada y bien fiscalizada, corremos el riesgo que vengan otros los lunes y los martes”. Entre otros beneficios, aseguran que la actividad de la feria legal atraerá al turismo y disminuirá el desorden actual.
Pablo Ortiz, presidente de la Asociación de Amigos de la Plaza Dorrego y dueño de dos bares que funcionan allí, asiente. “Yo no puedo ponerme en contra a 100 personas que viven de este trabajo, y me parece positiva la idea que se busque ordenar la situación caótica que tenemos hoy por la falta de regulación: que la imagen de la plaza sea mala y que, comercialmente hablando, el público bueno huye”.
“Pero me parece mal que se haya aprobado esta ley sin audiencia pública, como se hizo para la ley de mesas y sillas en la plaza, sin consultar a los vecinos –sobre todo dado que el vecino ya entrega por ley hace 30 años la plaza todos los domingos. Creo que aquí se perdió una oportunidad de pulir más la ley y de aportarle muchas cosas”.
Ortiz dice que, al no ser reglamentada aún, hay una oportunidad de involucrar al vecindario en definir cómo será la feria. Entre otras cosas, menciona que no están contemplados los procesos para monitorear los puestos y asegurar que no haya una feria informal de lunes a miércoles. “Son un montón de detalles, que si los dejás sueltos, va a ser un desastre. Tanto esta ley, como la de mesas y sillas, tiene defectos y podría ser mejorada. Todo lo que se hace en la plaza tiene que tener en cuenta que es un espacio explotado al máximo, y al que se sigue agregando cosas —si no solucionamos esta situación en conjunto, va reventar».
“Hay cada vez más manualistas y si no ordenamos eso va a ser difícil avanzar”, dice Patricia Barral, desde el grupo de vecinos autoconvocados San Telmo Preserva. “Una feria legal sí o sí va a tener que pasar por una fiscalización, con criterios para decidir quién puede vender y quién no. Eso sería un avance y una muestra de ordenar el barrio y proteger el trabajo de gente que vive hace muchos años de esto. Pero nosotros nunca estuvimos a favor de la Ley 3.300 y mucho menos sin que se enteraran los vecinos, tal como pasó”.
Hace unos meses San Telmo Preserva inició negociaciones con el nuevo ministro de Ambiente y Espacio Público, Diego Santilli, para canalizar el desagrado de muchos vecinos con respecto al “desmadre” de los domingos y la ocupación ilegal del espacio público (tanto sobre la calle Defensa como en la plaza). La respuesta desde el ministerio ubica a la Ley 3.300 dentro del marco de un ordenamiento del barrio que incluye la feria, con fiscalización y un inspector permanente que se encargaría de recibir las inquietudes vecinales. Además, el GCBA promete reducir las mesas y sillas a lo que establece la normativa existente, bajar el volumen de la música a los niveles y horarios permitidos, y colocar bancos para que la gente pueda sentarse en la plaza sin tener que pagar un cubierto. “Estamos insistiendo con la creación de un Plan Integral del espacio público y por eso convocamos al ministro tres veces al barrio a encuentros públicos y abiertos a los que accedió», explica Barral.
Sin embargo, dentro del barrio hay distintas definiciones apropósito de cómo “ordenar” mejor la plaza.
“Estamos en total desacuerdo con la Ley 3.300, que nunca tuvo el consenso ni la participación de los vecinos”, dice Manuel Fernández, presidente de la República de San Telmo, una asociación barrial que está preparando un recurso de amparo en contra de la ley.
“La situación de la plaza es gravísima y la gente se abusa constantemente del espacio público. Somos trescientos y pico de personas que trabajamos en el mercado y estamos perdiendo la fuente de nuestro trabajo –asegura Fernández-. Hemos sido demasiado generosos y cedido derechos que no debiéramos ceder. La plaza no es de Diego Santilli ni de los bares, es de los vecinos y queremos que se devuelva a los vecinos”.
Por el consenso
Una nueva ley que tendrá un impacto notable en la fisonomía y la actividad de la plaza central del barrio necesita del consenso de todos. Y ser cumplida. La cuestión es cómo encontrar soluciones conjuntas enfocadas a una resolución de largo plazo del conflicto en torno a la Plaza Dorrego y al espacio público del barrio. Entre vecinos se escucha cada vez más la frase: “los fines de semana no quiero estar en San Telmo” ¿Es lógico vivir así?
Detrás de los conflictos se nota una fuerte voluntad de diferentes sectores por encontrarle la vuelta a la cuestión de cómo cuidar a la plaza —y parece que todos quieren las mismas cosas: orden, acceso, el derecho de disfrutarla. Mientras el desacuerdo tiene efectos similares a la desidia y genera abandono, ¿quién mejor que los que más conocen la plaza para consensuar y acercar soluciones al Gobierno porteño?
“El objetivo de todos es el mismo -resume Barral-. Mejorar la calidad de vida. Venimos luchando para ordenar el espacio público y recuperarlo para los vecinos. Las soluciones ideales para cada sector no existen y cada uno quiere cosas diferentes. Para encontrar una solución todos tenemos que ganar y ceder algo”.
—Federico Peña
La Ley 3.300 se puede consultar en:
http://www.cedom.gov.ar/es/legislacion/normas/leyes/ley3300.html
El veto y modificación de la Ley se pueden consultar en:
http://www.cedom.gov.ar/es/legislacion/normas/leyes/anexos/dvl3300.html