19 de agosto 11 de la mañana. La cita estaba marcada en nuestro calendario porque la habíamos anunciado en el #45 de El Sol, invitando a los vecinos a “bombardear” con semillas los rincones santelmeños. La noche anterior, de ese feriado argentino, pensaba si los santelmeños se animarían a llevar a cabo esa aventura verde.
Llegué apurada, no porque hubiera tenido muchas cosas que hacer antes de la hora señalada sino porque estaba ansiosa por el resultado de la reunión. El sol acompañaba la jornada, la primavera se hizo presente y cuando llegué, encontré la sonrisa de varios vecinos que leyeron El Sol y ahí estaban, también ansiosos por llevar a cabo la idea.
Nos presentamos, los que no nos conocíamos personalmente y todos sonrientes y como chicos con juguete nuevo, fuimos al encuentro del primer objetivo. Salieron a relucir las semillas, la tierra, el tacho para mezclar todo, una botellita de plástico que se transformó en la regadera de turno ayudados por el señor del supermercado chino que aceptó, rápidamente, llenarla con ayuda de su canilla.
Ahí descubrí, quizás por primera vez, que todas las manos en un plato no hacen mucho garabato sino que cada una quería ayudar a apretar la tierra, esconder las semillas entre ella y lograr las famosas “bombas”. Y ahí estábamos todos concentrados, felices y ansiosos por “tirarlas” para que la madre tierra las recibiera en su seno y haga su trabajo para que la naturaleza fluya en el barrio, aún contra todos los pronósticos del tiempo y de la misma gente.
Ya más tranquilos, pero no menos contentos, rumbeamos para otro pequeño espacio de tierra sobre la calle Perú y Garay, donde también limpiamos el lugar y volvimos a dejar nuestra pequeña obra comunitaria que pueden ver en las fotos de la contratapa.
No cabíamos dentro nuestro, porque sentíamos que estábamos todos en comunión frente a una actividad simple, sencilla y hermosa como es sembrar la tierra. Por eso, fuimos hasta la plazoleta Castagnino y allí terminamos nuestra pequeña “hazaña” vecinal.
Nos prometimos más acciones de este tipo, nos aplaudimos a nosotros mismos, nos dimos ánimo por seguir apoyándonos unos en otros para lograr lo que nos propusimos: Un San Telmo verde.
Isabel Bláser