Destruir sin necesidad

Los canteros de la calle Perú, desde Belgrano a Venezuela (ver foto), corresponden a la “puesta en valor” de esa zona, que lleva terminada menos de seis meses.

Cuando se ve el estado actual, no puede uno menos que preguntarse el porqué de la destrucción de obras que todavía tienen sabor a estreno y ya se ven como si tuvieran años -que aun así, tampoco se justificaría-. Hechas “percha”, bah… Y aquí debemos hablar de la fatal conjunción que resulta de las ínfimas aptitudes de quien ejecutó una obra de esta naturaleza y de nuestra calidad ciudadana, que amerita poner a las mascotas a rascar la tierra y hacer sus necesidades fisiológicas arriba de esos pobres “plumeros”, más deslucidos que un patacón. O de pisarlos, tirar basura, etc.

¿Cuánto habrá costado ese arreglo, pagado con los fondos que salen de nuestro sufrido ABL? ¿Cuántas veces habrán de rehacer un trabajo deshecho en pocos meses? ¿Aprenderemos alguna vez, los que planean (que de jardines públicos no parecen saber mucho) y los que los usamos (muchos de los cuales deben creer que el costo lo paga el Gauchito Gil), a tener en cuenta todo esto?

Hubieran dejado la tierra libre para que los vecinos que quisieran, hicieran una huerta. Al menos, tomates y zanahorias no nos faltarían.

No es responsabilidad de UNA PERSONA, es de TODOS NOSOTROS. Y ni hablar de quienes ejecutan que -por experiencia- saben que esto va a pasar, por lo que ya a esta altura tendrían que buscar alguna forma para prevenirlo.

                                                                                        Texto y fotos: Graciela Fernández

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