EL MERCADO DE SAN TELMO: Luces y sombras

«… es el presente que, sin desmemoriarse del pasado y honrándose con él, se hace porvenir»

(Párrafo carta escrita por Jorge Luis Borges -24.3.1928).

 

 

La visión de los vecinos, hoy:

 

 

De identidades y otras yerbas

Las ciudades tienen puntos neurálgicos en lo histórico, arquitectónico o humano. En sus mercados palpita la vida desde siempre. De lo que fue, al hoy. Por eso el pulso vital de un lugar se encuentra en ellos cuando el hombre común intercambia, habla, se mira, discute, toma su sustento o se reconoce, desde siempre, en los otros que conviven con él, en esa zona mágica que se llama barrio.

La globalización “muerde” no solo arquitecturas sino identidades, fraccionando nuestra memoria personal y colectiva de la mano de lo que está de moda, temporalmente.

Nuestro querido Mercado de San Telmo, tantas veces nombrado, recordado o pintado, es una parte de nuestro Casco Histórico, para siempre.

Si lo aggiornamos excesivamente con intervenciones fashion, seguro que será un buen negocio, pero no todo es negocio en la vida. También está la magia, lo único, lo distinto que nos identifica. Los viajeros lo visitan y recuerdan por eso precisamente. No les interesa conocer algo igual a miles de lugares fatigados por el turismo masivo.

Intervenirlo o transformarlo demasiado hará que “matemos a la gallina de los huevos de oro” en una carrera loca hacia un mayor lucro.

Progreso no es opuesto a Protección Patrimonial. Son dos caras de la misma moneda. Somos y nos reconocemos en y por los lugares en que vivimos. En eso radica el misterio del paso del tiempo y la memoria como vivencia humana. Hay una trampa mental que nos hace sentirnos en casa, en esa esquina, en ese puesto donde compramos, en esos colores, olores, sabores o nombres familiares.

Ojalá no nos despertemos un día y, al mirarnos al espejo, no sepamos quienes somos.

Gloria Audo, artista plástica

 

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 El Mercado cambia, una vez más

San Telmo condensa, en sus apretadas manzanas, la historia y el presente de Buenos Aires. El barrio que supo hacer convivir la actividad comercial con la vida residencial, desde la fundación de la aldea.

Entre el auge y el abandono, la bohemia y la vida barrial, San Telmo surcó el siglo XX reteniendo algunas de las huellas que hoy nos cuentan la historia de esta metrópoli. Y entró en el nuevo siglo, posicionado como el lugar inevitable para todo visitante, argentino y extranjero, que quiera conocer la esencia porteña y, de yapa, descubra la vitalidad y diversidad de su vida barrial en pleno centro de la ciudad.

El Mercado de San Telmo es la perla del barrio. Es el lugar que concentra sus características, el punto de circulación y encuentro entre todas las tribus, el espacio donde quedaron registrados y aun perduran, sus usos más importantes: el mercado de productos frescos de la primera parte del siglo pasado, el de los puestos de antigüedades que acompañó su fama internacional y el de la gastronomía contemporánea, que está entrando con fuerza en estos días.

No se puede comprender la actualidad del Mercado aislada de la dinámica comercial del barrio, de la ciudad, del país y del mundo, puesto que -actualmente- la gastronomía acompaña cualquier actividad comercial y cultural y se convirtió en uno de los principales motores económicos de las grandes urbes.

Actualmente el Mercado incorpora esta nueva tendencia, como lo ha hecho con otras en el pasado: para subsistir como mercado (porque no es un museo) y, en consecuencia, para que subsistan la mayoría de los locales que lo habitan desde hace muchos años, que se ven beneficiados por la mayor circulación de público que convocan las nuevas propuestas gastronómicas, enmarcadas en su ambiente mágico y único.

Como sucede en todas las adaptaciones, las incorporaciones producen cambios y algunas pérdidas, que se dan dentro de una dinámica a la que los comerciantes estamos sujetos desde siempre y en todos los lugares. Pero en este caso, además, se trata de un lugar de alto valor histórico y cultural y especialmente sensible para su comunidad.

Por tal motivo y al igual que todo el Casco Histórico, resulta imprescindible mantener el delicado equilibrio de su ecosistema, que es su principal valor, con una visión a largo plazo que permita amortiguar la fuerza de las nuevas tendencias para sumar y no para borrar el resto de las huellas, tratando de no perder las más representativas.

Es una tarea muy exigente que no les incumbe solo a los privados, sino que requiere de una especial atención del Estado, que debería acompañar estos complejos procesos con la dedicación que merecen, protegiendo el bien común pero sin afectar su dinámica comercial que es, al fin y al cabo, la esencia de todo mercado.

Edio Bassi

Pte. Asoc. Comerciantes del Casco Histórico

 

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 ¿Progreso? ¿Modernidad?

Me encanta pasear, dar una vueltita todos los días por el Mercado de San Telmo.

Prospera, se transforma cotidianamente, siempre me sorprende. Ayer Vietnam, Francia, Suiza toman posesión, hoy México, mañana… pasado mañana…

Ahora lo llaman un «polo gastronómico». Y me pregunto ¿A algún turista vietnamita, francés, suizo, mexicano le apetecerá comer una especialidad de su país? ¿O preferirían sentarse a comer un buen asado de esa carne argentina, tan apreciada en el resto del mundo y saborear un buen vino de este país?

El turista argentino que estuviera de visita en Vietnam, Francia, Suiza, México… ¿Pediría un asado criollo?

No poseo las respuestas. Descubrir nuevos sabores, abrir puertas gastronómicas (y de las otras) a otros países es fantástico. Pero, se me ocurre otra pregunta: ¿Un equilibrio entre lo de antes y lo de ahora, lo tradicional y lo moderno, no sería más enriquecedor para nuestro estómago y nuestra mente?

Solo una pregunta inocente, echada al aire…

                                                                                                          Nelly Dutoit

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 “Si no le gusta…”

Son diversos los focos de atención, que hoy despiertan las reformas que se están llevando a cabo, en uno de los edificios patrimoniales más invaluables de nuestro querido barrio.

De los aspectos arquitectónicos, históricos, culturales y legales, seguramente se encargarán de ilustrarnos los idóneos. En mi caso voy a referirme, simplemente, a los aspectos humanos, al de los inquilinos que han sobrevivido al aumento rabioso de los alquileres y que provocó el mayor desalojo encubierto, en la historia del mercado.

A dicho perjuicio económico habrá que agregarle también, el encarecimiento de las expensas, fruto del prorrateo entre cada vez menos inquilinos ¿Habrá que resignarse a ver cómo se acotan los servicios? ¿La seguridad, por ejemplo? ¡Y a no quejarse..!? Porque la única, clara y concisa respuesta de la administradora es…»Si no le gusta…».

Todo sin considerar el sacrificio y la inversión de años de los inquilinos, con la sabida pérdida de puestos laborales en un contexto general económico adverso.

Pero como si esto fuera poco, hay otra “Espada de Damocles” que pende sobre las cabezas de muchos inquilinos/as como si fuera un elemento disciplinante. Para alquilar un local en el mercado, además de garantía propietaria y la conformidad de la administradora, hay que abonar una suma en dólares, en concepto (o una especie) de llave, sin percibir recibo oficial alguno y que (según la administradora) en el caso de transferencia del local, se podrá solicitar el reintegro al nuevo interesado ¡¡Peeeroo..!! Siempre de acuerdo y con el consentimiento de la administración.

Esta operatoria cuasi perversa, ha llevado a que quienes tratan de transferir el local no lo logren porque a la suma original, la administración le solicita -al futuro inquilino- otro importe igual o mayor.

Los cambios existen y muchas veces son necesarios, porque son signos de progreso. Lo lamentable es que se hagan sin consideraciones, de manera tan violenta y parcial.

Quizá sean tiempos de pensar en la posibilidad de crear un espacio participativo, de vecinos, permisionarios y profesionales «Amigos del Mercado de San Telmo», desde donde se defiendan intereses que no sean siempre los del león…

Efraín Cruz

[email protected]

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 “Esa mezcla heterodoxa que le otorga una personalidad propia…”

 Si bien es cierto que ha perdido en parte su tradicional característica barrial que los que vivimos aquí hace años le conocemos sobradamente, me parece que esta combinación de negocios tradicionales de venta de alimentos, anticuarios y pequeños bares y restaurantes gourmet, hace de nuestro mercado un lugar único en Buenos Aires.

En lo personal, me encanta ir por la mañana con la bolsa reciclable a comprar verduras o quesos (que los hay muy buenos) y pasar a tomarme un cafecito por la tarde en Cofee Town, que es un encanto de local o, como los otros días, cenar en la panadería francesa unas crepes de trigo sarraceno con una copa de vino, escuchando muy buena música.

Creo que los tiempos van cambiando, la vida es cambio y es bueno ir adaptándose y disfrutando de lo nuevo y dejar de lado la nostalgia, porque el cambio nos nutre y flexibiliza y eso es siempre bienvenido.

Sería interesante que continúe de este modo con esa mezcla heterodoxa que le otorga una personalidad propia y única a este tradicional mercado. Que las verdulerías, carnicerías y despensas puedan continuar dándonos sus exquisiteces a nosotros y a la enorme cantidad de extranjeros turistas y/o residentes que lo transitan habitualmente (especialmente los domingos) que todo el tiempo fotografían tan pintoresco lugar y sean capaces de convivir, armónicamente, con los nuevos emprendimientos.

Noemí Morelli

Vecina, actriz y directora teatral

 

 Mi homenaje a los que enriquecieron mi infancia

 Cuando era chica iba todos los días con mi madre al mercado San Telmo. Allí comprábamos todo lo necesario para la casa.

Ardía el mercado pleno de puestos que competían entre sí, tanto en la planta alta con entrada por Defensa como en la baja. En la primera, eran casi todos almacenes, en el centro había tarimas con venta de ropa y otros objetos para el hogar y abajo, en su mayoría, puestos de frutas y verduras, además de carne, pollo y pescado.

El mercado San Telmo tiene una historia rica, llena de personajes de novela que hoy quiero evocar.

Rosalía, entrando por Defensa, almacenera por excelencia, una mujer mayor, rubia con rulos despeinados y grandes ojos redondos y celestes, que vestía su delantal impecablemente blanco y no dudaba un instante en mostrar su mal carácter. El “Andaluz”, también accediendo por dicha calle, almacenero, a quien algunos le decían “gallego” nada más que para molestarlo, un hombre alto, morocho, de bigotes gruesos y también un poco protestón. Otro almacenero, cercano al anterior, a quien pido perdón por no recordar su nombre, pero los que lo recuerden lo identificarán si digo que era el único que vendía quesillo de cabra traído especialmente del norte de nuestro país. Los “Hermanos Ganzúa”, que vendían cosméticos en la parte de abajo cerca de los baños, con dos tarimas, gentiles y siempre dispuestos a satisfacer a sus clientes. No se llamaban así pero yo, que era una niña, los bauticé con ese apellido porque los encontraba parecidos a dos antiguos personajes de Disney. Alfredo, “el tano” verdulero, el primer puesto entrando por Bolívar. Siempre con una sonrisa amplia y sus buenos modos a pesar del sacrificio que hacía levantándose a las cuatro de la mañana. Angelito y Palmira, panaderos, cercanos a la entrada por Estados Unidos, abrían miles de veces las mismas latas de galletitas y trataban a sus clientes como si fueran de su familia.

Ahora siento nostalgia de un tiempo que fue y ando perdida en mi mercado, entre antigüedades, comidas rápidas y pequeños bares y cafés. En cada uno de ellos veo a los puesteros amigos, que ya no están.

Quedan todavía algunos puestos queridos, “Los Muchachos”, puesto 54, carnicería; “San Cayetano”, almacén; la mercería de Ada -a quien le dicen Palmira, por haber respetado el nombre de su local-; “Marley” y “Amitrano”, productos de granja; puesto 152, repostería; “La Tecla”, tienda; Eduardo del puesto que da a la calle, en la entrada por Estados Unidos, zapatero y buenazo “de ley”.

Vaya mi homenaje a estas personas mencionadas. Las que están, por su honesto trabajo diario y a los que se han ido, porque dejaron imborrables recuerdos y enriquecieron mi infancia.

            Stella Maris Cambré

 

 

“Hoy es un claro ejemplo de pérdida de identidad”

 Con el correr del tiempo el Mercado de San Telmo dejó de ser un lugar de encuentro y abastecimiento vecinal, diría casi diario, para pasar a ser un atractivo para el turismo de paso.

Cerró sus brazos al vecino para abrirlos al turista, con todo lo que ello implica.

Es hoy un claro ejemplo de pérdida de identidad.

En cuanto al patrimonio, a nuestro patrimonio, poco fue respetado, vulnerado tanto por el oportunismo de los dueños como por la desidia de los funcionarios del GCBA, en todo momento ausentes.

Así la historia, sin protección, sin regulación, sin equilibrio, nuestro barrio sufrió una nueva pérdida.

El Mercado de San Telmo ya no es más nuestro mercado. Una verdadera pérdida.

Arq. Alberto Martinez

 

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“Las particularidades hacen a las culturas, no las generalidades”
Con algo muy simple quiero expresarme sobre el Mercado de San Telmo. Precisamente con una frase que se aplica a los autos usados: «Que sea siempre mercado, nunca shopping«, porque shopping hay en todos lados. Mercados como el de San Telmo -de 1897-, muy pocos.

Las particularidades son las que hacen a las culturas, no las generalidades. Shopping puede haber en Pekín y Moscú y Porto Alegre y El Cairo. El mercado de San Telmo en San Telmo, Buenos Aires – Argentina.

Creo que hay que impedir toda malversación de la historia, con la opinión pública y el recurso a las leyes vigentes, especialmente la Constitución Nacional, porque el respeto al medio ambiente es un derecho.

Dr. Darío Mosso

 

 “Otro lugar al que le han robado el alma del barrio”

Hoy volví a pasar por nuestro Mercado de San Telmo, aquel al que cuando era una niñita iba con mi abuela a hacer los mandados. Creo que es otro lugar al que le han robado el alma del barrio.

En un principio era un mercado de alimentos y algún que otro bazar. Hace ya varios años, una parte de él se ocupó con locales de antigüedades. Y ahora se transformó en -prácticamente- un patio de comidas nacionales e internacionales.

Lejos de ser conservadora, ya que acepto los cambios propios de la actualidad, considero que poco a poco nuestro querido San Telmo -barrio fundacional de la Vieja Aldea- está siendo convertido en otra cosa. Están modificando su arquitectura externa con edificios modernos que nada tienen que ver con nuestro espíritu barrial.

Y también están reformando el interior del Mercado, que responde solo al interés turístico. Se ha transformado, aún en los puestos que quedan de venta de alimentos, en un lugar sumamente caro para los vecinos, motivo por el cual no podemos hacer nuestras compras. Los precios son un 25% / 30% más caro que en otros comercios del barrio, porque están pensados para el turismo.

Ahora, con el agregado de un patio de comidas, se ha desvirtuado el sentido y el objetivo del mismo. Poco a poco lo irán convirtiendo en un shopping y, así, lo perderemos definitivamente.

Emma Bolos

 

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«No se ha respetado ni siquiera la estética»

Voy al mercado regularmente para hacer mis compras y veo, con mucho dolor, cómo se desvirtuó totalmente su esencia.

Los bares y merenderos han ocupado espacios increíbles y hay que sortear sillas y mesas para comprar una lechuga o un churrasco. Estos bares están completamente vacíos durante la semana y llenos, a pleno, el domingo.

No se ha respetado ni siquiera la estética del espacio que debían tener los puesteros, que se perdió totalmente; se transformará en un gran bar de los domingos y haremos compras donde podamos, ya que los dueños del mercado solo piensan en ganar HOY.

Lic. Dora Bidou

 

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“Nada se mantiene estanco”
El mercado está cambiando, es el paso del tiempo. Como todo, nada se mantiene estanco (parado-estacado) porque somos un pedazo de tiempo que pasa.

Lo que hoy se modifica es hacia un paso gastronómico, de buena calidad. El costo del inversionista es importante, espero -de todo corazón- que lo recupere.

Zunilda Villalba

 

 “Parece haber perdido identidad”

Luego de algunos años de no venir a San Telmo descubrí, con triste asombro, que la fisonomía del Mercado había cambiado. Parece haber perdido identidad, estandarizando estéticamente sus cafés como los de cualquier otro barrio mal puesto de moda.

Mucho “cofi chop” (coffee shop -la famosa tilinguería de usar términos extranjeros cuando existe el vocablo en español-¡Una pena!

                                                                                                   Jimena Angeletti

 

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