“Todos tenemos la capacidad de hacer del mundo un lugar mejor”

Malena Slutzky, un espíritu libre

La vida de Malena Slutzky (42) está basada en la creatividad, a la que define como “la conciencia de que la realidad depende del cristal de los ojos de quien está mirando”. Nació en Bahía Blanca en 1975, hija de sociólogos, su infancia estuvo marcada por la dictadura, que obligó a su familia a exiliarse en Centroamérica. “En el ´85 volvimos a Buenos Aires, lo que significó un cambio muy importante. Llegamos con la esperanza de terminar definitivamente con el statu quo que ponía en peligro las vidas. Pero luego pasamos -como sociedad- a delegar todo en las autoridades: ir de casa al trabajo y del trabajo a casa y solo votar periódicamente”, explica Malena en su departamento frente al parque Lezama, donde vive con su hija Ámbar (6). Tiene otro hijo, Julio (20), que ya no vive con ella.

Luego de estudiar diversas disciplinas -como guitarra, canto, inglés y matemática, entre otras-, a los 25 años incursionó en el Reiki hasta obtener su maestría en 2003. Seguidamente, empezó la carrera de “Registros Akáshicos” -el “archivo etérico donde está la información del alma, desde que se desprende de la fuente hasta su regreso”-. Así inició formalmente lo que ella llama “una vocación espiritual y de servicio”.

En 2009 inauguró en San Telmo el Centro Holístico Nueva Humanidad, donde incorpora a colegas e intenta que estas terapias y esta manera de vivir saludable, puedan llegar a la mayor cantidad de gente posible, sin que el factor económico represente un impedimento. “En mi naturaleza siempre está el asociarme con otras personas y trabajar de manera cooperativa”, afirma Slutzky. “Trato de ¨empaparme¨ de lo que cada ser humano tiene para dar y, desde allí, armar proyectos comunes”, agrega Malena, que se identifica con el look “hisposo” (sic).

Lo que distingue a la directora de este Centro Holístico es que crea redes entre vecinos santelmeños -y de otros lugares cercarnos- que en su mayoría nacen de grupos de whatsapp, que muestran diferentes intereses. Pero, por sobre todas las cosas, el cariño por el barrio y la intención de “ir abriendo un poco el abanico de la rutina, aplicando creatividad y contactando con el lugar donde se vive, con el objeto de ampliar el concepto de familia y hacerlo un poco más extensivo a un grupo de gente que se nutre de una energía tan particular, como la del barrio de San Telmo y salir del aislamiento reinante”.

El Sol: ¿Cómo y cuándo llegaste a San Telmo?

M.S.: En el 2000 y enseguida me di cuenta que este era mi lugar de pertenencia: es un barrio donde se da una mezcla interesante entre la señora que sale a la calle en chancletas, al lado de otra que va muy elegante. Siento que se puede andar más relajadamente, menos pendientes de la mirada ajena.

El Sol: ¿Cuántos grupos coordinas actualmente?

M.S.: En este momento, dos: “Salidas en San Telmo” (nos reunimos habitualmente a tomar mate, armamos picnics en el Parque Lezama o proponemos juegos de mesa) y, por otro lado, estoy organizando un proyecto barrial de confección y distribución de conservas saludables (www.facebook.com/malena.slutzky). Siempre pienso en volver a los clubes de barrio, para poder armar festivales de música, ciclos de cine e, inclusive, crear espacios para integrar a los chicos.

Ha organizado caminatas por la Reserva Ecológica Costanera Sur, salidas nocturnas por el barrio, grupos con intereses espirituales afines, que se juntan en un bar o al aire libre. La idea es cambiar la “realidad virtual” y pasar al “vivo y directo”, desafiando el deslumbramiento por la tecnología como fin en si misma.

El Sol: Es paradójico que, en esta era cibernética, lo revolucionario sea volver a la comunicación “cara a cara”.

M.S.: Internet genera mucha libertad para expresarse, facilita que las personas estén muy conectadas y, muchas veces, se da la comunicación íntima con gente desconocida. Pero dar el paso para que se creen vínculos reales, no es tan fácil. Por otro lado, hay una sensación de impotencia generada por la realidad recortada que ofrece la TV. Somos creadores, pero lo que muestran los programas es todo lo contrario: somos consumidores. Hay otra forma de vincularse, creando relaciones interpersonales, compartiendo intereses comunes, los sueños y hasta creando trabajos para alivianar situaciones económicas. Todos los días son diferentes, incluso en medio de las actividades cotidianas podemos levantar la vista al cielo, registrar el sol, estar más abiertos y perceptivos.

Mientras habla, Malena se recoge el cabello, se lo suelta, busca las palabras adecuadas con la vista en el mandala de su consultorio. Una idea la lleva a otra y a veces se pierde entre los rulos de sus pensamientos. Parece un libro abierto, donde confluyen las “Siete leyes universales” o “Los cuatro acuerdos” toltecas, la obra del autor mexicano Miguel Ángel Ruiz Macías. Las consignas del escritor antes dictado -discípulo de Carlos Castañeda-, se pueden resumir de la siguiente manera: 1) Sé impecable con tus palabras. 2) No tomar nada personalmente. 3) No hacer suposiciones y 4) Hacer siempre tu máximo esfuerzo.

La entrevistada se explaya sobre el primer punto: “Las palabras poseen una gran fuerza creadora, crean mundos, realidades y, sobre todo, emociones y sentimientos, crean hábitos y luego destinos. Las palabras son mágicas: de la nada y sin materia pueden transformar lo que sea. Con las palabras podemos salvar a alguien, hacerle transmitir nuestro apoyo, nuestro amor, nuestra admiración, nuestra aceptación, pero también podemos matar su autoestima, traicionar su confianza, diluir sus esperanzas, confundirlo e incluso aniquilarlo. Aún con nuestra propia persona: las palabras que verbalizamos o las que pensamos, nos están creando cada día. Las expresiones de queja, nos convierten en víctimas; las críticas, en jueces prepotentes. Si somos concientes del poder de nuestras palabras, de su enorme valor, las utilizaremos con cuidado, sabiendo que cada una de ellas está creando algo”.

Entre el fluir de las palabras, Malena destaca: “Somos parte del todo y nuestra energía es fundamental. O me involucro o me convierto en un autómata. Todos tenemos la capacidad de hacer del mundo un lugar mejor”. Y yo agregaría: Es nuestra responsabilidad.

Texto y foto:Diana Rodríguez

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