Conciencia feminista en lo de Nieves
La entrevista empieza entre plantitas suculentas, colgantes y macetas pintadas, tesoros verdes en su largo balcón a la calle Bolívar al 1400, desde donde también se ven cerquita las copas tupidas del Lezama.
Oriunda del sur del gran Buenos Aires, con sus 88 años de vida, sus doce de vecina y “desde siempre” feminista, Nieves Ameal Etchebarne me recibe sonriente en su luminoso refugio, forrado de coloridos lienzos latinoamericanos, libros, cuadros y acuarelas y dispuesta a charlar sobre cosas interesantes de la vida.
¿Cómo y por qué llegaste a ser santelmeña?
Soy de Avellaneda, de chica era solo cruzar el Riachuelo y venir. Siempre me gustó mucho la ciudad y cuando mis hijos se mudaron a ella, con mi marido decidimos venirnos a San Telmo. Me gusta porque sigue siendo barrio, es un barrio medio chusma, eso me lo dijo un médico una vez que me atendió por una bronquitis que me terminó contando vida y milagro de todos. Y también me gusta porque me da la impresión de que la gente se enamora acá, no sé… es raro, pero yo siento que hay algo de eso que está flotando.
Contame un poco tu vida…
Me agradan las plantas, pintar, ahora estoy haciendo acuarela, no estudié mucho tiempo pero me gusta ensuciar papeles, como digo yo. Soy viuda, hace menos de un año, tengo dos hijos, 4 nietxs y a mis nueras que adoro. Vivo sola en esta casa grande y siempre tengo ganas de hacer cosas o algún proyecto dando vueltas para estar en grupo. Ahora estoy con el grupito de feministas que nos reunimos acá en casa, que es muy bueno. Es chico pero nos sobra “salero”, ganas de hacer y tenemos muchas convicciones como feministas, en lo social y político también.
¿Cuándo te surgió el interés en el feminismo?
Desde siempre (ríe). Lo que me acercó al feminismo por primera vez fue UMA (Unión de Mujeres de la Argentina). Una amiga mía me invitó a una reunión y allí me di cuenta que era feminista. Pero este asunto de la lucha de las mujeres me surgió en la infancia, en Sarandí, donde vivía. Había mujeres que vivían solas y me llamaba la atención, por ejemplo, una cubana que se mantenía sola. Yo tenía 14 años y la observaba, sin querer me di cuenta que había otra manera de vivir, que había algo más que estar cocinando y criando hijos toda la vida, algo distinto a lo que -en ese momento- se les enseñaba a las mujeres que debían hacer de sus vidas. También tuve una abuela andaluza que era viuda y tenía muy poca escuela pero mucha libertad y estaba bien “plantada” en la vida.
Con el tiempo me conecté con mujeres feministas a través de la compañera de mi hijo, ya que la madre era historiadora y feminista. Empecé a asistir a talleres de filosofía y letras; lo que sé -en ese sentido- se lo debo a Nora Pullido y Marcela Franco, dos historiadoras que daban clases en la cátedra libre de derechos humanos con perspectiva de género. Aprendí muchísimo con ellas. Luego fui a muchos Encuentros Nacionales de Mujeres y eso fue muy enriquecedor, al principio éramos pocas y ahora ya hay como 60.000 mujeres dando vueltas.
¿Cómo eran los encuentros antes?
Vivimos muchas cosas buenas, también de las otras. Una vez, en Mendoza, se destruyeron papeles, nos agredieron, fue una cosa muy fea. Nos tildaban de asesinas porque estábamos apoyando el aborto legal, seguro y gratuito. Sin embargo seguimos, por eso cuando terminaba cada uno decíamos: “A pesar de todo, hicimos el encuentro”. Pero siempre está lo reconfortante de la sororidad entre nosotras.
¿Qué significa sororidad?
La palabra viene del latín “Sor”: hermana. Es eso, el sentimiento de hermandad. Está ese prejuicio de que nosotras -las feministas- nos peleamos y aunque en parte es cierto porque somos “gallitas”, nos ayudamos mucho. Una vez una antropóloga me dijo: Sabés qué pasa, los hombres siempre estuvieron unidos, iban a la guerra, hacían deporte, iban al club, al café y la mujer siempre adentro de su casa, separada de las otras mujeres; entonces nos cuesta, a veces, integrarnos porque hemos tenido una historia separadas. Ahora nos encontramos, vamos a un café y hablamos de nuestras cosas.
¿Qué te aportó como mujer el feminismo?
Mucha seguridad en mi misma, me “sacó” cosas que pensé que no las tenía y sin embargo me animé a hacerlas. Por ejemplo, a escribir algo sobre las mujeres que estuvieron en las luchas por la independencia de América del Sur. Fue muy emocionante la investigación, ver la cantidad de mujeres y las cosas que hicieron. Creo que era una deuda pendiente, porque siempre se habla de los hombres en las historias de la independencia, pero no de las mujeres que tuvieron un papel importantísimo como Juana Azurduy.
¿Hay alguna mujer feminista que sea tu referente?
Muchas, acá a Julieta Lanteri (1873-1932; médica, política y feminista ítalo-argentina. En 1886, ingresó al Colegio Nacional de La Plata que la habilitaba para ingresar a la Universidad) que luchó por el voto femenino y fue la primera mujer en votar en el país y en Sudamérica. También Flora Tristán (1803-1844; escritora, pensadora socialista y feminista francesa de ascendencia peruana) y Simone de Beauvoir (1908-1986; escritora, profesora y filósofa francesa defensora de los derechos humanos y feminista), una mujer de clase alta que escribió, porque se dio cuenta de lo que nos pasaba a todas. Hace unos años descubrí a Marcela Lagarde (1948), es una doctora en antropología mexicana maravillosa, escribió su tesis sobre Los Cautiverios de las Mujeres, las locas, las putas, la que está en la casa, la presidiaria; es un trabajo buenísimo y es una gran referente. Yo siempre tuve libertad, pero hay mujeres a las que les cuesta mucho y sin embargo lo están haciendo; me impacta mucho eso, las admiro profundamente.
¿Cómo ves la lucha de las mujeres, hoy?
Me parece que en Argentina, con sus avances y sus retrocesos, somos como un faro. Un disparador que siempre existió, pero ahora está saliendo a la luz, es el tema del acoso. Creo que no existe mujer que -de alguna manera- no haya sido acosada. Vieja, grande o chiquita, no discriminan. El asunto es el “macho” que ejerce su poder de dominio, no habló del varón hablo del macho. Ninguna nos olvidamos del impacto que nos causó eso si lo sufrimos. Y tenemos una gran deuda pendiente, la prostitución. Yo soy abolicionista; la abolición definitiva de la prostitución, una de las más severas formas de violencia y desigualdades de género. Nos quieren hacer creer que la prostitución es algo normal, que es una relación sexual y no; la prostitución es una relación de poder, donde el que prostituye paga por sexo de mujeres prostituidas. Es una posición de dominio.
¿De qué se tratan los encuentros que se hacen en tu casa?
Somos un grupo de mujeres que nos juntamos para estudiar y formarnos para idear qué podemos hacer para dar a conocer la lucha feminista. Con algunas nos conocíamos y otras se fueron sumando. Empezamos hace poco más de dos años -aún vivía mi marido y me apoyaba- luego hubo un impasse y ahora retomamos. Me parece que los grupos, como dice Marcela Lagarde (toma el libro de su referente y lee): “No me gusta hacer recomendaciones pero permítanme solo una, me parece un recurso de vida muy importante para nosotras el integrarnos a un grupo de autoconciencia feminista…”. Estos grupos pueden ser informales, pero son muy importantes porque en ellos tomás conciencia de muchas problemáticas y experiencias compartidas.
¿Qué significa el 8M?
El 8 de marzo recordaremos a un grupo grande de mujeres que en 1911 -en el marco de protestas por sus condiciones de trabajo- las dejaron encerradas en una fábrica a la que prendieron fuego, a propósito, lo que hizo que murieran todas. Lo conmemoramos luchando, por eso se realizará ese día el Paro Internacional de Mujeres. Nuestro grupo piensa hacer una actividad el sábado 10 de marzo a las 16 horas en el Parque Lezama. Ya la estamos diagramando y cada una se encargará de hacer algo, con mucho entusiasmo, para tratar de “mover” un poco al barrio con respecto a nuestra lucha. Están todas invitadas a pasar un rato juntas, la que quiera puede convidarnos con un mate -a nosotras nos une mucho el mate- y habrá actividades en las que se podrá participar. Nos van a criticar también, pero no importa. Sabemos que nos falta mucho todavía y vamos haciendo con marchas y contramarchas, pero creo que estamos andando.
Agradeciendo que me haya abierto las puerta para compartir charla y pensares, nos despedimos con esa alegría que irradian las personas con convicciones y luchas justas, las personas hacedoras de una sociedad más justa y mas linda.
Nieves es un placer tenerte como vecina !
Texto y foto: Cecilia Calderón