Cien vueltas de El Sol
Hace poco Isabel me contó que El Sol de San Telmo cumple 100 números este mes. Cien es un número importante, redondo y con tres dígitos, algo para respetar. Cuando creamos El Sol hace 13 años, era una idea delirante que se nos ocurrió como nuevos vecinos en un barrio que prometía tantas historias para descubrir y contar. Yo, siendo extranjera, entendí la ironía de mi posición viendo desde afuera una comunidad que durante tanto tiempo no había sido invadida por tantos extranjeros como era el caso a principios del año 2000 y, sin embargo, no pude resistir.
Una mezcla de suerte, buen timing y dedicación hizo que El Sol llegara a oídos abiertos y poco tiempo después de su lanzamiento -en la primavera de 2005- se estableciera como uno de los medios barriales que, mal que mal, la gente leía. Cada número era un “trabajón” y lo produjimos con fuerza de voluntad entre muchos -una lista de colaboradores que iba rotando pero que sostiene, hasta hoy, algunos lazos con su origen-. Pero como directora, diseñadora, editora y vendedora de avisos, muchas veces los números parecían costar tanto esfuerzo como si cada uno fuera un parto. Y cada número tenía su propia personalidad, que era la combinación de energías individuales que se unieron en textos, imágenes e ideas. Siguiendo esta metáfora, muchas veces me refería a El Sol como un hijo; un hijo que, después de casi siete años, dejé en manos de la comunidad que le dio vida. Los verdaderos Soles de San Telmo: sus vecinos. Y esa decisión me dejó con la satisfacción de una madre que ve a su hijo crecer y tener una vida propia.
Ahora en el 2018, más de seis años después mi partida de Buenos Aires, mi marido Bruno y yo acabamos de festejar la llegada de nuestro primer hijo, Kaleo (un nombre hawaiano que significa “la voz”). Entiendo ahora que las metáforas que usaba con El Sol eran solo metáforas -nada puede comparar con parir un ser humano-, pero también las valoro más que antes. Cada acto de creación verdadera es un acto de amor y es gracias al amor del equipo de vecinos que producen El Sol, que ustedes, lectores, siguen viendo su querido barrio iluminado a través de sus páginas.
Catherine Mariko Black