El desconocimiento nos hace vulnerables

Antonela Ferrari Milano (33), vive en el barrio desde hace casi siete años y se define como poeta, artista multidisciplinar, bioenergetista, politóloga y comunicadora de profesión. Es la fundadora de Sensible, un Estudio creativo que tiene como objetivo “potenciar y acompañar la creación de maneras auténticas de estar presentes en el mundo” combinando “la comunicación, el arte y la bioenergética -con su visión del cuerpo y la mente-”. La meta parece muy pretenciosa, pero conociéndola se observa en ella la convicción de sus intenciones y la decisión para llevarlas a cabo.

Esta vecina que se define como bonaerense -ya que nació en Salliqueló y se crió en Mar del Plata, donde vivió hasta los 18 años- un día vino a San Telmo para cuidarle la casa a una amiga y se enamoró “de su terraza llena de plantas. Cuando ella se mudó me la ofreció, entonces en esa misma terracita construí mi jardín”, cuenta con una sonrisa.

¿Cómo ensamblás todas las actividades?

Algo que siempre me interesó mucho es la comunicación. Quizás porque mi papá es periodista o porque en la escuela hacíamos radio y el tema de los medios me llamó la atención. Está en mí comunicarme con las personas y generar redes. Así, en una oportunidad fui a una charla de una radio comunitaria -La Tribu- que se realizó en la Facultad de Derecho de Mar del Plata y cuando vine a Buenos Aires fui a conocerla. Su posición es muy comprometida socialmente, me llevó a meterme en ese proyecto. Al mismo tiempo ingrese a la UBA para estudiar Ciencia Política, con enfoque en la comunicación.

¿La comunicación es un medio o un fin en sí misma?

Estamos acostumbrados a pensar como “en cajita”, porque -en general- nos encasillamos en los temas. Pero todos somos actores en la comunicación y tenemos derecho a ella y a expresar nuestras ideas, no necesariamente buscando convencer a nadie porque si no generaríamos un relato para condicionarlo. Mi idea es, simplemente, compartir mi visión y abrir el proceso de comunicación.

¿Creés que influye socialmente?

Me parece muy importante, por eso armé mi propio espacio llamado Sensible y es mi hogar. Trabajaba en el Ministerio de Cultura de la Nación y decidí irme, porque tenía ganas de plasmar lo que entiendo como comunicación. Acompaño a personas en este proceso desde un enfoque holístico, integral combinándolo con el arte y la bioenergética, con el objetivo de dar lugar o potenciar las maneras más auténticas que tiene cada uno para expresarse y estar presentes en el mundo.

Es una integración de todo nuestro potencial…

Claro, hace unos años estudié bioenergética y entonces conociendo mi propio cuerpo, siendo más orgánica, más consciente de mi totalidad me puedo centrar en la realidad sin tener en cuenta el “ruido” que me rodea, que me distrae y produce malos entendidos. Entonces, cuando uno tiene claro el lugar donde está plantado y en contacto consciente con su cuerpo, en ese plano, puede encontrar su propia palabra. En esa palabra va a escuchar su cuerpo y va a ser distinto; esto lo comparto, a través de Sensible, en las redes, en el trabajo con clientes y es mi manera de ver el mundo.

¿El cuerpo es una herramienta intrínseca en el proceso de la comunicación?

Claro. Como dice Maurice Merleau-Ponty (filósofo fenomenólogo francés, 1908/1961): “El cuerpo es un punto de vista”.

Pero si cada uno se mantiene en su postura ¿Eso no dificulta el diálogo?

Algo que fui viendo y desarmando en mí es que muchas veces tomamos como propios mensajes que no lo son, sin preguntarnos qué nos generan, adoptándolos sin cuestionarlos. En ese sentido me parece interesante la persona que está conectada consigo misma y no se siente insegura en dialogar con otra. Pero si ni siquiera se conoce a si misma ni su realidad interior, obvio que es vulnerable y le va a costar abrirse a una comunicación sincera sin sentirse atacada.

¿Por eso los medios de comunicación influyen con tanta fuerza?

A eso apuntan. La incidencia que tienen construyen creencias haciéndolas ver como hechos ciertos, como verdades. Si la persona maneja su pensamiento y su palabra, nadie le va a venir a decir qué tiene que decidir. Me parece interesante cuando cada persona se cree con derecho a compartir su punto de vista. Es un momento importante para la sociedad. El tener “cajitas” de pensamiento ya formadas, hace que sea más fácil manejar a la sociedad y el que se sale de su “cajita” les da miedo.

¿Identidad es tu palabra fetiche?

Sí porque tiene que ver con el sentido de ser consciente desde dónde hablo en este momento. En qué lugar estoy parada, quién soy hoy. Si soy consciente de mi misma, con quién estoy conectada, quién soy en mi totalidad, dónde vivo, qué hago habitualmente, cómo lo hago, qué quiero para mi vida… eso me identifica frente a otro.

¿Podemos zafar de los mandatos?

Se pueden mirar como mandatos o desafíos. Y en ese sentido, cuando suceden esas situaciones que parecen inmodificables es cuando se da la oportunidad de poder “correr la coma” y aparece un espacio que hace cambiar el punto de vista.

Otro de tus proyectos fue el libro “Jardines de San Telmo” ¿Cómo lo plasmaste?

El proyecto nació en el 2016, un domingo a la tarde conversando con una vecina después de ver su terraza -que tenía cultivos y plantitas- y ella, la mía. La idea fue mostrar la cara verde del barrio, que no es habitual. A simple vista parece que no hay casi nada de verde, pero si observás de las casas asoman enredaderas, árboles, macetas con flores, plantas en los muros; fue una gran sorpresa ver ese aspecto oculto de San Telmo. Le conté la idea a Álvaro Cifuentes, Director de la editorial y de Big Sur Galería, la presentamos al programa de mecenazgo del GCBA para buscar fondos y convocamos a los vecinos a partir de carteles en comercios, redes sociales o contactos y a través de propuestas de fotógrafos.

¿Fue difícil llevarla a cabo?

Fue deslumbrante mostrar lo que nadie espera, porque San Telmo es muy ecléctico y la intención era abrirse a esa variedad del barrio y así fueron apareciendo jardines, balconcitos, muros, casas muy antiguas sorprendentes, huertas. En fin, de todo. En paralelo tuvimos reuniones con lxs fotógrafxs, donde se fueron definiendo los puntos de vista desde los que cada uno iba a registrar esos espacios verdes. No buscamos un catálogo de jardines, cada fotógrafo se dejó impresionar por el rincón o el paisaje que veía. Eran micro o macro realidades donde las platas armaban sistemas muy hermosos, encontraban recovecos increíbles. La idea no era hacer un juicio de valor, sino mostrar la naturaleza como se presenta, ya sea a partir de una idea personal de plantar una semilla o poner una planta en tal lugar o porque esta se hizo cargo de tomar el lugar.

¿Qué pretendés transmitir a partir de Jardines?

La importancia de la naturaleza en nuestra vida e invitar a multiplicarla. En definitiva, promover esta cara verde en cualquiera de sus formas: en una plantita, en un muro, en una maceta, en tierra o donde esté, porque San Telmo tiene enormes problemas de contaminación y es realmente necesario que sus habitantes seamos responsables y cambiemos eso.

¿Todos los fotógrafos tenían la misma consigna?

Cada uno puso el foco en algo diferente. Florencia Ferrari Milano -vecina del barrio- lo miró con ojos de turista, dejándose sorprender por la naturaleza que hay en los lugares públicos, viéndola a través de las rejas, puertas o ventanas. Por otro lado, Adela Pantin lo hizo descubriendo oasis, como un terreno baldío o un cajón o una botella de plástico donde la naturaleza muestra sus ciclos de siembra, cultivo y cosecha tomando una posición responsable respecto al cuidado de la tierra, con pequeñas huertas o formas de cultivo no tradicionales. Por su parte, Mariela Paz Izurieta retrató los gestos y objetos que construyen un hogar desde una mirada intima. Martín Pisotti, al mudarse a un edificio con un parque interno, todavía no sabe si la naturaleza -a través de su ventana- está metida en su casa o su casa dentro de la naturaleza. En cuanto a Sofía Ungar -quien además es cineasta-, invita a entrar al jardín oculto de Narcisa Hirsch donde el detalle de una pequeña maceta con flores sobre una mesa redonda refleja la sencillez contundente y el momento exacto en que el sol ilumina una flor, provocando un momento mágico. Y Mariana Pacho López propone apagar el sonido exterior, para escuchar la imagen e internarnos en el microcosmos de la naturaleza salvaje y su potencia.

Antonela (parafraseando a Walt Whitman –poeta estadounidense, 1819/1892-) es vasta, contiene multitudes. Elige la plaza Dorrego como uno de sus lugares preferidos del barrio, pero también el trato de la gente, la diversidad de su cuadra y los alrededores donde hay un restaurante peruano y otro ruso, un supermercado chino, la tintorería japonesa, la peluquería dominicana y las voces que se escuchan con idiomas o tonadas de diferentes partes del mundo. Todo lo cual la hacen reírse y decir que “parece un cocoliche y es precisamente eso lo que a este lugar lo hace tan diferente”.

Isabel Bláser

 

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