Rodolfo Biagi embrujado
Manos con uñas de marfil acerado, ojos gélidos, bigotes equidistantes.
En una ciudad cubierta de luto por la muerte de su dios, Juan D´Arienzo será quien dé los primeros pasos y el anuncio del gesto festivo que conmoverá los cimientos del tango.
Fue en el Chantecler, el mítico cabaret. El pueblo velaba a Carlos Gardel y en las pistas de baile el tango encontraría su forma y dibujaría su destino. Como todo hecho de trascendencia estética fue un salto, pero también una regresión.
La música de D’Arienzo significó el cambio de compás que pasó del cuatro por ocho al dos por cuatro; mejor dicho, retornó al dos por cuatro rápido y juguetón de los tangos primitivos, pero con otro punteo y el mismo compás.
La orquesta estaba formada por cinco violines, base de cinco bandoneones y el piano. Desde el piano, Rodolfo Biagi va a ser decisivo para la imposición del compás en el tango.
Con las manos brujas de Biagi, la orquesta de D’Arienzo va a encontrar su estilo y una personalidad inconfundible.
Rodolfo Biagi nació en San Telmo, un 14 de marzo de 1906. Quería estudiar violín y sus padres le propusieron un trato: le compraban el instrumento, pero él debía ingresar a la Escuela Normal Mariano Acosta. Entró en el conservatorio del diario La Prensa a estudiar música y fue allí donde sus manos se embrujaron con el piano.
A los trece años debutó como pianista, poniéndole fondo musical a las películas mudas del cine Colón, en la calle Entre Ríos. “De casualidad o porque alguien le dijo, un día apareció Juan Maglio en el cine; se fue acercando hasta apoyarse en el piano. Cuando terminé, me puso una mano en el hombro y me dijo: Pibe ¿Querés venir conmigo al Nacional?… Era la Catedral del tango… yo tenía quince años, no sé cómo no me desmayé del susto el día del debut ¡Era el pianista de “Pacho”! Estuve con él dos años en El Nacional, luego pasamos al Bar Domínguez. Allí, desde el palco, vi desfilar todos los rostros de la vida porteña”, recordaba años después -emocionado- Biagi.
Tenía solo quince años cuando ingresó a la orquesta de Miguel Orlando, en el cabaret Maipú Pigall. “Allí alterné con Elvino Vardaro, con Cayetano Puglisi, con Juan Bautista Guido y conocí a Carlos Gardel”, contaba Biagi. “Él iba mucho a ese local y una noche me vino a ver José Razzano en su nombre; era el año 1927, me hizo saber de su interés en que me incorporara a su acompañamiento para las grabaciones. Llegamos a un acuerdo y se formó un conjunto con Antonio Rodio, las guitarras y yo en el piano”, decía.
Su virtuosismo quedó registrado en el sello Odeón con “Viejo Smoking”, “Buenos Aires”, “Argañaraz (Aquellas farras)”, “Yo seré para ti, tú serás para mí”, “Aromas de El Cairo”.
Rodolfo Biagi, a los veinte años, había acompañado en su piano a Carlos Gardel: sus manos van a quedar hechizadas para siempre.
Carlitos lo invita a una gira por España, pero Biagi prefiere indagar en el misterio del 2 x 4 en la orquesta de Juan Bautista Guido y la de Juan Canaro. Allí conoce a Juan Carlos Thorry, junto a quien se inicia en la composición con “Indiferencia”.
Luego de una gira por Brasil decide dejar la orquesta y permanecer inactivo, tratando de visualizar su destino. Se pierde en los misterios de la noche y se hace adicto a los encantos del Chantecler. Allí escuchaba a su amigo Juan D’Arienzo, el pianista de la orquesta era Lidio Fasoli, famoso por su impuntualidad. Una noche lo reemplaza. Con la ejecución nerviosa y rítmica del piano, Rodolfo Biagi va a embrujar a la orquesta. El embrujo “Es la acción de someter la voluntad de alguien o de modificar el destino mediante el uso de lo mágico».
“Siempre tuve inquietudes en ubicar el piano en un plano distinto al que se lo había empleado en la orquestas típicas, exclusivamente de acompañamiento. Y cuando llego a D’Arienzo pude materializarlo. Con él estuve desde diciembre de 1935 hasta junio de 1938”, decía Rodolfo.
En ese período se consolida el estilo de Juan D’Arienzo y su orquesta. Todas las noches, en el Chantecler, Rodolfo Biagi desde el piano deslumbraba a su público. En las noches bravas donde el tango era un rito, “vibraba la sala con ritmo nervioso, porque en ese entonces estaba Juancito tallando en su orquesta su estilo famoso”.
En 1938 los cimientos del tango se van a estremecer: Rodolfo Biagi deja la orquesta de D’Arienzo, el binomio se había iniciado en el Chantecler. En otra Ágora del tango: El Marabú, el 16 de septiembre va a debutar la orquesta de Rodolfo Biagi. Tuvo la colaboración de los bandoneonistas Alfredo Attadía, Miguel Bonano y Ricardo Pedevilla. Como violinistas estuvieron Marcos Larrosa, Claudio González y Oscar de la Fuente, quien -además- fue su arreglador. También contaba con Juan Carlos Giampé, quien los domingos lo reemplazaba en la radio para que pudiera asistir puntualmente al hipódromo.
Su primer cantor fue Teófilo Ibáñez. Luego lo sucedió Andrés Falgás y Jorge Ortiz; también pasaron por su orquesta Alberto Lago, Alberto Amor y Carlos Acuña. Carlos Saavedra, Carlos Heredia, Carlos Almagro y Hugo Duval.
Su obra como compositor, sin ser extensa, fue muy popular. “Cruz diablo”; “Amor y vals”; “Como en un cuento”; “Humillación”; con Francisco Gorrindo los tangos “Gólgota”; “Magdala” y “Por tener un corazón”; junto a Homero Manzi las milongas “Campo afuera” y “Por la güella”.
La orquesta de Biagi y su ritmo va a imponer, desde su interpretación, un tango centrado en el nervio y la emoción desde el piano, con un repertorio basado en la exhumación de antiguas obras adaptadas a su estilo: “Gólgota”; “La Novena”; “Cicatrices”; “Yuyo verde”; “Indiferencia”; “Pájaro ciego”; “Misa de once”; “Soledad la de Barracas”; “A la luz del candil”; “Uno”, fueron sucesos para un pueblo que vivía la fiesta dionisíaca del tango al embrujo del baile.
En Radio Belgrano hará suyo el apelativo de Manos Brujas, título de un foxtrot que ejecutaba al comienzo de cada presentación de su orquesta.
Rodolfo Biagi fue figura central del Glostora Tango Club de Radio El Mundo; al comienzo de la década del cincuenta fue la primera orquesta en presentarse en la flamante televisión argentina. Luego sería figura del Casino Philips por Canal 13. Durante 17 años grabó para el sello Odeón, luego pasó a Columbia y finalmente a Music Hall. Su música sonaba como pocas en las pistas, para delirio de los bailarines el 2 de agosto de 1969, en el Hurlingham Club, fue su última función.
Cuarenta y un días después, el 24 de septiembre, las Manos Brujas de Rodolfo Biagi se quedaban quietas para siempre.
Horacio Cacciabue