“La cultura es reparadora”
Jorge Coscia, cineasta y político.
La obra de Coscia es vasta y abarca diversos medios: como cineasta ha filmado películas personales: Mirta, de Liniers a Estambul (1987), Cipayos (1989), El general y la fiebre (1992), Comix, cuentos de amor, de video y de muerte (1995), Canción desesperada (1997) y Luca vive (2002), por citar algunas.
Como escritor, publicó novelas (Juan y Eva, El bombardeo), ensayos (Del estallido a la esperanza. Reflexiones sobre arte, cultura y peronismo, La encrucijada del bicentenario) e inclusive poemas (Che Cuba, El libro que fue árbol).
Además fue presidente del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA) del 2002 al 2005, Diputado Nacional -del 2005 al 2009- y Secretario de Cultura de la Nación -del 2009 al 2014-.
Llego puntual a su casona de la calle México al 400. Traspasar la puerta de madera que separa el exterior añoso del interior deslumbrante, es adentrarse en el mundo de Coscia. Para llegar al living donde haremos la entrevista hay que pasar por una sala grande, con hermosos cuadros, esculturas y un hogar que también es una obra de arte en sí mismo. El estilo antiguo del primer piso contrasta con el moderno del segundo, donde pasa la mayor parte del tiempo, según cuenta.
Viene de presentar su documental La palabra originaria, sobre la educación intercultural bilingüe en Formosa, donde conviven tres etnias: Wichi, Pilagá y Qom. “Filmamos en todo el país con una co-directora francesa, Sabrina Saidj, sobre esta experiencia no difundida donde cada pueblo (con su cultura, su idioma y su tradición histórica) estudia en su propia lengua. Y muchos de ellos -alrededor de 6.000- llegan a la universidad”, comenta el realizador, deslumbrado por la política educativa de la provincia norteña, de la que generalmente se habla mal o no se habla para nada. “La escuela de ‘modalidad aborigen’ incluye el nivel inicial primaria y secundaria”, explica. El documental -que dura 104 minutos y fue realizado sin apoyo del INCAA- se presentó en el Festival FICSUR en Tierra del Fuego y está disponible gratuitamente en las redes sociales.
El Sol: Dijiste una frase que parece resumir tu ideología: “Así como hay soberanía económica hay una soberanía cultural”.
Jorge Coscia.: Sí, el Estado debe estar comprometido con la sociedad. Es vital la capacidad de un país de producir y difundir sus propios contenidos culturales: sus valores, su diversidad. Aquí el 90 por ciento de las películas que se ven, vienen del mundo anglosajón. El modelo cultural norteamericano es un modelo universal: la ropa, el cine, la gastronomía. Un país es tan fuerte como su proyecto cultural y ese proyecto es tan fuerte como el país. Somos una nación dependiente sin una soberanía cultural que nos represente.
Durante tu función como Secretario de Cultura mudaste la sede de la Avenida Alvear a la Villa 21…
Sí, ese traspaso es una de las cosas que más orgullo me produce. La sede de Cultura estaba en un palacio que pertenecía a una familia tradicional de la “oligarquía”. Y yo -que fui el funcionario que más tiempo estuvo en ese cargo en la historia-, instalé mi despacho en la Villa, como una forma de decir “no es lo mismo un proyecto cultural visto desde la riqueza que desde el lugar de los más excluidos”. La idea era fortalecer las posibilidades culturales de los marginados. Entre septiembre de 2013 y mayo de 2014 mi oficina era un centro cultural en la Villa 21 y yo estaba muy orgulloso de eso: allí recibí al Embajador de Francia, al Vicecanciller de Italia, al Juez Baltazar Garzón y también allí se hacían obras de teatro de primer nivel. Creamos los Centros Múltiples de Cultura, las más de 100 casas del Bicentenario (que incluían planes de capacitación en conjunto con el Ministerio de Trabajo, la Municipalidad del lugar y la Secretaría de Cultura de la Nación). En pueblos pequeños -como El Milagro (en La Rioja)-, de cuatro mil habitantes, habían salones donde se hacían obras de teatro, musicales, proyecciones audiovisuales. Creo que fue el período de mayor construcción de espacios para la cultura (como el Centro Cultural Kirchner, el Museo del Bicentenario y la Casa del Bicentenario). Y no solo en Buenos Aires, sino también se crearon: el Espacio Cultural Julio Le Parc en Guaymallén, el Parque del Conocimiento en Misiones, la Casa de las Culturas en Chaco, entre otros.
Coscia resume su sensación de aquella época en una frase: “Me sentía querido”.
¿Cómo ves la aparición de las nuevas plataformas para la producción audiovisual?
Todo está cambiando, hay una nueva manera de hacer cine que está abriendo un campo de posibilidades. El poder de difusión es más concentrado y está lejos de la Argentina. Pero nuestro país tiene muy buenos profesionales, escuelas, historia de cine, técnicos, equipamiento. Falta un Estado que lo proteja. Necesitamos un cine que sea espejo, para saber cómo somos desde distintas miradas.
¿Cómo es tu relación con el barrio?
Adoro a San Telmo, es mi barrio predilecto. Si bien esta casa -construida en 1875- está fuera de sus límites geográficos, es maravilloso vivir a seis cuadras de Plaza de Mayo y que haya este silencio increíble. Aunque ahora eso está cambiando porque se escuchan los ruidos de la obra de la casa de Adolfo Pérez Esquivel -justo al lado de la mía-, donde funcionará el Museo de la Casa de los Premios Nobel Latinoamericanos (México 479, CABA).
Cuenta que nació en Flores, a una cuadra de la casa del Papa Francisco. Me muestra un cuadro que representa el plano de su barrio de nacimiento. Cada cosa tiene su historia. Arriba, donde trabaja, hay otro cuadro que pintó él mismo donde se lo puede ver de espalda con su hija, en la playa.
“La cultura es reparadora”, dispara. No se puede obtener lo que no se conoce. “Alguien que considera que lo único bueno está en otro lado, no puede ser feliz”, señala Jorge, quien fue condecorado por el Ministerio de Cultura de Francia como Caballero de las Artes y de las Letras.
Texto y foto: Diana Rodríguez