Reseña histórica del barrio y de una de sus escuelas

A través del “Monitor de la Educación Común, órgano del Consejo Nacional de Educación”, que figura en el archivo de la Biblioteca Nacional de Maestros (http://www.bnm.me.gov.ar/giga1/monitor/monitor/751.pdf), pudimos acceder a la historia de San Telmo y de una de las escuelas públicas emblemática del barrio.

En el solar que ocupa la Escuela Guillermo Rawson -Humberto I° 343, CABA- tuvieron su convento los monjes Betlemitas. Disuelta su congregación, el convento que construyeron y habitaron pasó al Estado. Como estaba situado en vecindad con el Hospital de Hombres, el Dr. Juan Antonio Fernández -Presidente de la Facultad de Medicina de ese entonces- hizo las gestiones para obtenerlo y establecer allí la Escuela de Medicina. Se demolió el antiguo convento y la nueva estructura fue habilitada en buena parte en septiembre de 1858, uniendo las comodidades del nuevo lugar con un amplio campo de estudio y experimentación para sus médicos con la cercanía del Hospital de Hombres. Esto se profundizó cuando en 1871 se desarrolló la violenta peste de fiebre amarilla, que asoló a la población porteña.

En las aulas de la Escuela, el Dr. Manuel Argerich -víctima de la fiebre- fue catedrático y el Dr. Guillermo Rawson -fundador de la Cruz Roja Argentina, en 1880- inauguró la catedra de Higiene Pública del país. A los pocos años, la Facultad de Medicina se trasladó a la calle Córdoba y el viejo convento de los monjes Betlemitas fue adquirido -en 1886- por el Consejo Nacional de Educación, teniendo en cuenta que el predio podía ser habilitado para que funcione una escuela.

La fundación de la Escuela «Guillermo Rawson» N°1 del Consejo Escolar 4to. sita en la calle Comercio N°61 hoy Humberto I° N°363-, data del 5 de febrero de 1887 -fecha en que se dispuso la refundición de las escuelas de varones ubicadas en la calle Defensa Nros: 463, 637 y 730-, siendo su director Juan Cubillas.

EI edificio constaba de planta baja y primer piso. Daba acceso al local una escalinata dividida en dos parates por una fuente de hierro, donación de la Facultad de Medicina de la ciudad de Montevideo a la vieja Facultad porteña. Una puerta de hierro cerraba el acceso a dicha escalinata. Esta puerta desapareció, para facilitar la circulación de los alumnos. La puerta del zaguán principal, que era de madera, fue reemplazada por una enrejada de hierro que antes hacía las veces de cancel. Los muros situados a ambos lados del zaguán no sufrieron cambios sustanciales, salvo el reemplazo de los dos pares de columnas sencillas, por dos pilares de estilo español.

El escudo data de 1915, época en que la escuela tomó el número de orden que hoy conserva. Entrando al viejo establecimiento, se hallaba un hall al que daban la Secretaria y Dirección, un baño para el personal, cuatro salones de clases ocupados por los grados primeros superiores y segundos, una puerta de acceso al patio, una escalera de madera que conducía a la planta alta. Transponiendo el patio, se llegaba al salón de música. A ambos lados, dos aulas destinadas a primer grado inferior. Detrás los servicios para los alumnos, dos patiecitos y la habitación para el portero.

El acceso a las aulas situadas sobre las de primero inferior, se efectuaba mediante dos escaleras de madera, ubicadas en el interior del salón de música también usado como aula de trabajo manual. En la planta alta del cuerpo anterior había un gran salón de actos donde también funcionó una biblioteca pública. Allí había dos aulas, una galería y la casa-habitación del Director. En lo alto del frente se veía un escudo nacional construido en cemento que sostenía el asta-bandera y, sobre la arcada de la puerta central que daba al balcón de hierro, una fecha en números relieve: 1886 (año de la adquisición del lugar por el Consejo Nacional de Educación).

Es indudable que el viejo edificio se destacaba en la cuadra, como el de mejor arquitectura. El resto de la misma, estaba ocupado por casas bajas de aspecto netamente colonial. En el lugar que hoy ocupa la Plaza Dorrego, se levantaba el viejo mercado de San Telmo, con una gran puerta en la esquina, por donde entraban los rieles del tranvía destinados a permitir el tránsito de una zorra tirada por caballos, que sacaba periódicamente los residuos que se acumulaban en el interior.

El predio del Asilo de Corrección de Mujeres, ya era prisión y su entrada estaba sobre la calle San Juan, conociéndose como »penitenciaria». En 1892, con motivo de la creaci6n del Patronato de la Infancia, fue demolido el viejo hospital. Pasando Balcarce y sobre la esquina de Humberto I° se hallaba «la quinta de los Ingleses» y más abajo sobre el borde de la barranca que terminaba a pico, se estableció -en 1897-, la estaci6n eléctrica de la empresa tranways «La Capital».

La cuadra de Humberto I° al 300, lo mismo que las adyacencias del mercado, estaban empedradas con piedra bruta, no así el resto de las calles del barrio, que tardaron en recibir este tipo de pavimentación. Después vino el adoquín de piedra y la línea de tranvías y el afirmado de madera.

Entre las familias más antiguas de la esquina de Humberto I° y Balcarce, figuran: Canale, Rico, Danielo, Raggio; Valenti. Los Pezzi, fueron propietarios de uno de los edificios más típicamente coloniales que existieron en el barrio, ubicado en la esquina de Paseo Colón y Carlos Calvo, que luego fue demolido. Los Forchieri, en Defensa y San Juan y no debemos olvidar a los Martínez de Hoz que vivieron en Bolívar entre San Juan y Comercio; las familias de Ezeiza, Belloc y Durañona en Defensa a la misma altura. También las de Nini, Desimone, Boeri y Capurro. Los niños de todos estos hogares, asistieron a la Escuela Rawson en distintas épocas.

Como acto importante de la conmemoración del Centenario de la Revolución, el Consejo Nacional de Educación bautizó a numerosas escuelas públicas con nombres de ciudadanos ilustres, de allí el de «Guillermo Rawson». El acto del bautizo se celebró a mediados de mayo de 1910.

En el verano de 1933 la escuela necesitó algunas refacciones. La obra consistió en un cambio total de las ventanas. Se hizo una pintura general, las oficinas fueron empapeladas, se mejoró el servicio de agua de bebida para los niños, pero el arquitecto Gelly Cantilo no permitió, con inteligente acierto, que fuera tocado el frente pues la pátina del tiempo es, indudablemente, un motivo más de belleza en los edificios de arquitectura colonial.

*Agradecemos al Dr. José Sellés-Martínez, del Dpto. de Ciencias Geológicas / Facultad de Ciencias Exactas y Naturales, UBA, por la documentación.

Actual fachada, enmarcada por dos magnolias centenarias.
Entrada de la vieja Escuela Rawson.
Interior del edificio antiguo.

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