EVA Y LA MANZANA
Mujeres en la Manzana de las Luces
El título de esta nota es un juego de palabras, pero no es solo eso. Eva es, en la tradición judeo-cristiana, la primera mujer y, por ello, el nombre Eva se ha convertido en una forma usual de referirse al género femenino en su conjunto.
Dentro de esta misma tradición, la manzana representa el fruto del árbol del bien y del mal. Eva fue quien indujo a Adán a comer ese fruto prohibido, que representa el saber; un saber independiente, que puede distinguir por sí mismo lo bueno de lo malo. “Eva y la Manzana” se propone evocar, entonces, a las “Evas” que, en las luces o en las sombras, se vincularon a la Manzana circunscripta por las calles Bolívar, Moreno, Perú y Alsina donde, a lo largo de 388 años de historia desempeñaron diferentes papeles. Mujeres que en diferentes épocas y de diferentes modos contribuyeron al desarrollo social, cultural e institucional de la sociedad y, de un modo u otro, ofrecieron también a Adán el fruto del árbol de la sabiduría.
Significativamente, la Manzana ingresa en la Historia de la mano (nunca mejor dicho, ya que se trata de una firma estampada en un testamento) de una mujer: Doña Isabel de Carvajal, sobrina del fundador de la ciudad, Juan de Garay. Doña Isabel dona esta propiedad a la Compañía de Jesús en 1633 y esta traslada su iglesia, colegio y huertos desde su primitiva localización frente al Fuerte al nuevo solar, donde construye también el edificio de la Procuraduría de las Misiones. Pasan los años y, con toda seguridad, muchas mujeres (españolas, criollas e indígenas) cumplieron roles de mayor o menor importancia en diferentes espacios de la Compañía hasta su expulsión en 1767, pero no han quedado testimonios de ello. Puede mencionarse sí, que la Casa de Ejercicios Espirituales para mujeres, asociada a la acción formadora de los jesuitas, funcionó en la esquina noreste de Perú y Alsina (frente a la Procuraduría) hasta la expulsión.
Los cambios en la propiedad y uso de los edificios de la Manzana, la construcción de otros nuevos, la llegada de nuevas instituciones al lugar, etc. fueron generando la aparición de otras mujeres. Podemos mencionar -en primer lugar- que, a raíz de la instalación de la Casa de Niños Expósitos en la recién mencionada Casa de Ejercicios Espirituales localizada frente a la Procuraduría, numerosas mujeres desempeñaron papeles de nodrizas, enfermeras, cocineras, etc., habiendo sido la abadesa Francisca Franco la primera encargada de dirigir la Casa. Es una niña la primera criatura ingresada por el torno del establecimiento, el día 7 de agosto de 1779 siendo bautizada el 19 de ese mes con el nombre de María Lorenza Cuna, en obvia alusión a la denominación familiar de la institución “La Casa Cuna”.
Con el propósito de aportar fondos para el mantenimiento de la Casa de Expósitos, se instala en la Manzana la imprenta homónima y de su prensa, ya iniciada la gesta de Mayo, sale el Correo de Comercio, diario publicado por Manuel Belgrano, en cuyas páginas se hace una encendida defensa de la necesidad de educar adecuadamente a las mujeres y bajo el seudónimo de “La amiga de la suscriptora incógnita” se publican profundas reflexiones acerca de la educación general y femenina en particular. Es muy probable que, tanto la suscriptora incógnita como su amiga hayan concurrido a la Manzana, ya sea para suscribirse y/o retirar el ejemplar del periódico como para entregar los manuscritos que luego serían trasladados a los tipos de imprenta.
En 1823 y por iniciativa de Bernardino Rivadavia -otro de los impulsores de la educación femenina- se crea la Sociedad de Beneficencia, que incorpora a diversas instituciones, incluida la Casa de Expósitos y cuya junta directiva está constituida por mujeres de las familias patricias porteñas, siendo su primera presidenta Mercedes Lasala, la vicepresidenta Josefa Ramos Mexía y, participando en ella desde el inicio y muy activamente, Mariquita Sánchez de Mandeville, secretaria de la Sociedad en esta primera etapa. La Sociedad entregaba anualmente premios a las mejores estudiantes de sus colegios y la ceremonia de entrega tenía lugar en la Iglesia de San Ignacio.
Una mujer con una historia tan digna de una obra literaria como para que, en el único cuento escrito por Ernesto Sábato (20 de Junio de 1821), constituya el personaje central desde el cual se estructura el recuerdo y homenaje a Manuel Belgrano, es María de los Remedios del Valle. Ella, descendiente de esclavos africanos, fue una de las mujeres soldado que acompañaron a Belgrano en la campaña al norte, donde se distinguió por su bravura hasta el punto de que el general la nombrara “Madre de la Patria”. Pobre y abandonada por la sociedad a la que había servido, durante mucho tiempo pidió limosna en los atrios de Santo Domingo, San Francisco y San Ignacio, hasta que en 1828, a partir de una iniciativa del General Juan José Viamonte, se la reincorpora al ejército con su grado de capitán de infantería y, al año siguiente, se la asciende a sargento mayor, falleciendo el 8 de noviembre de 1847, En su homenaje, ese día se conmemora el “Día Nacional de los Afro-argentinos y de la cultura afro”.
Vinculadas a Rosas tres mujeres: su esposa Encarnación, su hija Manuelita y su cuñada María Josefa, habitaron muy cerca de la Manzana (frente a ella, en el caserón de los Ezcurra, las dos primeras y en la casa que aún se conserva -en Alsina 463- la segunda) y, con toda probabilidad, concurrieron a misas y ceremonias en la iglesia de San Ignacio y, por qué no, alguna vez habrán visitado también sectores de la Manzana más vinculados a la vida política que religiosa.
En el Colegio Nacional de Buenos Aires, heredero de la tradición educativa desarrollada en la Manzana desde los tiempos de la Compañía de Jesús, casi 70 mujeres lograron su diploma entre 1892 y 1908, siendo la primera de ellas Margarita Curto. Nombres como los de Adela Chertkof, Ada Elflein, Elena Larroque, Delfina Molina y Vedia, Celia Tapias, Alicia Moreau y muchas otras se destacan en este grupo, que no asistía a clases, pero al que se le permitía rendir los exámenes correspondientes. Luego de un período en el que no hubo ni la posibilidad de rendir los exámenes, la presencia femenina se institucionalizó definitivamente en 1959… y sus egresadas continúan destacándose en todos los campos del saber y el hacer.
En el ámbito de la Universidad de Buenos Aires, fundada en 1821, también se demora la presencia de mujeres, sobre todo en las carreras profesionales, pero lentamente van incorporándose a los cuadros estudiantiles y a fines del siglo XIX y principios del XX surgen las primeras egresadas.
Regresando a la analogía que señala el título, señalaremos que La Manzana de las Luces, en cuyo huerto maduraron en diferentes momentos frutos prohibidos tales como el conocimiento jesuítico y el conocimiento universitario, también fue castigada como Eva y Adán y, así como la primera pareja fue expulsada del Paraíso por contradecir el mandato divino, los jesuitas y la universidad fueron también expulsados de la Manzana cuando el poder de turno los consideró peligrosos.
Para finalizar y ampliando el espectro de mujeres vinculadas a la Manzana, decimos que este año se cumplen 10 años del fallecimiento de la artista Lola Frexas, que manejó con singular maestría la acuarela y que, generosamente, donó al Instituto de Investigaciones Históricas de la Manzana de las Luces, una colección de 17 obras -que reflejan diferentes perspectivas del lugar- realizadas en torno al año 1998. En la Colección Tributo, donada también por los artistas al IIHML, pueden mencionarse las obras de Josefina Robirosa, Aniko Szabó y Marta Minujín. En los próximos días, una exposición dedicada a “Las precursoras”, preparada por las artistas de la Galería Torres Barthe, constituirá el homenaje contemporáneo a la presencia de las mujeres en este singular espacio en ocasión de su bicentenario.
José Sellés-Martínez
Instituto de Investigaciones Históricas de la Manzana de las Luces