Se desocupa el edificio de Bolívar y Humberto Primo
El antiguo edificio de la esquina de las calles Humberto Primo y Bolívar está a punto de perder, luego de 60 año, sus inquilinos y su cartel emblématico del barrio. El edificio ha albergado a la Carpintería de San Telmo durante tres generaciones de carpinteros, y a las Pulseras de Popea hace 30 años, pero los inquilinos se ven obligados a desocuparlo por pedido de los dueños, que hace unos años iniciaron trámites con este fin.
Junto a la tradicional tienda Las Pulseras de Popea, cuya dueña, María José Di Blasio ha manejado el local y vivido allí durante 30 años, la carpintería recibió una orden de desocupar el edificio tras un proceso de cambios que se iniciaron, según ellos, en 2005, cuando los dueños dejaron de renovar sus contratos de alquiler, según explica Di Blasio y el carpintero Carlos Rodolfo Broglieri. Los inquilinos explican que en el momento el hecho no los preocupó, dadas las buenas relaciones con los dueños.
En 2006, Di Blasio recibió un subsidio del Gobierno de la Ciudad para hacer mejoras a su local y los dueños hicieron una prolongación de contrato para revivir la legitimidad del último contrato de alquiler de 2003 y poder cumplir con el trámite. Esta prolongación fue otorgada en enero de 2007 y, en marzo de ese año, Di Blasio y Broglieri fueron notificados por los dueños que tenían que irse de la propiedad, ubicada en una de las esquinas más transitadas de San Telmo, que desemboca en la feria de arte de los domingos.
Cuando recibieron la orden de desocupar sus locales los dos resistieron, citando la dificultad de reubicarse en una zona con poca oferta accesible tanto para viviendas como para locales comerciales. Luego de una negociación con los dueños firmaron un convenio de desocupación que estipuló que, al cabo de un año (que se cumplió el 30 de abril pasado) tendrán que irse, período por el cual no pagaron alquiler con la condición de buscar un nuevos espacio para establecerse.
Pero, dicen “el boom inmobiliario hace que la mudanza sea casi imposible”, y en vísperas de la fecha de vencimiento los dos se encontraban todavía instalados en sus locales, con un pedido para una mediación encaminado en la Defensoría del Pueblo.
Sebastián Ruiz, uno de los propietarios del edificio, explicó que su familia no tiene ningún proyecto concreto para el lugar, y que la prioridad es la seguridad edlicia: “Todavía no sabemos qué será, antes de culaquier otra cosa lo primero es estabilizar el edificio porque está muy viejo”.
“Nosotros firmamos el acuerdo, sí, pero no somos abogados”, comenta Broglieri, “somos trabajadores y de repente nos mandan un papel como si fuéramos intrusos. Yo he perdido mi fuente de trabajo; no puedo seguir como carpintero porque no hay habilitaciones para una carpintería en ningún lugar por la zona histórica. Yo hice esto y viví en San Telmo toda mi vida, durante todas las épocas de la Argentina, las buenas y las malas, y ahora porque viene este auge de turismo tengo que dejar todo.”
“Lo más irónico de esto”, aporta Di Blasio, “es que somos parte de la tradición de este barrio. Somos los que armamos San Telmo cuando nadie le daba importancia. Hace 30 años este barrio como lo ves ahora no existía, y ahora somos nosotros los que tenemos que irnos.”
—Catherine Black