San Telmo unido por un barrio amable para todxs
Los habitantes de San Telmo notamos cómo, en los últimos años, el barrio fue -progresivamente- albergando comercios y actividades enfocadas principalmente a los visitantes (nacionales e internacionales).Vimos que los comercios locales fueron dejando lugar a algunas grandes cadenas y a emprendimientos que apuntan, fundamentalmente, al consumo externo al barrio.
El tradicional Mercado de San Telmo, donde muchos hacíamos las compras cotidianas, aunque aún conserva algunos negocios tradicionales donde abastecernos, ha mutado y está mayormente destinado a una gastronomía enfocada a quienes visitan el barrio. Este espacio central centenario cambió diametralmente su fisonomía, parte de su función y también el público que lo disfruta, característica que se proyecta al barrio en general. Dejó de ser un lugar de consumo -en general- para los vecinos.
Es parte de un proceso. El Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires decretó -de modo unilateral y sin consulta- que nuestro barrio se convirtiera en “Polo gastronómico”. Aunque haya traído algún beneficio económico a algunos comercios tradicionales, esta medida ha tenido un tremendo impacto que muchos consideramos negativo en la fisonomía del barrio, pero sobre todo en la vida cotidiana de lxs vecinxs.
A partir de la pandemia y de las primeras aperturas anunciadas se impusieron medias transitorias sin planificación ni consulta, como el cierre de algunas calles en toda su extensión para la instalación de sillas y mesas, el desvío del tránsito -incluso colectivos-hacia otras calles que quedaron colapsadas. Las medidas de uso del espacio público al aire libre se hicieron sin ninguna organización previa, produciendo amontonamiento inusitado en las calles angostas del barrio con arterias sin salida por un lado y atiborradas de tránsito por otro. La magnitud del caos fue tal que las autoridades revieron la medida; las calles cerradas fueron reabiertas para los vehículos, aunque la presencia de mesas, sillas y personas ocupándolas impide caminar libremente por las veredas y aún obstaculizan la libre circulación y el acceso a servicios elementales, como ambulancias y bomberos.
Los cambios implementados por el gobierno de la Ciudad hicieron que muchos comercios dispusieran del espacio público, sin una regulación que protegiera el derecho al descanso de los habitantes e invadieran la dinámica barrial. Para recibir esta nueva oleada de personas -en la mayoría de los casos un público desaforado que se instaló en calles y veredas con amplificadores de música a todo volumen y hasta DJs- algunos comercios coparon la vía pública, durante muchas horas del día y la noche hasta la madrugada, con el consecuente estruendo sonoro que eso implica.
Al principio algunos vecinos simplemente nos resignamos: cerramos persianas y ventanas, salimos de la zona durante varias horas y -los que pudieron- todo el fin de semana. Varios se fueron del barrio; muchos tienen sus casas en venta. En medio del caos hubo otros que se acercaron a hablar con los dueños o encargados de los locales para pedirles moderación y cuidado, obteniendo muchas veces como respuesta -tanto de ellos como de sus clientes-: “Esto es San Telmo”.
Se propicia así el concepto de que “en San Telmo vale todo”; que aquí se puede, por ejemplo, estacionar -a las tres de la mañana- un coche con seis ocupantes para bailar en la calle con música a todo volumen o instalarse a beber a lo largo de las veredas y hablar o cantar a los gritos a cualquier hora… Porque no pasa nada… “Esto es San Telmo”. Como si fueran argumentos válidos para quebrar las normas básicas de convivencia en un barrio residencial.
A medida que los desbordes crecían y se diversificaban, la sumatoria de ruidos, gritos, basura, desechos y presencia de público trasnochado terminó por agruparnos. Y hablamos con más comerciantes. Y obtuvimos buena respuesta y adhesión: muchos de ellos están atentos al descontrol y al caos que aqueja al barrio; trabajan para que todos los residentes convivamos con respeto y cuidado, con un uso reglado del espacio público y participan de la campaña San Telmo Amable (@santelmo.amable).
Juntos, vecinxs y comerciantes, acordamos una serie de puntos fundamentales que permitan una convivencia armónica entre visitantes, comercios y vecinos:
• Que no se permita, en ningún caso, el uso de amplificadores o parlantes en el espacio público, ni en los comercios, ni por los músicos.
• Que la salida de los bares sea dentro de los horarios permitidos y sin desbordes.
• Que las autoridades controlen y hagan cumplir condiciones de habilitación seguras.
• Que esté garantizado en todas las calles el acceso a ambulancias, bomberos y otros servicios públicos.
• Que se garantice la higiene en el espacio público.
El caos en el que estamos viviendo es tal que incluso surgió la inquietud de preguntarse si los bares no deberían, como antes de la pandemia, funcionar puertas adentro e insonorizados, dado que el aforo está permitido al 100%.
Queremos un barrio amable para todxs, abierto a la comunidad, que propicie el trabajo y el esparcimiento sin comprometer la vida cotidiana de los habitantes. Por alguna razón estos comercios se instalaron en San Telmo; son sus calles centenarias, su encanto, su personalidad y la existencia de habitantes dispuestos a recibir a las visitas lo que lo caracteriza. Somos los vecinos quienes albergamos a los visitantes, ya que nadie pondría un bar en el desierto.
En definitiva, los residentes somos quienes lo hacemos más seguro y amable. Disfrutemos juntos el barrio.
Firma: Vecinxos autoconvocadxs de San Telmo
- Podés comunicarte con nosotros en. [email protected]
- Seguinos con la campaña de San Telmo Amable en IG: @santelmo.amable