Reflexiones de una vecina
Domingo de sol, 9 de la mañana. Como todos los días abro mi ventana y lo primero que veo es basura. Estoy en Perú entre Estados Unidos y Carlos Calvo. Salgo de casa para ver crecer el ritmo de San Telmo. Entro en “El Federal” y mientras me sirven un rico desayuno me pregunto ¿Por qué tiene que ser basura lo primero que veo? ¿Por qué tiene que ver esto el turismo, cuando llega? Y tan solo a tres cuadras de los encantos de la feria.
De la suciedad ¿Podemos culpar a los vecinos? Tal vez ¿A los cartoneros? Quizás, pero las autoridades que están transformando el barrio ¿No ven esto?
Basura versus turismo, basura versus restaurantes, basura versus polo gastronómico. ¿Qué quieren mostrar? ¿La fiesta mezclada con la miseria? Porque fiesta hay, pero miserias también y muchas. Son las que dejan nuestras calles con olores nauseabundos provocados por desechos humanos y vidrios de botellas rotas, que hablan de noches ardidas en alcohol. El mismo alcohol que provoca violentas peleas callejeras por las mañanas, muy temprano, cuando salen de ¿Divertirse?
Los vecinos pagamos ABL. “A” de alumbrado, está bien, “B” de ¿Barrido? “L” de ¿Limpieza?
Me pregunto y le pregunto a las autoridades ¿No sería preferible invertir más en limpieza, para evitar que las ratas y cucarachas que traen enfermedades jueguen carreras por las calles y menos en adoquines no históricos e innecesarios y bolardos?
Pero no me contesten. Creo que ya conozco la respuesta. “La transformación no para”. La limpieza sí.
Texto y fotos: Stella Maris Cambre