Pequeña historia de la imprenta
La primera imprenta que tuvo Buenos Aires fue la de los Niños Expósitos. Se instaló con los materiales de la tipografía cordobesa, traídos por indicación del virrey Juan José de Vértiz y Salcedo.
Fundador de la Casa de Expósitos, le incorporó un taller tipográfico con el doble propósito: el de obtener recursos para su sostenimiento y el de enseñar a los muchachos varones un oficio.
Vinieron de Córdoba, a principios de febrero de 1780, después de recorrer 150 leguas de desierto, según documentos del Archivo de Indias.
El taller se instaló en el mismo edificio de la Casa de los Expósitos, ubicado en la esquina nordeste de las calles San Carlos y San José (las actuales Alsina y Perú). Con fecha 6 de julio el virrey Vértiz ordenaba se proveyera a la imprenta “de todo lo necesario para su funcionamiento”.
Vértiz hizo traer de la plaza de Montevideo a un cabo del cuerpo de Dragones, llamado Agustín Garrigós, que antes de ingresar al ejército había sido tipógrafo en la metrópoli. Garrigos, “inteligente en el manexo de imprenta” como decía el virrey-, debe ser considerado como el primer impresor de Buenos Aires.
El 21 de noviembre, Vértiz firmaba “su más memorable decreto” -como lo llamó Mitre- instalando la imprenta con el nombre de Real Imprenta de Niños Expósitos.
Un par de meses antes del despacho de Vértiz solicitando dicha aprobación, el taller de los Niños Expósitos había tirado sus primeras producciones: unos formularios, una letrilla y dos bandos, uno sobre las incursiones de los indios hasta las fronteras de Luján y otro sobre los milicianos que en las acciones con los indios se quedaban a despojar a los rendidos o muertos. A esos impresos siguen, también antes del despacho enviado a la Corte, el nombramiento del protomédico Gorman u O´Gorman y la publicación de la primera gaceta porteña, que salió a la luz con fecha 8 de enero de 1781.
A Silva y Aguiar sucedió el capitán mayor de plaza Alfonso Sánchez Sotoca, en abril de 1783, quien al año siguiente debió trasladar el taller a otro local, ubicado en las calles San José y San Francisco (Perú y Moreno), en el que permaneció hasta después de transformado en Imprenta del Estado. En diciembre de 1784 se había incorporado otra prensa para apretar el papel, fabricado en Buenos Aires y en 1790 trajo la fragata San Antonio de Paula “los tipos tan deseados”, que aumentaron el material de letras, gastado y escaso.
El personal se componía a la sazón de tres operarios, oficiales o maestros, ayudados por algunos aprendices. El principal era, indudablemente, el impresor Garrigós, que había organizado la imprenta. Fueron los primeros gráficos porteños y por eso merecen un recuerdo. Con habilidad, con empeño, compusieron, tiraron y encuadernaron los primeros impresos nuestros, durante varios lustros, meciendo en la cuna este magnífico alarde progreso y cultura que es la imprenta argentina.
El 21 de julio de 1796 el virrey Melo de Portugal, nombraba a Garrigós, “teniendo en consideración su acreditada idoneidad, esmero y otras recomendables circunstancias, Maestro Impresor, con destino a la expresada Oficina, concediéndole las facultades y excepciones que como a tal le corresponden”, etc.. Tres años más tarde, precisamente en julio de 1799, al sacarse a remate el arrendamiento de la imprenta se admitió la propuesta de Garrigós, tocándole dirigir durante su administración las ediciones de dos interesantes periódicos surgidos a principios del siglo: Telégrafo mercantil, rural, político, económico e historiógrafo del Río de la Plata, del inquieto coronel y abogado y primer escritor periódico de estos reinos, Francisco Antonio Cabello y Mesa y el Semanario de agricultura, industria y comercio, de Hipólito Vieytes, prócer de Mayo.
A principios de 1807 llegaba a Buenos Aires la moderna imprenta adquirida en Montevideo a los ingleses, de la que estos se habían servido para imprimir en la vecina ciudad proclama y bandos y el periódico La Estrella del Sud. “Con su letra, prensas y utensilios constaba de 67 piezas” y se compraron juntamente 100 resmas de papel y otros útiles. La imprenta había sido tratada en 5.000 pesos, cuya suma debía abonarse en cascarilla.
El 28 de noviembre de 1809 se hacía cargo del taller Agustín José Donado, que se contó entre los más ardorosos varones de la revolución y en diciembre, después de largos viajes marítimos, llegaron para los Niños Expósitos 15 cajones de letras -precioso aporte para el ya aumentado material tipográfico- que iba a prestar, poco después, los mejores servicios.
Su administración abarcó la época de mayor actividad, pues desde 1810, aparte de los numerosos bandos y decretos del nuevo gobierno, se publicó invariablemente la Gaceta, con sus varias páginas, de nutrido material; durante ese año y los tres primeros meses del siguiente, apareció también El Correo de Comercio, de Belgrano. En 1812 comienzan los periódicos primeros de la revolución, con Mártir o Libre, de Monteagudo, el Grito del Sud y El Censor, impresos igualmente por los Expósitos.
A mediados de 1815 se incorporaron al taller dos prensas, adquiridas al comerciante inglés Diego Brittain y en octubre de 1816, una nueva importada de Europa. En julio de 1822 se aumentaba el material tipográfico con un completo surtido de letras, procedente de Londres, que pesaban más de 5.000 libras.
Por decreto del 9 de febrero de 1824, que lleva la firma de Rivadavia, el gobierno disponía que la imprenta de los Niños Expósitos fuera administrada por cuenta del Estado y al año y meses después cambiaba de nombre. Así lo anunció en su ejemplar del 6 de agosto de 1825, El Argos de Buenos Aires: “La Imprenta denominada de Expósitos -decía– se llamará en lo sucesivo imprenta del Estado”. Habían pasado nueve lustros, desde su establecimiento en Buenos Aires, en siete de los cuales fue la única existente en el país.
En julio de 1815 abrió sus puertas la segunda tipografía porteña: de José Manuel Gandarillas y Cía., que tenía un buen surtido de letras de excelente calidad y figura y era de fabricación inglesa. Al año siguiente aparecen la imprenta De la Independencia y la Del Sol. Por primera vez se publicaron dos periódicos: El Independiente y el Desengaño y por la segunda: La Crónica Americana y el Observador Americano. En 1819 figura una nueva imprenta: la de Álvarez, que en 1823 fue adquirida por el gobierno de Córdoba. En los últimos meses de ese año, se estableció la imprenta de Hallet y Cía. que se llamó La Gaceta Mercantil porque era la editora de ese diario y estuvo hasta la caída de Rosas.
Antes de finalizar 1825 se establece la imprenta Argentina que imprimía “con la perfección posible, bien sea en castellano, francés o inglés” y hacía toda clase de grabados. En 1827 se abre la litografía de Bacle y Cía -a quien González Garaño llama el gran propulsor de las artes gráficas en Buenos Aires- de donde salieron “innumerables trabajos, cuarenta retratos de nuestras altas personalidades en el orden militar o civil, la serie de cuadernos de los Trajes y costumbres de la provincia de Buenos Aires, fiel representación gráfica de los tipos y costumbres característicos de la ciudad y campaña, la Colección general de las marcas de ganado de la provincia de Buenos Aires, monumental trabajo litográfico, las primeras caricaturas, aspectos de nuestra ciudad, mapas, planos, músicas, medallas, divisas, poesías, folletos, etc.” (Los primeros periódicos ilustrados de Buenos Aires. Un capítulo de la vida del litógrafo Bacle, por Alejo C. Gonzáles Garaño en el suplemento literario de La Nación, 8 de julio de 1928). Bacle fue el editor de nuestros primeros periódicos ilustrados “casi contemporáneos a los de Francia y en un año anteriores a los aparecidos en España”.
En el primer censo nacional, verificado durante la presidencia de Sarmiento en septiembre de 1869, aparecen los habitantes clasificados por profesiones. Se incluyen en el resumen general, en Buenos Aires: 547 tipógrafos, impresores, etc. (460 en la ciudad y 87 en la campaña) y 77 litógrafos.
Veinticinco años y ocho meses después de la realización de ese primer censo, se realizó el segundo. Este, por primera vez, abarcaba todo el país y en él se señalan datos muy interesantes acerca del desarrollo de las artes gráficas. En 1895 había 212 imprentas donde trabajaban 2.480 personas, poseían 46 máquinas a vapor, de 180 caballos y 913 de otras clases. Las litografías eran 35, empleaban 1.494 personas, poseían 26 máquinas a vapor de 224 caballos y 601 de otras clases. En la Capital Federal (hoy Ciudad Autónoma de Buenos Aires) figuran 111 imprentas, más de la mitad de las existentes en todo el país y 27 litografías.
Este resumen de “Pequeña historia de la Imprenta en América” de Félix Ugarteche, fue publicada por la Imprenta López (Perú 666, CABA), en ocasión de la primera Feria del Libro Argentino, bajo la dirección de José M. López Soto y Attilio Rossi (1° de abril de 1943).
La primera Feria del Libro Argentino fue una hermosa exteriorización -que continúa hasta nuestros días-, de una industria argentina que fue y es la difusora de la cultura popular.
Agradecemos a Ramón Vidal Vasquez el enorme aporte histórico que posibilitó este artículo
Gracias por contar esta historia pero también les quería contar que soy la nieta de Bograd un imprentero de la calle defensa 722 mi abuelo el rumano quien fundo la imprenta de mi familia solo con una máquina y duro 72 hermosos años juegos por los problemas económicos y al fallecer el se cerró. Saludos cordiales Nancy Patricia Zalazar Bograd zimerman