El barrio histórico que se ha transformado en un “no-lugar”
Es cierto que todo cambia. También es cierto que a veces uno añora determinadas cosas o situaciones que ha pasado en la vida.
Pero aun siendo así, no quiere decir que lo que recordamos “con un manto de piedad” sea lo que más nos gustó o lo mejor que vivimos. Sin embargo, hay formas, momentos, lugares donde el recuerdo se asienta y la sonrisa surge indescifrable.
Eso pasa algunas veces con los sitios del barrio en que llegábamos agarrados de la mano de nuestra madre, padre, abuela, tío, tía, hermanos mayores, amigos, compañeras de colegio o simplemente solos. Hoy, el barrio todo es irreconocible a nuestros sentidos. Ya no son los mismos comercios donde comprábamos el pan, la carne, el almacén, la verdulería, etc.etc. Tampoco están las mercerías, perfumerías, farmacias, zapaterías, etc.etc.
Puede ser por eso que, para comprar algo, no salimos caminando “de memoria” hacia los lugares donde tenemos que adquirir lo que necesitamos, sino que vamos buscando con la mirada para ver si todavía está el negocio conocido.
No se trata de una simple añoranza sino de reconocerse en el derredor del habitad que uno eligió para vivir y que, de repente, los sabiondos de siempre decidieron que la costumbre del vecindario amigable era vetusta y de un zarpazo bien dado rompieron con todos los esquemas en pos de la modernidad.
Nadie está en contra de la evolución, simplemente se entiende que debe ser paulatina porque no todo tiene que ser para los que están llegando ya que los que estábamos tenemos nuestros derechos adquiridos y es más fácil que el que recién se incorpora se adapte a lo establecido que el que ya tiene todo establecido se levante una mañana y se encuentre con las máquinas rompiendo las calzadas y las veredas de nuestra pequeña aldea, llenándolas de canteros con plantas despersonalizadas y sin identidad.
San Telmo se ha transformado en un barrio comercial, más precisamente en una zona de negocios de comida, bares y restaurantes. Los visitantes, tanto internos como externos, no vienen a conocer el lugar donde fue el origen de la ciudad toda -junto con Monserrat- sino a probar las diferentes especialidades culinarias. Es decir, no vienen a conocer la historia de esta zona del Rio de la Plata, sino a probar la gastronomía que, además, es escasamente nacional ¡Vaya ironía!
Es una lástima “tirar por la borda” la cultura y no aferrarse a ella para erguirse firme para afrontar y darle identidad al futuro de la modernidad.
José Saramago (Premio Nobel de Literatura, 1998) aseveró ya en 2001 al presentar su libro “La Caverna”: “La ausencia de comunicación es total en un centro comercial, donde el comprador no necesita intercambiar ninguna frase con el dependiente, a diferencia del diálogo inevitable que se establece en una tienda pequeña. Pero, junto a esa circunstancia, el único espacio público del mundo de hoy es un centro comercial. Antes las gentes se reunían en las plazas o en los jardines, pero ahora ya no son lugares seguros. Los grandes almacenes son, a la vez, las nuevas catedrales y las nuevas universidades. No tengo nada contra estos establecimientos, pero sí contra una forma de espíritu autista de consumidores obsesionados por comprar”. Y yo agregaría, pidiéndole disculpas al Maestro: obsesionados en comer y tomar el vinito o la cervecita de moda. Estos espacios transitorios son “no-lugares” -como los denominó el antropólogo francés Marc Augé- y la suma de ellos son la impersonalidad del lugar.
Para que los lectores tengan una idea de cómo era comercialmente el barrio, incluimos un folleto de Los Teatros de San Telmo del Arq. Osvaldo Giesso, hecho en 1972 donde se indican los puntos de interés de esa época.
Como se puede observar, de TODOS los comercios que figuran en los anuncios, apenas sobreviven unos pocos como El Viejo Almacén. Figuran también los que fueron destruidos por el Intendente Osvaldo Cacciatore (1924-2007) -quien también quiso “transformar” la ciudad llenándola de autopistas- dejando “puntos ciegos” (bajo autopistas) muchos de los cuales todavía existen y dividen al mismo barrio, como pasa en San Telmo donde la Avenida San Juan es una barrera invisible e irreconciliable entre el norte y el sur.
Isabel Bláser
Agradecemos a Fernando y Martín Giesso el material gráfico histórico que ilustra la nota.