Ladran Sancho…
Cuando escuchamos una y otra vez las voces que defienden o cuestionan el concepto y la forma de impartir u organizar la EDUCACIÓN en nuestra sociedad, vemos la enorme importancia que realmente tiene y que -muchas veces- no se le da.
La EDUCACIÓN PÚBLICA es un derecho de cada persona y el objetivo es darle las herramientas para desempeñarse tanto individual como socialmente, en un mundo cada vez más competitivo y exigente. Socialmente es una necesidad, ya que le permite conocer y comprender las reglas de una buena convivencia humana, analizarlas y/o cuestionarlas, respetarlas entendiendo el porqué de su creación e intentar cambiarlas en el caso que hayan quedado obsoletas.
Claro que muchos de estos conceptos se han perdido o modificado, pero no por eso hay que anular la posibilidad de recibir -insisto- ese derecho básico.
Ahora bien, llama la atención que se la ataque tanto, por qué se insiste en arancelarla, por qué se la desprecia, por qué a los profesionales que se dedican a educar y/o a transmitir los conocimientos se los manda a “lavar los platos” (frase despectiva si las hay, que quedó en la conciencia colectiva de nuestra sociedad) o se los denigra y combate preguntando de manera ignorante: “¿Qué producen”? como si el ser humano tuviera siempre que mostrar resultados de su actividad en forma tangible o medirla por las horas o días trabajados.
Estos conceptos emitidos como “golpes bajos” y usados para combatirla -reitero-, demuestran la ignorancia de quien los dice y de quienes los repiten como una verdad revelada. El acceso a la EDUCACIÓN nos hace que podamos cuidarnos más de este tipo de conceptos peligrosos.
Es cierto que se nota en nuestra sociedad la ausencia de una EDUCACIÓN básica y elemental, a partir de la cual el ser humano deja de ser un animal básico que solo se ocupa de comer, “producir”, dormir y reproducirse, para transformarse en una persona con sueños, inquietudes, opinión propia, discernimiento, elección libre y razonada por la comprensión de situaciones debido al análisis de estas.
Pero volviendo al por qué del permanente ataque, podríamos pensar que la EDUCACIÓN es en si misma una llave que tiene el individuo para “abrirse” hacia inquietudes que pueden hacerlo “despegar” de la mediocridad que inunda a una sociedad captada por la chatura de lo que “se usa” o lo que “debe ser” y lo lleva a poder sostener, con argumentos lógicos y análisis -por el uso de conocimientos previos y siempre que esté predispuesto a hacerlo y elija interiorizarse en ellos-, una opinión personal fundada y no repetida “por oídas”.
En síntesis, la EDUCACIÓN es un valor, es una necesidad, es la base fundamental e imprescindible para combatir a los “iluminados” que con sus “luces” quieren encandilarnos y -debo decirlo- muchas veces lo logran.
Jean-Jacques Rousseau (1712-1778), uno de los pensadores más reconocidos de la época de la Ilustración, afirmaba que “la educación es una forma de dominio social. Unos se imponen sobre otros mediante el conocimiento”.
Más contemporáneo, Paulo Freire gran educador brasileño- (1921-1997) en su libro “La educación como práctica de la libertad” dice que “Solo en la educación puede nacer la verdadera sociedad humana y ningún hombre vive al margen de ella. Por consiguiente, la opción se da entre una “educación” para la “domesticación” alienada y una educación para la libertad”.
Asimismo, considera que “dentro de las condiciones históricas de la sociedad es indispensable una amplia conciencia de las masas que a través de una educación haga posible la autorreflexión sobre su tiempo y su espacio”.
Tomando solo estas dos premisas vislumbramos el porqué del ataque sistemático a una herramienta que hace del ser humano un individuo con ideas propias, la mayoría de los cuales dificultan el acorralamiento de su voluntad tornándolo poco manejable por la seguridad en su argumentación al esforzarse en el análisis y la comprensión de los problemas, para evitar deformaciones. Esto lo vuelve “peligroso”.
Isabel Haydeé Botana, (docente argentina, 1910-2011), en su libro “Mensajero fue el viento” señala que “El docente tiene un campo muy dilatado para transitar y el horizonte no puede negarle la permanente búsqueda, el control de eficiencia de sus propias acciones. Un elemento indispensable es la propia conciencia del deber, el ideal y la posición de equidistancia del medio en que debe desenvolverse”. Por tanto, “en los pueblos desligados de la cultura los tropiezos son enormes por los problemas de las dudas y los miedos de los integrantes de la comunidad. Nadie puede recoger flores si antes no se limpiaron los jardines donde quedaron las raíces viejas de los árboles grandes que el temporal arrasó”.
María Montessori (educadora, científica italiana -1870-1952-) destacó que “Nadie puede ser libre a menos que sea independiente; por lo tanto, las primeras manifestaciones activas de libertad individual del niño deben ser guiadas de tal manera que a través de esa actividad el niño pueda estar en condiciones para llegar a la independencia”.
Todos los referidos tienen un denominador común: la EDUCACIÓN apunta ineludiblemente al análisis de las ideas, cuestionándolas no porque sí sino para armar un razonamiento crítico que permita a la persona adentrarse en su conocimiento y en la búsqueda de explicaciones taxativas que hagan de su opinión una voz valorada frente al casual adversario.
Por eso, la EDUCACIÓN es un “arma” que si se la usa correctamente y con subjetividad responsable rompe los muros de la ignorancia y abre horizontes ciertos
hacia un futuro que, por ahora, no es demasiado claro.
Isabel Bláser