¿Habrá títeres en el cielo?’

Recuerdo a Sarah Bianchi, ex directora del Museo del Títere

Sarah Bianchi en el museo del títere, julio 2008. Foto: Marcelo Somma

Sarah Bianchi en el museo del títere, julio 2008. Foto: Marcelo Somma

Quizá todo empezó en 1944, cuando Sarah se encontró con su primer títere, Lucecita. O diez años antes, cuando grandes como Federico García Lorca y otros artistas e intelectuales sacaron a los títeres del lugar de juego.

“Yo era artista plástica, actriz y dramaturga y Mané (Bernardo) me llamó para pintar y decorar sus obras en la Compañía Nacional de Títeres que funcionaba en el Cervantes y que ella había creado. A los dos años, me dio un títere llamado Lucecita y nunca más lo dejé. Con los títeres puedo ser todo lo que soy”, dice Sarah Bianchi, con eternísima sonrisa y lagrimales de quien lleva 86 años en sus pupilas.

Sus manos lánguidas abandonan cigarrillos sólo para acariciar alguno de los 5.000 muñecos del mundo entero que recolectó y se lucen en el Museo del Títere de San Telmo. Único museo temático en Argentina y segundo en América Latina.

Cabellos plateados, delicados sobre un cuerpo casi etéreo. Pero, la misma dama de esta descripción es esa con la que uno prefiere, mejor, no discutir. Y es la misma que construyó, junto a su compañera Mané Bernardo, el movimiento titiritero argentino: levantó ese museo, lo sostuvo con su dinero, dio las noticias de la mano de su “Lucecita” en el antiguo Canal 7; quedó sola, fue declarada Ciudadana Ilustre de la Ciudad de Buenos Aires, recibió el premio a los 62 años de trayectoria del Instituto Nacional del Teatro, cuida una biblioteca temática de 5.000 volúmenes y jamás se le ocurriría mudar su construcción (ni mudarse), de San Telmo.

Por las noches, una y cada una de las otras, se la descubre en el bodegón Los Olleiros, vecino a su museo (“es que ahí se puede fumar, es rico, barato y va todo el barrio”, dice cuando se le pregunta si es cábala cenar allí).

“Quiero comprar la casa de al lado para unirlas y hacer una sala muy grande; el barrio y todo este espacio lo necesitan y merecen”, declara.

Hasta aquí, esta cronista escribe en tiempo presente y se refiere a una entrevista que le realizó a esta gran mujer en junio de 2008.

Ya es septiembre de 2010. Sucedió otros inviernos y hoy se camina hacia la primavera; pero, esta vez, duele saber que no abrirá una de las flores más pequeñas, bellas y fuertes que se han visto: una “Nomeolvides” de San Telmo. Es que Sarah se ha ido a mover los hilos a otros mundos, el 6 de julio de este año.

“Si pudiera elegir una vida nueva, elegiría ésta”, dijo antes de irse. Muchas gracias y hasta luego, señora de los títeres.

—Nora Palancio Zapiola

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