Doña Primavera

Gracias Gabriela Mistral por toda tu poesía.

Estamos en septiembre, con P. Me gusta escribirlo así, con P, porque soy antigua y no me importa que la Real Academia lo acepte también de otra manera. Lo prefiero porque pronunciado con P el mes tiene más fuerza.

Es el mes del inicio de la PRIMAVERA y la primavera tiene fuerza, la necesaria para pujar, para que nazca, renazca y crezca la vida.

Y con el paso del tiempo el ser humano crece mucho y recuerda ¡Y vaya si recuerdo las primaveras de mi vida en nuestro barrio! Pero ya he contado, en este espacio, las glorias primaverales de San Telmo con desfiles de carrozas, concursos de vidrieras y la consabida elección de reina y princesas.

Todos esperamos la primavera con la alegría de recibir el clima agradable, el sol brillante, los pájaros cruzando muy temprano el cielo azul, la explosión de las flores y la llegada de las golondrinas. Pero especialmente la esperan los estudiantes que festejan también su día -en homenaje a Sarmiento por ser en el que llegaron al país sus restos- y coincidiendo con que la primavera hace despertar a la vida.

Entonces aparecen los siempre tradicionales picnics de primavera el 21 de septiembre (con P).

“Picnics eran los de antes” diría mi abuela, porque la emoción estaba en los preparativos; en la expectativa del clima de ese día ¿Qué ropa nos pondríamos? ¿Llevaríamos sanguchitos hechos por mamá o alfajorcitos? ¿Chupetines o chocolates para compartir? ¿Qué lugar elegiríamos, Palermo o Costanera Sur que está más cerca? ¿Vendrían algunos padres que harían su propio picnic no muy cerca del nuestro o nos dejarían ir solas?

Las chicas hacíamos hermosos moños y vinchas con flores de papel crepe y los usábamos en el colegio porque para esa fecha estaba permitido y las maestras y los profesores enseñaban como siempre, sí, pero participando de la alegría casi infantil e inocente de aquellos días. A veces las escuelas dejaban adornar sus grandes patios para hacer los festejos y, en los recreos, todo se compartía con felicidad.

Pero los festejos han ido cambiando al compás de la sociedad toda.

En los últimos años anteriores al 2020 los parques de Buenos Aires, principalmente Palermo, vieron como los jóvenes cambiaron sus inocentes festejos con gaseosas o jugos llevados en botellas de plástico, por latas de cerveza y cartones de vino que dejaban tirados por el piso como testigos fieles de sus borracheras y agresividad.

Así creció la violencia y después de la “fiesta” Buenos Aires pudo contar con muchos heridos por peleas entre bandas alcoholizadas y drogadas. La ciudad que había previsto dejar todos los parques limpios para la sana diversión de la juventud, se vio luego obligada a emprender un gran operativo de limpieza que todos pagamos ¿Qué habrá pensado de esto Doña Primavera?

Después llegó la tan temida pandemia y las cosas han vuelto a cambiar.

El año pasado fueron pocos los grupos que se juntaron en Palermo. Prefieren otras opciones. Arman juntadas (palabra que ahora se usa mucho) en shoppings, lugares de juegos electrónicos y para ver videos, cada uno en su celular y disfrutan de esas fructíferas conversaciones que tienen con sus amigos del otro lado de la máquina o por Whatsapp, aunque estén a un metro de distancia.

A veces eligen festejar otro día, yendo a bailar a algún boliche de moda. Eso es bueno, divertido, lindo y sano porque fomenta lo social. El problema es que entonces vuelven a aparecer el alcohol y las drogas, acompañados de provocaciones, golpes y hasta muerte. Sé que los jóvenes violentos son minoría, pero son una minoría que angustia porque no nos gusta verlos mareados y lastimados. Así es como los veo en las ya cálidas y luminosas mañanas tempraneras por nuestro barrio.

Tal vez parezca que me fui del tema primavera, pero “todo tiene que ver con todo” y lo digo porque en esta ocasión le quiero hacer un pedido a Doña Primavera. Y hasta tengo la osadía de imaginar una conversación con la gran Gabriela Mistral ¡Se imaginan ella y yo charlando!

Gabriela –                 

Doña Primavera

de aliento fecundo,

se ríe de todas

las penas del mundo

….

Stella –                                   

Yo no creo que se ría de las penas Gabriela. Ella las suaviza, las quiere quitar y, como bien decís en tu poesía, trastoca la fealdad en belleza y la tristeza en alegría. Es por eso que la vemos yendo “por esos caminos loca de soles y loca de trinos”. Lo dicen tus palabras, mirá:

De la tierra enferma

en las pardas grietas,

enciende rosales

de rojas piruetas

Pone sus encajes,

prende sus verduras,

en la piedra triste

de las sepulturas.

Gabriela, la primavera está agradecida por tus palabras y yo también. Por eso ahora, con tu permiso, voy a usarlas para hacerle mi pedido.

Doña Primavera

de manos gloriosas,

haz que por la vida

derramemos rosas.    

Rosas de alegría,

rosas de perdón,

rosas de cariño

y de exultación.

                                                                                               Stella Maris Cambre

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