Una mateada sencilla y auténtica
El sábado 30 de octubre pasado, más de 70 personas superaron un clima frío y ventoso, y el duelo de la muerte del ex presidente Néstor Kirchner, para “envecinarse” en el Parque Lezama. La Gran Mateada Barrial, como fue bautizado este evento desde su primera edición en 2009, es un encuentro informal de vecinos y gente predispuesta a la idea de compartir un rato juntos al aire libre y fortalecer la comunidad con la tradicional ronda de mate.
La organización
Este año la organización del evento surgió espontáneamente desde el grupo de colaboradores del Sol de San Telmo como una manera de festejar el tercer aniversario del periódico, pero también—y más importante—para remarcar su campaña social “Envecinarse”, que tiene la consigna de salir a tomar mate a la puerta y rescatar la tradición barrial de socializar en el espacio público.
Desde la perspectiva de una de las organizadores principales, pude observar que este año la Gran Mateada Barrial tuvo algunas diferencias comparado al año anterior:
Primero, fue más informal y menos institucional que la edición que se realizó en la Plaza Dorrego en 2009. En vez de ir a las asociaciones y comercios locales para pedir su apoyo—tanto monetario como humano—era el grupo de vecinos que se encargó de llevar para adelante la iniciativa a puro pulmón: los afiches y folletos se imprimieron con lo que se pudo recaudar en una colecta grupal, y se distribuyeron por el barrio gracias al reparto que hizo cada uno.
Creo que en el futuro una combinación de ambas cosas sería ideal: tanto la participación institucional de grupos organizados como la movilización espontánea de los vecinos. Sin embargo, la dinámica este año dió como resultado un evento menos “producido”, pero más simple y, en algunos sentidos, más genuino en cuanto a la participación y asistencia de vecinos comunes.
Segundo, el espacio influyó de varias maneras: al estar en el Parque Lezama un día de frío, el encuentro no se encontraba en el medio del tráfico peatonal de la Plaza Dorrego los fines de semana y no cayó gente por casualidad, como ocurrió el año pasado. El parque era un lugar menos contenedor y más abierto que la plaza, pero también más sencillo logísticamente porque no era necesario negociar el uso de un espacio limitado con los otros intereses que utilizan la plaza (entre ellos, los restaurantes, artesanos, vendedores y turistas).
El resultado de estas circunstancias fue que todas las personas que llegaron a la mateada vinieron intencionalmente, y a pesar de algunas condiciones adversas. Aunque era un grupo más reducido en números, se notaba un deseo más grande y claro de “envecinarse”.
“Era obvio que todas las personas que vinieron esta vez, vino porque realmente tenía ganas de estar tomando mate con otros, y no porque estaba paseando por la zona o porque se estaba regalando galletitas y MateListos (un aporte de las empresas Taragüí y Tía Maruca el año pasado)”, dijo Bruno Ballestrero, vecino y director del Centro San Bao, una escuela de artes marciales en el barrio. Juan Lima, vecino y artista plástico que asistió ambas mateadas, comentó que la última le pareció “mucho más auténtica”.
La gente
El grupo de personas que estuvieron era diverso por un lado y unificado por otro. Diverso por su composición social cultural, que incluía vecinos de hace poco y mucho tiempo en el barrio, personas mayores y chicos (aunque la mayoría de la gente era de entre 20 y 40 años de edad), extranjeros y argentinos, y gente de distintas clases sociales.
Pero era unificado porque era evidente que el motivo de todos era conocerse mejor, y compartir un rato simplemente charlando y tomando mate. Los comentarios de varias personas reflejaron el objetivo central del encuentro, que era fortalecer los lazos sociales y contrarrestar a las tendencias actuales hacia el aislamiento, la inseguridad y el anonimato.
“Soy re-timida en situaciones con mucha gente desconocida, pero me sentí súper cómoda y tranquila hoy” dijo Silvia Gnocchi, vecina y docente, que aprovechó del espacio abierto para venir con su perrito.
Otro vecino, Eduardo Coria, reflexionó: “Fue una puerta para encontrarme con la comunidad en la que vivo hace tiempo, pero no me había conectado de esta manera. Creo que estos encuentros cara a cara son muy importantes para convivir socialmente y hacer de nuestro barrio, ciudad, país y mundo un mejor lugar.”
Durante la tarde, el simple pero poderoso gesto de pasar el mate de una persona a otra, aunque sea desconocida, tejía una red invisible de conexión y confianza. Confianza en ese ideal básico sobre el cual el mundo pueda abrirse y contener más que uno mismo: el encuentro humano y la comunidad. O en las palabras de Isabel Bláser, que vino con su marido, hija y nieto, “Como dice la canción: ‘no es bueno que el hombre esté solo, se vuelven igual que los lobos’”.
Federico Winniczuk y Lucía Gómez, que aportaron una tanda música folklore el año pasado, volvieron con dos guitarristas más para cerrar el evento. Entre zambas y chacareras, la gente escuchaba y acompañaba mientras crecían las sombras de los majestuosos árboles tipá que rodean el anfiteatro.
Era un momento mágico, sencillo y humano. Al final Carolina López Scondras reafirmó la importancia de seguir abriendo la posibilidad de estar juntos, confiar y conocernos mejor, y compartir los espacios que son de todos—no sólo cuando se organice mateadas grandes, pero todos los días, y cada uno de su propia manera.
—Catherine Mariko Black
Agradecimientos: Yerba Mate y Té Pájaro Azul por su generosa (e ínsolicitada) donación de yerba; Leandro Querido en Radio Palermo y Omar Dianese en Radio Nacional por su difusión del evento; y sobre todo a cada una de las personas que se ocupó de mandar un mail, dejar un folleto o pegar un afiche y de esa manera apropiarse de la idea central de la mateada: compartir.
Las fotos de Beatrice Murch se pueden ver en su página de Flickr: www.flickr.com/photos/blmurch
Qué buen ambiente se respira en estas imagenes !
que sigan las mateadas !
Tomi