Violeta tiene dos mamás
Ley de Matrimonio Igualitario
Hoy fue un día muy especial: Violeta cumplió su primer añito, y sus madres vinieron a Buenos Aires a festejar su cumpleaños. Mientras regresaba de una plácida tarde de primavera junto a otros amigos y familiares de la bebé, me sorprendí al darme cuenta cuánto puede cambiar en tan poco tiempo: La Ley de Matrimonio Igualitario es uno de los logros sociales más importantes del año pasado, y gracias a ella vivimos en una sociedad un poco más justa e inclusiva.
Mis vecinas
Conocí a Andrea cuando ella dirigía Simón en su laberinto, un bar que estaba en la calle Bolívar al 900 y que junto a algunas otras propuestas conformaban la idea de un Gay Friendly San Telmo. Fue en Simón donde debutó la hoy conocida Milonga Tango Queer.
Andrea era la típica dueña de comercio de esta zona: todo terreno y tiempo completo, por lo que no es de extrañar que conociera allí mismo a Marian, una vecina que vivía a la vuelta y que había crecido en el barrio, y pronto formaron una pareja. Siempre nos cruzábamos en alguna vereda: ellas caminando de la mano y a veces unidas por un sutil abrazo, paseando a sus perritos.
Un día Andrea me contó: “Marian está embarazada”, y me pareció maravilloso que pudieran concretar su deseo de formar una familia y ser madres. Me contó, además, sobre las dudas que habían tenido en los primeros momentos: cómo, cuándo y con quién, ya que habían decidido que una de ellas iba a ser mamá biológica. “Decidimos que iba a ser la más joven” y así fue como con una técnica de fecundación asistida –el mismo que utilizan las parejas heterosexuales– y con un donante masculino anónimo, Marian quedó embarazada.
Nuevas madres
Luego vinieron nuevas dudas: cómo preparar a la criatura para que conviva en una sociedad que la iba a marcar como diferente; cómo explicarle que esa diferencia era una más entre tantas otras diferencias que todos sentimos cuando comparamos nuestra familia con las de los demás; cómo enfrentar esa comparación, y posiblemente muchas veces ser víctima de burlas o de discriminación.
Pero sus dudas se disipaban al tiempo que crecía la panza de Marian y se convirtieron en nuevas certezas cuando Violeta vino al mundo. “Yo les dije que iba a ser chancleta”, recordó una de sus abuelas. Ver a la hermosa bebé cuidada por sus amorosas madres era suficiente motivo para saber que iba a ser feliz a su manera, como tantos otros niños que son deseados, bienvenidos y criados con amor. Violeta, además, tiene abuelos, tíos y primos que la recibieron con alegría. Y sus vecinos ahora la veíamos por el barrio en brazos de alguna de sus madres –generalmente en los de Andrea–. Las tres y sus perritos.
Nuevas familias
La sociedad cambia, nuevas formas aparecen y otras, tal vez no tan nuevas, salen a la luz con fuerza y necesidad de reconocimiento. Pero la ley es más lenta: hasta ese momento reconocía que Violeta tenía una sola mamá. Este límite legal generaba una vulnerabilidad en las tres: Andrea y Marian no podían casarse y no tenían derechos mutuos. Andrea no podía adoptar a Violeta (porque ya tenía una madre) por lo que no tenía derechos legales para con su hija, y la niña por lo tanto no podía disfrutar de los derechos de una de sus madres –que incluyen la obligación de cuidarla siempre, sin importar las vicisitudes de la vida afectiva de la pareja–.
No podían resolver el tema legal pero por lo menos podían decidir dónde vivir y criar a Violeta. “Nos vamos a vivir a las sierras”, fue la novedad que me contaron un día. Me pareció bien aunque lo lamenté un poco. Ahora viven en Merlo (San Luis), me escriben cada tanto y me envían fotos de la beba. Cuentan que están muy bien aunque extrañan San Telmo, “excepto los colectivos”.
Pasaron algunos meses y la noche de la votación de la Ley de Matrimonio Igualitario nos cruzamos, esta vez, en Facebook festejando la buena nueva. Al poco tiempo se casaron y fueron el primer matrimonio de mujeres en esa provincia. Ahora están haciendo los trámites para que la ley reconozca a Violeta como hija, también, de Andrea.
Nuevas celebraciones
Hace poco vinieron a Buenos Aires para festejar con sus parientes y sus amigos el primer año de Violeta y, de paso, cortaron juntas una torta de bodas, para compartir con nosotros la alegría de vivir en una sociedad que hizo un esfuerzo para reconocer la realidad tal cual es, la de ellas y la de muchos otros, logrando que todos seamos tratados igualitariamente teniendo en cuenta nuestras diferencias. Un paso más hacia una sociedad más inclusiva y democrática.
—Edio Bassi