Tras las huellas del barrio amado
Gestión del patrimonio en San Telmo
Frente a la pregunta ¿qué es un barrio?, podemos ensayar diversas respuestas. Desde el punto de vista de los imaginarios urbanos, la mayoría de nosotros seguramente lo relacionará con ciertos lugares y memorias que lo diferencian y lo hacen único. En este sentido entendemos al barrio como un espacio público de proximidad material y afectiva que recorta y ordena territorios bajo ciertas pautas sociomorfológicas de identidad.
Salir por las calles de San Telmo es recorrer su historia, y con ella, la nuestra. Residuos coloniales que se adivinan en el trazado de sus calles angostas; edificaciones que representan, como capas geológicas, las diversas concepciones arquitectónicas que lo surcaron. Porque uno de los rasgos característicos de San Telmo es su eclecticismo. ¿Eclecticismo en qué sentido? Por un lado, como concepto arquitectónico, es decir, una arquitectura que toma estilos ya existentes para reutilizarlos o combinarlos en la creación de nuevas producciones – aunque muchas de esas innovaciones no hayan pasado más allá de las fachadas -. Por otro lado, eclecticismo a nivel de lo evidente. Es decir, si miramos alrededor, todos los edificios que nos rodean son uno distinto del otro. Esto, lejos de resultar un disvalor, presenta a San Telmo como un barrio dinámico, de contrastes – más o menos felices, según el caso – que lo convierten en un lugar único en la ciudad, profundamente local a la vez que indudablemente cosmopolita.
El turismo y el patrimonio como recurso
Hoy ya no es novedad el tratamiento de San Telmo como “barrio antiguo”. Claro que los proyectos para su gestión fueron diversos y contradictorios. Desde una perspectiva actual, no podemos sino extrañarnos frente a planes como el “Proyecto Bonet”[1], que proponía demolerlo totalmente, creando una nueva zona moderna repleta de rascacielos y áreas verdes. Unos años más tarde llegaría el plan pionero de protección de la zona planteado por el arquitecto José María Peña a través de la creación de la U24[2] en el año 1979, que en el año 1991 se vería reformulada como Área de Protección Histórica (incluyendo parte de Montserrat) y más tarde como Casco Histórico de la ciudad. Este proceso se vio, a su vez, acompañado del traspaso de su gestión desde el área de Planeamiento a la órbita de la Secretaría de Cultura, reflejando el nuevo status “cultural” del patrimonio arquitectónico.
En esta dirección, la última década el gobierno local de la ciudad de Buenos Aires realizó diversas actuaciones estrechamente asociadas con el interés de situar esta zona en el mapa cultural y en los circuitos turísticos globales actuales. Entre esas actuaciones tienen un papel destacado las vinculadas con la puesta en valor del patrimonio edilicio y los nuevos usos de ciertos espacios públicos, como la creciente extensión de la feria de artesanos, que los domingos ocupa enteramente la calle Defensa, peatonalizada durante toda la jornada.
Desde el ámbito privado, la explosión de turismo redundó en la multiplicación de nuevos emprendimientos gastronómicos y hoteleros, a la vez que generó una escalada de precios en las propiedades que expulsó a muchos de sus habitantes, cuyas pensiones u hoteles precarios se transformaron en hoteles boutique, hostels o locales comerciales. De esta manera, San Telmo se renueva de cara a los visitantes, anulando otros usos posibles, reduciendo los contrastes a su mínima expresión.[3]
De torres y otros demonios
Mientras el turismo presiona la vida vecinal, otros fantasmas acosan al barrio. Con la prosperidad económica, la burbuja inmobiliaria transformó cada casa en venta en un posible “terreno”. Así, cayeron bajo la piqueta muchos viejos PHs que tal vez no contaran con un valor patrimonial per se, pero que contribuían a una visión de conjunto que cada vez se ve más desdibujada.
Una activa participación vecinal en defensa del patrimonio urbano fue creciendo al compás de las demoliciones – entre las cuales la aniquilación de la casa Benoit[4], protegida por la ley 1227 de Patrimonio Cultural y con un mural premiado en su medianera, demostró que la ambición económica encontraría poco freno por parte de las autoridades. A este caso se le sumaron nuevas denuncias por parte de los vecinos por demoliciones clandestinas, ejecutadas durante los fines de semana, o por la noche, o destruyendo de atrás para adelante, de manera que nadie se entere hasta que el daño ya es irreversible.
El proceso de revalorización del suelo llegó al summun con el proyecto – resistido por muchos vecinos, pero aún en marcha – de la torre Quartier[5]. Diversos vericuetos regulatorios (suma de parcelas, frente sobre avenida) convierten en legal y factible esta edificación de 90 metros que poco tiene que ver con el entorno que la rodea. Tomando el reclamo de los vecinos, varios legisladores porteños y la Defensoría del Pueblo se han pronunciado en contra del proyecto, que sin embargo continúa en marcha, amparado por el Código de Planeamiento vigente.
Dónde estás, identidad?
Queda claro que San Telmo ya no es el de antes, aun cuando para cada uno de sus habitantes ese “antes” romantizado remita a diversos pasados (la infancia, la bohemia de los 80, los comienzos de la transformación actual). Sin embargo, para todos queda claro que la gestión del patrimonio no puede tratarse como algo divorciado de los vecinos del barrio. Las solicitadas en los diarios, los recursos de amparo y las protestas demuestran que su rol en la defensa del patrimonio es cada vez más preponderante, siendo interlocutores ineludibles ante los políticos a la hora de gestar las políticas que incidan en la vida cotidiana del barrio.
La mercantilización de la cultura en general, y del patrimonio en particular, se plasma hoy en muchas calles de San Telmo en lo que muchos lamentan como una caricaturización del barrio histórico presentado de cara al turismo. Esta nueva jerarquía de “vidriera de la ciudad” presenta el particular desafío de sostener el lugar propio en el marco de nuevas pautas de uso de los espacios (por dónde transitar, pasear, qué consumir).
En este sentido, creemos que el patrimonio es algo más que un simple escenario donde se desarrolla la vida cotidiana; es la base material de una identidad barrial distintiva. Resulta indispensable, pues, pensar en nuevas maneras de armonizar las distintas visiones sobre San Telmo – turístico, vecinal, comercial – en búsqueda de consensos que permitan habilitar un desarrollo cultural, social y económico que respete la diversidad. Una gestión patrimonial inclusiva que mire hacia adelante sin descuidar esa huella cultural que la sostiene y le da sentido.
—Mercedes González Bracco
Bibliografía ampliatoria:
Gorelik, Adrián (2004) Miradas sobre Buenos Aires, Siglo XXI, Buenos Aires
Herzer, Hilda (org.) (2008) Con el corazón mirando al sur, Espacio, Buenos Aires
Welch Guerra, Max (ed.) (2005) Buenos Aires a la deriva, Biblos, Buenos Aires
[1] Bonet, Antonio (1957), “Plan de remodelamiento de la zona sud de Buenos Aires”, en Revista Mirador, disponible en http://www.skyscrapercity.com/showthread.php?t=1255359
[2] La creación del museo de la ciudad en 1968 y la feria de antigüedades al año siguiente constituyen el primer antecedente del cambio de mirada sobre esta zona. Puede consultarse al respecto el testimonio del propio arquitecto Peña en http://ensantelmo.com.ar/Historia/Turismo/Plaza%20Dorrego/jubila_pena.htm
[3] Resulta ilustrativo mencionar aquí el caso del violento desalojo del ex PADELAI para su reconversión en centro cultural.
[4] Irónicamente, la verdadera casa del arquitecto Pedro Benoit, que estaba justo en la esquina de Bolívar e Independencia, ya había sido demolida anteriormente. Esta “Residencia Benoit” era en realidad la casa de sus suegros.
[5] Para un seguimiento de la lucha vecinal contra este proyecto, véase http://noalatorre.blogspot.com/