Una charla con el “Tata” Cedrón
Por Diana Rodríguez
Con su cuarteto se presentó en los escenarios más importantes del mundo, pero le gusta tocar para conocidos en una verdulería de Villa del Parque. Es un ritual: el Tata Cedrón se conecta con algunos amigos y, entre papas, tomates y cebollas, su cuarteto sorprende a los transeúntes con un concierto de primera línea. Musicalizó textos de autores como Homero Manzi, Juan Gelman, Raúl González Tuñón, Rodolfo Walsh y Paco Urondo, entre otros.
Después de 50 años de carrera y más de 30 discos editados, ¿por qué tocar en una verdulería?
¿No se puede tocar para unos pocos? ¿Por qué la cantidad? Una vez, cuando Serrat empezó a cantar en castellano, un catalán le pregunta: “¿Por qué cantas en castellano?”. Y él le dice: “Porque así hay más gente que me entiende”. Entonces el otro le dice: “¿Y por qué no vas a cantar a la China, que hay mucha gente?” (Risas). El cuarteto se destaca por eso, somos atípicos, como amateurs. Acá pareciera que tenés que tocar en el Gran Rex, después en el Luna Park y después en la cancha de Boca… Pero yo he visto recitales malísimos en canchas, donde no se ve bien y se escucha mal…
Acaba de estrenarse el documental “Tata Cedrón, el regreso de Juancito caminador”. ¿Qué se siente ser protagonista de una película sobre tu vida?
Lo raro es que uno se transforma en un personaje público, donde se ve la manera de vivir, de ver el mundo, de encarar el arte, por qué uno es músico… Lo que me conmueve del documental, que dirigió Fernando Pérez, es eso de transformar esa cosa personal en algo que tiene que ver con todos.
¿Por qué “Juancito caminador”?
Por Tuñón. El se hacía llamar Johnny Walker, que era un prestidigitador que conoció en Bahía Blanca en los años veinte. Y como él lo quería mucho se puso su nombre, pero en castellano. Tuñón caminó por muchos lugares del mundo y yo también. Aparte tengo muchas composiciones con Raúl, que es uno de mis poetas preferidos.
¿Pensás que los músicos cumplen una función social?
No. Cuando me hablan de “canción de protesta” o “canción con mensaje”, yo digo: “algunas sí, otras no”. Tiene que ser espontáneo. Pero atrás de eso siempre hay comercio, hay gente que aprovecha eso y hace comercio. A vos te sale una canción de denuncia y tiene éxito, entonces vienen los comerciantes y empiezan a hacer ese tipo de canciones. Ya no es espontánea, auténtica, genuina… y deja de ser una buena canción. Pasó con el folklore, con el tango, pasó con la canción de protesta. Entonces hacen canciones que mezclan un poco de Maradona, un poco derechos humanos, un poco de revolución, Che Guevara y la gente idiota canta esos temas. Te lo digo así directamente. Mi costumbre es pelear y atacar. Soy camorrero…
¿Por qué?
Porque a mí me indigna que haya cantantes que trampeen con eso y que la gente se prenda. Yo tengo una mirada crítica hacia el rock (no hacia los rockeros). Pienso que es una penetración extranjera que fue metida de ex profeso a finales de los cincuenta, para borrar la identidad de los pueblos. No lo digo yo solo. Héctor Larrea opina como yo: el rock fue puesto para dominar, para sacar identidad. Es como si te sacaran el nombre y de repente te llamás de otra manera. Vos tenés una identidad, que es folklore, chamamé, zamba, tango, milonga y te ponen otra música que es Bob Dylan, Rolling Stones, Los Beatles…
Pero Mercedes Sosa también cantó canciones de rock de Charly García o León Gieco…
Mercedes Sosa me parece una cantante excepcional, pero creo que se equivocó con el repertorio. O tendría otra visión de las cosas… De todos los cantantes que conozco, Charly García me parece que tiene arte, le tengo respeto a sus canciones. Desde los años setenta hemos estudiado la comunicación, hoy la ley de medios es extraordinaria y es una barbaridad que no se pueda poner en práctica. Ahora la canción es un producto que genera exportación, divisas, turismo. Es una sociedad podrida. Hay que seguir peleando, hay cosas que van mejorando, hay que educar. En este momento, tenemos un gobierno que tiene buenas intenciones, que invierte en educación.
Vos que tenés una cultura callejera, ¿cómo es tu relación con San Telmo?
San Telmo es un hermoso barrio colonial pero ahora está lleno de gringos. Dentro de todo, no es como la Boca que está muy deteriorado por el turismo. Voy bastante a San Telmo, los sábados toco por ahí. Lo que me molesta es el comercio que hay en La Boca. El tango está bastante prostituido. Por suerte es tan fuerte la raíz del tango, que por más que fue olvidado, bastardeado, recontra mercantilizado siempre le vuelven a salir las raíces.
Después de haber estado tantos años en París, ¿esa nostalgia es un plus a la hora de cantar tango?
No, yo digo que no tuve nostalgia, sino evocación. Cuando veo películas viejas, como Pelota de trapo, esos pibes eran como yo, que nací en el ’39. Me maravilla haber vivido eso, esa manera de hablar, ese tono arrabalero…, en casa hablo igual. Y eso que viví 30 años afuera, donde no se habla castellano. Pero no es nostalgia.
Tuviste el privilegio de ser amigo de Cortázar, ¿cómo era Julio en la intimidad?
Era un tipo muy tierno, muy simple. Sobre todo muy tierno, muy humano, un tipo comprensivo, cariñoso, pero cuando tenía que ser duro, era duro. También era solidario. Tenía una visión sobre la realidad increíble, escribía cosas fantásticas con un trasfondo social. Él apoyó la revolución cubana, la nicaragüense y con la Argentina colaboraba pero sin aparecer. Escribió un cuento famoso, Los amigos (que forma parte de Un tal Lucas), que a mí me honra y me deja escrachado para toda la vida y bien. Me da mucho placer, y me siento orgulloso, que Cortázar haya escrito un cuento sobre mi familia. Cuenta con mucha gracia una vez que lo invité a comer a mi casa, donde estaban mis hijos, mi mujer, mis hermanos y algunos amigos militantes. Hicimos empanadas. Le gustaba comer comida argentina. Recién estaba escuchando El torito, y él tiene una manera de hablar muy de los años cincuenta. Le propuse hacer un tema, Canción sin verano, al que yo le puse la música y él la letra. La última vez que lo vi fue en un concierto de Miguel Ángel Estrella.
Cuando le menciono que Cortázar era antiperonista, el Tata se para de golpe, y agarra de su biblioteca un libraco de grandes proporciones, llamado La Nación Argentina, Justa, Libre y Soberana, de 1945 a 1950. Abre en cualquier parte, y me muestra: “¿Ves? Mirá todo lo que hizo Perón en cinco años: colegios públicos, universidades gratuitas, hospitales, industria nacional, etcétera, etcétera. ¿Cómo alguien puede estar en contra de todo esto?”. Entonces, para salir del aprieto, recuerda otra frase magistral de Cortázar: “Cuando hablan de literatura comprometida, yo digo ¿por qué no se casará de una vez?”.