Donde el budismo, el coro gospel y la Argentina se encuentran
Natalia Welbey combina su pasión por la música con su compromiso social
Por Diana Rodríguez
“Amo la música desde siempre”, explica Natalia Welbey a El Sol de San Telmo desde una mesa en El Federal. La cantante y vecina del barrio conjuga –a través de su trabajo como directora del Coro Gospel de Argentina, sus raíces musicales con el folklore, y su participación activa en una organización budista– varias tradiciones culturales y espirituales y en ese sentido es un buen ejemplo de la diversidad que caracteriza este barrio.
Empezó a cantar prácticamente antes de hablar. Natalia Welbey recuerda con ternura cuando su padre -cantante de folklore amateur- iba a tocar a las peñas y ella, de tan solo 2 o 3 años, le hacía las voces. “Esa vocación se manifestó fuertemente cuando tenía 7 o 8 años y empecé a descubrir y a usar la radio como entretenimiento. Así fui descubriendo la música internacional, la música anglosajona y especialmente la afroamericana, que siempre me resultó apasionante”, cuenta.
¿Cuándo empezaste a cantar profesionalmente?
A los 20 quise activar esta gran pasión que tengo por la música, y entonces decidí ingresar a un coro. Éramos veinte integrantes y recuerdo que en el segundo ensayo ya me dieron un solo y eso me marcó mucho. Luego conocí a Marco Gnoatto, que es un pianista con el que estoy muy involucrada laboralmente. Con él hicimos un trío de jazz. Más tarde tuve la oportunidad de ingresar a un reality show de Canal 13. Era un bloque que se llamaba “La oportunidad de tu vida”, dentro del programa conducido por Julián Weich, “Sorpresa 2002”. Estaba enfocado a cantantes solistas y la oportunidad era grabar un disco producido por la gente del canal. Fue una experiencia muy intensa para mí; yo tenía una muy corta experiencia musical en ese momento y todo lo que genera la TV es muy fuerte. Conocí a mucha gente, artistas argentinos muy interesantes. Tuve la oportunidad de compartir escenarios con muchos de ellos.
Trabajaste con gente grosa como Lito Vitale, Diego Torres, Juan Carlos Baglietto, Pedro Aznar, entre tantos…
Mi historia musical comienza con ese trío de jazz que te conté. Fue un momento de gran crecimiento. Después, en el programa había una lupa puesta en quienes cantábamos ahí. Recibí la propuesta de integrar el grupo de Magalí Bachor, que era jurado de Pop Stars en ese momento. Fui convocada para cantar en su banda, con la que giramos por Argentina y el MERCOSUR. Fuimos teloneros de Mambrú y de Bandana, que eran los grupos de pop muy fuertes en aquel entonces. Pudimos acompañar a Diego Torres. En el 2004 apareció Mariela Vitale (hija de Lito, más conocida como Emme) y me convocó para su banda. Fue un privilegio compartir con los Vitale y con el círculo de amigos músicos que ellos tienen, sumamente rico e interesante. Fue una etapa de mucho crecimiento, de oportunidades para aprender.
Con solo 33 años, Natalia acumula experiencias que otros logran en toda una vida: vivió un tiempo en México, donde conoció a importantes músicos de jazz con los que grabó música original. De allí fue directamente a Nueva York, con los ahorros que juntó luego de trabajar 10 meses para un crucero y se dio el gusto de cantar en Manhattan. Con su metro setenta y pico, Natalia se muestra tal como es, bella y sin maquillaje. Sonríe a menudo, tanto con la boca como con la mirada.
¿Siempre tuviste claro que ibas a ser cantante?
Probé de todo: tomé clases de danza (folklore, jazz, hip hop), de patinaje artístico, fui basquetbolista y modelo. Pasé por un montón de etapas. En el coro conocí a Franco Gandulo, mi socio actual, el cofundador del Coro Gospel de Argentina. Él estaba produciendo un taller vivencial de ese estilo, como se hace en las iglesias urbanas de Norteamérica, y empezó a reclutar gente. Así conoció a Felipe Herrera, mi pareja, que tiene una banda que se llama Suprafónicos, con la que hace funk, pop y rock en español, música original de ellos. Franco lo convocó a él y él me recomendó a mí. Ingresé al taller como profesora de interpretación vocal en ese momento y terminé como codirectora del proyecto, que era un ensamble vocal.
¿Qué diferencia hay entre un ensamble vocal y un coro?
Un ensamble vocal no tiene actividades tan regulares, el repertorio es bastante acotado y son como encuentros casuales de personas que, justamente, “se ensamblan” para ejecutar uno o varios momentos musicales. Pero no es una formación estable, como un coro. Al menos eso es lo que me parece a mí en este momento. Es complejo hacer un repertorio todo en inglés, pero como siempre fui atrevida, me animé y lo hice. Esto fue en el 2009. Yo recién había dado a luz a nuestro primer hijo, Romeo, y estaba muy copada con trabajar con voces, y con dirigir.
¿Hacés solamente covers o también compones?
Me gustaría mucho empezar a componer canciones. Seguramente escriba con Felipe, que es un gran músico, un gran compositor. La verdad es que tengo ganas de componer música con mucha gente y también seguir representando a grandes mensajeros, como lo fueron Michael Jackson, Bob Marley, John Lennon, y como lo es Stevie Wonder, tremendos mensajeros de paz y de amor. Llevar alegría a las personas a nuestro país es mi principal objetivo en este momento.
¿Cómo descubriste el budismo?
A fines del99. Yo fumaba mucho (un atado y medio de cigarrillos por día), y a los pocos meses de práctica tuve un momento revelador. Me pregunté: “¿Quiero cantar? ¿Qué quiero hacer?”. Tenía un atado entero y lo tiré a la basura. Nunca más fumé. Esa fue la primera “prueba real” que tuve con la práctica. También invoqué para dedicarme a la música y después ingresé al coro.
¿Cómo llegaste a San Telmo?
Cuando quedé embarazada de Romeo. Estábamos viviendo en Castelar (con Felipe) y por cuestiones laborales y de movilidad los dos necesitábamos estar en la ciudad. Como yo no quería viajar tanto con la panza, tomamos la decisión de volver a la Capital Federal. Encontramos este departamento que alquilamos ahora y estamos súper contentos. San Telmo es hermoso: aquí di a luz a mis dos hijos (Romeo y Apolo). En el mismo departamento también recibí mi Gohonzon (objeto de veneración del budismo de Nichiren Daishonin. Ver recuadro) y estoy por casarme. Todo acá. ¡Lo que hace la Ley Mística en nuestra vida!
Tengo una manera muy autodidacta de ser. Soy muy curiosa, pero me la rebusco siempre sola, es una mala costumbre que tengo. La práctica budista me llevó a desafiarme en esto, entendiendo que no estoy sola, que mi medio ambiente y yo somos uno. Te doy un ejemplo con la música: este año empecé a involucrarme mucho más con el contenido del mensaje de las canciones. Es algo revelador para mí, en este momento estoy descubriendo la tremenda oportunidad que tengo como artista de llegar al corazón de las personas con el mensaje correcto. Eso es algo que estoy comprendiendo, gracias a haberme desafiado en el estudio. Y de ser fiel, unida al corazón de mi maestro, Daisaku Ikeda, quien me está forjando para la vida, para mi felicidad y la de las demás personas. Quiero tomar este compromiso de alentar a las personas a través de la música.
Y de ahora en más, ¿cómo sigue tu carrera?
Yo voy a hacer música siempre, porque es lo que me mueve el corazón. Y también voy a participar de la organización de la que soy miembro (Soka Gakkai Internacional). Mi idea es poder unir eso: mi actividad artística con mi actividad social y humana. Por eso me estoy desafiando a hacer música nueva. Con un mensaje de paz real, compartiendo las grandes enseñanzas budistas y alentando a las personas, a través del aliento que recibo todos los días. Y acá estoy, al servicio de las personas.