Día del padre

El “Día de…” a veces refleja la felicidad de homenajear a quien esté dedicado y, otras, deja traslucir que esa intención estaría bien para algunos y para otros no tanto.

El 17 de junio fue el Día del Padre. Las historias que se conocen, habitualmente, transitan por momentos gratos de la vida de cada uno junto a esa persona que representa la mitad de nuestro origen.

En este caso es diferente. No tiene sentido el reproche, pero sí mostrar que los cuentos de hadas … a muchos no se los han contado. Este es el caso de Edgardo Gherbesi -Super8- que en sus casi seis décadas sigue buscando su identidad porque “siento que se me negó por ignorancia o por algún pacto secreto entre mis padres, sin tener en cuenta que los hijos tienen derecho a conocer sus raíces ancestrales. Siempre rondó en mi mente la palabra papá y en silencio y con ´buena letra´ traté de ser un buen padre, estar

presente para mis hijos y creo haberlo logrado, porque me veo a menudo con ellos y trato que sea cada vez más seguido aunque la vida nos haya separado por cuestiones de las familias políticas y porque acepté que vivan con sus madres, ya que sé lo que es existir

sin mamá ni papá. Durante toda mi vida les pedí prestado a mis primos sus padres y padrinos. Según me cuentan, ´desayunaba, almorzaba, merendaba y cenaba´ en los senos de la mamá de Simeón –mi tía Elba- en su casa de Santiago del Estero, lugar donde es nativa mi madre -a quien conocí cuando tenía 10 años y viví con

ella de los 11 hasta los 15, para después hacerlo siempre solo, con

mis aciertos y errores-. Nunca tuve un padre presente que me aconsejara y me guiara, siempre viví valiéndome de mi intuición. Tampoco tuve su ayuda pero, donde se encuentre, quiero que sepa que siempre quise conocerlo a pesar de que mi madre nunca aceptó darme su nombre. Creo que sé quién puede ser, pero no tengo la confirmación de ella y temo equivocarme. Mi corazonada tranquiliza mis pensamientos, porque siento que muy pronto nos encontraremos en alguna senda, huella o camino a charlar ´largo y tendido ´ y quizás -en ese momento- le regale un celular con Internet para que siempre estemos comunicados y ya no haya excusas de ningún tipo. Solo quiero tener el derecho de todo ser humano que es el de conocer al padre. Pienso que voy por buen camino en la vida y lo único que me falta es verlo, no sé por qué otros tuvieron ese privilegio y yo no gocé jamás de él. A veces me pregunto si estaré librando pecados  por los demás. Muchas veces imagino el día en que la conversación empiece ´Hola Pa, soy tu hijo…´ y, seguramente, seguirá con un gran abrazo que nos debemos los dos.”

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