Música porque sí

Por Isabel Bláser – Fotos Edgardo «Super 8» Gherbesi

Clase de percusión en el Centro Cultural Fortunato Lacámera

Clase de percusión en el Centro Cultural Fortunato Lacámera

Música porque sí, música vana

como la vana música del grillo,

mi corazón eglógico y sencillo

se ha despertado grillo esta mañana

Sera como dice Conrado Nalé Roxlo en su poesía El Grillo, lo que siente ese grupo mixto de gente que se acerca al Centro Cultural Fortunato Lacámera -San Juan 355, para asistir a los talleres de percusión de Candombe y Latinoamericano (cajón peruano), cuando son convocados por los profesores Claudio Viega Martirena y Santiago Díaz, a cargo respectivamente, para “hacer música” en el marco del Programa Cultural en Barrios del GCBA.

Me acerco al aula donde Santiago se encuentra con su grupo y observo que algunos están sentados sobre una caja de madera que sostienen entre sus rodillas. Varios de ellos tocan con las palmas de la mano y otros con la punta de sus dedos. Los observo haciendo un movimiento acompasado que da la sensación de que la caja le transmite al cuerpo el ritmo, cuando lo inclinan hacia adelante.

El profesor me cuenta que “hay dos niveles –principiantes y avanzados- y que cada alumno hace su propio cajón, el que a veces se intercambian pero muchas otras prefieren tocar cada uno con el suyo”. Se me ocurre que no debe ser por egoísmo, sino para sentir que persona e instrumento son una misma cosa.

Clase de percusión en el C.C. Lacámera

Clase de percusión en el C.C. Lacámera

Dejo a Santiago seguir la clase porque sus alumnos lo requieren y escucho el sonido de tambores que llega del piso de abajo. Me acerco, pero no me atrevo a interrumpir la conversación que Claudio tiene con sus alumnos mientras le muestra con el ejemplo que “tienen que tener el total control y confiar en lo que sus cuerpos pueden hacer, solo así se puede tocar Candombe” y continua incentivándolos “todo el cuerpo toca, todo el ser. Dejen que el sentimiento salga”. A partir de ahí veo en las caras de cada uno de ellos, tratando de lograr la concentración que une comunicación entre los tambores y la danza. El golpe se realiza con la mano izquierda una vez y la mano derecha maneja el palo que da tres golpes sobre la lonja. No es fácil, no es “pegarle” al tambor, “es aprender a manejar el cuerpo, no tocar con los brazos solamente y hacerlo sin apurarse” ensena Claudio y remata diciendo “mano con tambor un solo corazón”.

Le pregunto como es su método para ensenar este ritmo negro-africano y me sorprende cuando contesta “yo no les enseño nada, todo está en ellos, en mostrar sus sentimientos y enfrentarlos a ellos dejándose llevar”. Me sonrío porque en realidad no se si se trata de una clase de música o de una sesión de terapia y, en realidad, creo que es una buena manera de hacer las dos cosas sin tener conciencia de ello.

Me voy sintiendo que en el Lácamela, los grillos están despertando.

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