Pablo Ramirez: Elegancia, austeridad y rigor.
Por Diana Rodriguez.
“La elegancia es accionar para ser lo que queremos ser”, define el diseñador que trabaja exclusivamente con el negro y el blanco. Pablo Ramírez recibió a El Sol de San Telmo, en su taller, ubicado en el subsuelo de su local de la calle Perú al 500.
Lo primero que llama la atención de su negocio es el sonido ambiente: una plegaria, en la voz de la actriz Marilú Marini que reza: “Alabado sea el saten, seda natural, bolsillos a cada lado, escote de falso recato (…) ten piedad de nosotros.”
Ramírez está recién llegado de París, donde realizó el vestuario de “Buenos Arias”, el doble espectáculo de Alfredo Arias, integrado por un music hall, “Hermanas”, y por la obra “Cinelandia”, en la que el director cuenta las cuatro películas que marcaron su vida en la Argentina: Besos Brujos, con Libertad Lamarque, El crimen de Uribe, con Carlos Thompson, La dama de las camelias, con Sully Moreno y Carne, con Isabel Sarli. Las dos obras se dan en el Pettit Montparnass, una a las 19 y la otra a las 21.
“A mí me parece que en realidad la moda, además de cumplir la función básica de vestir, es un medio de comunicación. Cuando nos vestimos, estamos contando sobre nosotros. Y yo, como diseñador, siento que tengo la tarea de darle las palabras a la gente para que pueda contar. Cuando muestro una colección, cuento mi historia, pero a la vez, pretendo que cada uno desarme esa historia y cuente una propia.
¿Por qué el negro como color base?
Porque decidí concentrarme en la silueta (la figura y la forma) y, además, porque trabajo con la síntesis: que lo que se vea sea lo màs puro posible. No me interesa la moda como sistema, sino me parece más importante ayudar a embellecer el cuerpo, a mejorarlo, en lugar de darle moda descartable. Que te siente bien, que te favorezca, que te guste, que sean cosas clásicas, que trasciendan las temporadas, y que perduren. Y que cada uno pueda combinarlo con lo que quiera.
Para ser elegantes ¿qué no puede faltar en el guardarropas femenino?
Me parece que lo más importante es un espejo, parece tonto, pero uno tiene que tener un lugar donde poder verse y saber con lo que cuenta.
¿Verse vestida o desnuda?
En todo sentido. Ver cuál es la base que tenés, para empezar a trabajar con eso. Para mí, mas que seguir una moda, me importa crear un estilo propio, pensando en lo que me gusta y en lo que me queda bien. Para mí ser elegante no pasa por tener una cartera Gucci y zapatos Vuitton. Lo que te construye son los libros que leíste, las películas que viste, lo que tenés para decir, por dónde viajaste , todo eso es lo que te arma por dentro y por fuera.
¿Qué palabras eligirías para definir tu estilo?
Lo primero que me viene a la mente es elegancia, la otra es austeridad y otra más es rigor. Intento que en lo que hago haya un rigor en la confección, en el corte, la caída, la línea, yo me concentro en eso. En lo personal, me parece mucho más sensual lo que no se ve que lo que se ve, me parece mas erótico el cuerpo cubierto que desnudo… Cuando yo empecé no me propuse ir en contra de la corriente, sino que hacer lo que me gustaba a mí, con lo que me sentía identificado, que no coincide por ahí con lo que pasa masivamente.
¿Por qué elegiste San Telmo para instalarte?
En realidad, como buen pueblerino (nació en Navarro), me encanta Buenos Aires. Pienso en la tradición, en los orígenes, en el pasado. Y San Telmo es el centro de la ciudad, donde está el Casco Histórico. Siento que el alma de Buenos Aires está acá. Yo que trabajo con el pasado, con la esencia, siento que es el lugar más afín. Hay tanto contraste, tanta poesía, que tiene que ver conmigo… Siento que hablamos el mismo idioma.