Cosas de casas con vecinos
Vivo en una tradicional casa de San Telmo, de las llamadas PH, con un largo pasillo y 12 departamentos en Planta Baja.
Compartir muchos años en esta casa hizo que se formara un vínculo entre vecinos, muy especial. De hecho quien elige vivir en ella es “muy especial”.
Aquí es imposible ser desconocido, las puertas se enfrentan, el pasillo es estrecho y la exuberancia de las plantas que lo bordean totalmente te aproxima más al otro, al pasar.
Pero lo rescatable es el espíritu con el que se vive. Somos de verdad una “familia de vecinos” y como tal nos peleamos, nos amigamos y nos interesamos por el otro. Pero sea en el estado en que estemos, siempre, siempre, se ayuda al que lo necesita.
Si alguien está enfermo, la puerta queda sin llave porque una vecina viene con el caldo de pollo (para la gripe)… ¿Y si está durmiendo?. No importa, se lo deja en la cocina bien tapado para que no se enfríe.
¿Los arreglos o problemas del consorcio?. Vecinos idóneos son los que se ocupan y uno ya sabe que tienen paciencia para los cobros o para discutir sobre reformas. Y está también el núcleo de los interesados en el arte, siempre intercambiando datos de exposiciones, mostrando sus trabajos, avisando de algún evento especial o, comentando algo de interés cultural.
Además jugamos. Hasta hace unos años, al ¡¡Carnaval!! ¡¡Con el agua, claro!! Y a la hora de la siesta (como corresponde) nos enfrentábamos las mujeres contra los hombres a los baldazos que llenábamos con el agua juntada desde temprano. Y luego ¡A la calle! A mojar a los vecinos de la vereda de enfrente… coletazos de una infancia alimentada a barrio.
Y, también… la partida de un vecino. José tuvo un infarto. No se repuso. Fue llevado al Hospital pero no volvió. Vivía solo. Nuestros ojos aún se humedecen con su recuerdo. Era el que arreglaba todo y para todos. Ese día, nadie dijo nada… y así… sin hablarlo, cada uno al pasar dejó una flor en su puerta y un cartel, homenajeando su memoria, le dio nombre al pasillo.
Cosas de casas con vecinos. Se ríe, se llora, se ayuda, se comparte, se deja transcurrir la vida en la pequeña gran comunidad de esta casa (como otras) de San Telmo, donde -afortunadamente- aún se conserva la tradición, la esencia, la mística de la gente agrupada por el amor.