Rincón histórico: Los cambios y recuerdos del mercado de San Telmo
Todos los días a la madrugada, los vecinos que vivían frente al mercado despertaban por el cantar de los gallos que los comerciantes tenían a la venta en cajas de madera. En sus épocas de mayor furor, en la que todavía no existían las heladeras, los pollos y gallinas eran expuestos vivos a la clientela hasta el momento de la venta.
Construido entre las calles Defensa, Estados Unidos, Bolívar y Carlos Calvo, que por aquel entonces se denominaba Europa, el Mercado de San Telmo fue inaugurado en 1897 como parte de un plan de abastecimiento de alimentos para la Ciudad de Buenos Aires. El dueño era el Doctor José Ocantos y su primer administrador, Camilo de la Celia. La construcción estuvo a cargo de la firma Moliné Hermanos.
Una multitud concurría a diario para comprar pan, carne, pescado, frutas y verduras a los comerciantes que desde temprano preparaban sus puestos, picando el hielo para las bandejas en las que irían los productos perecederos y exponiendo en forma prolija la mercadería.
“El mercado era pura carne y siempre había gente comprando”, recuerda Miguel Larrarte, cuya abuela tenía una pescadería allí.
La estructura edilicia de 5.500 metros cuadrados había sido especialmente diseñada por el arquitecto italiano Juan Antonio Buschiazzo, autor de muchos otras obras públicas de la capital, para que los locales que dieran al exterior sirvieran de valla con el fin de mantener el aire fresco del interior de la construcción. Las vigas de acero a la vista en el corazón del enorme almacén, denotan que el fin era utilitario y no estético. Entre los locales que daban a la calle había bares y billares, a los que los vecinos iban a charlar de la nostálgica Europa, mientras degustaban milanesas, sándwiches y otras minutas.
Escaleras abajo, en el enorme sótano, había funcionado un maduradero de bananas. Las frutas llegaban verdes desde Brasil y por medio de un sistema de regulación de temperatura y humedad llegaban rápidamente a su punto.
El edificio fue ampliado y remodelado dos veces: una en 1900 y otra en 1922, de mayor magnitud. En la primera, fue ampliado el núcleo central del mercado; en la segunda, se modificó el terreno con salida a la calle Estados Unidos, dejando dos circulaciones paralelas con nuevos locales a sus lados y pequeñas góndolas centrales.
Los vecinos lo recuerdan como un crisol de razas. En la década del 40, polacos, napolitanos, sorrentos y gallegos formaban parte del gran abanico de nacionalidades de quienes trabajaban allí. Niños correteando por los pasillos, jugando al “20 agarra”, escondiéndose detrás de las reses colgadas, las visitas del cobrador que a diario pasaba a buscar el pago de alquiler por cada puesto y una serie de parlantes de forma octogonal que ambientaban con tangos, formaban parte del folklore del lugar.
En 2001, el Gobierno de la Ciudad lo declaró Monumento Histórico Nacional por sus características edilicias de época y la importancia que tuvo como punto de encuentro de todo un barrio. Cabe destacar que es el único que no fue demolido de toda una serie de mercados construidos en la misma época, como el Güemes (1897) o el Modelo (1895).
Con el paso del tiempo y el advenimiento de una modernidad que incluía supermercados y rentas de alquiler costosas, se produjo la emigración de muchos comercios, que no pudieron solventar sus gastos. Cuentan los vecinos que en la década del 50 había cerca de 20 pescaderías; hoy no queda ninguna.
Según Francisco Ercolano, vecino que pasó gran parte de su infancia allí, donde su padre trabajaba, la pérdida del sentido original de aquel centro fue “cuando los dueños jóvenes se hicieron cargo. Ellos permitieron que se vaciara para convertirlo en lo que es ahora: un bazar”.
De lo que fue, hoy ya queda muy poco. Estructuras de hierro de las que cuelgan lonas delimitan los puestos vacíos que ya no son alquilados. El mercado tradicional se está vaciando y, con ello, parte de la historia de San Telmo.
—Carolina Quirós
El artículo me ha despertado un enorme interés por conocer este mercado y procuraré hacerme un tiempo para visitarlo en breve. Espero que haya alguna iniciativa por parte del Gobierno de la Ciudad para rescatar este Monumento Histórico de una lenta agonía, promoviendo su visita con fines educativos y turísticos.
yo estuve en el mercado desde el año 1940 en que nací , alli pasé mi infancia acunada entre los puestos de carne, almacen, frutas , el articulo refleja exactamente lo que pasaba en ese momento , los altoparlantes pasando musica, el cobrador dia por dia en los puestos, era cosmopolita, habia vendedores del sur de Italia, gallegos, una alemana, criollos, y el publico solicitaba los mismos productos de los paises de los que provenian, castañas , chorizos españoles, salchichas alemanas, pescado siempre fresco en grandes cantidades y variedad, habia pan con etiquetas para los compradores de los paises de Europa del Este. La parte mas baja del mercado que da a la calle EstadosUnidos tenia tiendas generalmente con sefardies, arabes, askenazis , y tambien habia puestos de flores. Era un Gran Bazar porteño
Gracias Isabel por compartir sus recuerdos. Saludos