Deportivo Giuffra

El club que crece al ritmo de la contención social

Los últimos rayos de sol se esparcen en el corazón del barrio de San Telmo. La plenitud del día queda arropada por la luz de la luna y los focos artificiales de las veredas, que disimulan la oscuridad reinante de las zonas aledañas.

Mientras los vecinos regresan a sus hogares y el tráfico se apacigua, el Club Deportivo Giuffra siempre abre sus puertas sobre Perú 1243 (a metros de San Juan) y se puebla de gritos futboleros de los chicos obsesionados por convertir un gol inolvidable.

“Cualquier persona puede utilizar el predio, porque es absolutamente público. Sitios como estos son indispensables para el normal desarrollo de nuestros pibes”, afirma Gabriel Santagata, presidente y ex jugador del club.

Esta institución que nació el 21 de febrero de 1983, por obra de Sergio Seguel, fomenta el baby fútbol, handball y futsal entre los 120 pibes que se reúnen cotidianamente. Además, posee dos canchas y varios trofeos ganados tras diversas participaciones en los campeonatos de fútbol infantil FEFI.

Al margen de lo estrictamente deportivo, Giuffra conserva una filosofía de respaldo a los chicos -entre 7 y 13 años- que sufren inconvenientes familiares, económicos o personales; muchos de ellos provenientes del barrio de La Boca y Constitución. Una de las contribuciones sociales que llevan a cabo son las clases de apoyo escolar, labor de la que se encargan diversas profesoras del ciclo primario.

“Acá además de enseñarles a jugar a la pelota, somos psicólogos. Les explicamos lo del fútbol, pero hay muchos chicos que tienen problemas en sus casas. Somos una contención”, afirma Gustavo Andrés Vega, encargado del fútbol infantil de las categorías 2001 a 2003.

El club también se ocupa de proveerle a cada pibe su merienda o desayuno, como por ejemplo: sándwich, chocolatada, alfajor, jugo y galletas. Alimentos que consiguen gracias a la donación de los vecinos y comerciantes del barrio. También, cada 17 de agosto, organizan el “Día de Niño” en el club. Una jornada desarrollada desde 1996, con el fin de que los más bajitos reciban regalos y afecto, como cualquier chico de clase media o media alta. El lazo que entablan genera situaciones impensadas, como detalla Vega en su relato: “Queda mal lo que voy a decir… pero a veces son las 11 de la noche y tenés que `echarlos´ del club y acompañarlos hasta su casa, porque no quieren volver”.

Los giuffreros tienen 31 años de vida. Su creación se desencadenó en los picados que se disputaban sobre el empedrado del pasaje Dr. José Modesto Giuffra, cortada que homenajea a un político radical de San Telmo y director de correos en la presidencia de Hipólito Yrigoyen. Fue el sitio predilecto por los jóvenes, hasta que a un grupo de padres se les ocurrió mudar su espacio de entrenamiento al ex Patio Nº 2 de Recreación de la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires -actual sede- en Perú 1243. A partir de allí el Club Giuffra se ocupó de su estructura. Hace tres meses remodeló su placita de entrada con la ayuda de la Red Social Cultural de la Comuna 1. También pintó de celeste y verde sus paredes de bienvenida, a través de las manos hábiles de los muralistas de la Asamblea de Plaza Dorrego.

Más allá de las obras que concretaron, se ilusionan con un lugar de cuidado permanente de salud para los chicos del club. “Me gustaría construir una especie de convenio -podría ser con el CeSAC Nº 15, Humberto I° 470- para tener un seguimiento más exhaustivo de la odontología y nutrición de los pibes. Es el gran desafío inminente”, sueña Santagata. Al mismo tiempo su máxima aspiración sería contar con techo propio, así las actividades deportivas no se suspenderían por lluvia y los jóvenes tendrían una contención más completa.

Las luces del club se encienden. Los chicos se estremecen por jugar a la pelota. Aguardan a Gustavo Vega y sus enseñanzas, pero en realidad su lección de vida la brinda fuera de la cancha: “Me sentiría orgulloso de que sean hombres de bien, nada más. Acá se vienen a divertir. Los títulos deportivos van y vienen”.

                                                                                                          Martín Magurno

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