Asociación Japonesa en la Argentina
Lo milenario al alcance de la mano
“Nos gustaría ser una referencia en San Telmo”. Con esta frase contundente, Alberto Onaha vecino por elección -después de haber vivido su niñez y adolescencia en Floresta-, actual Tesorero y Presidente de la Asociación Japonesa en la Argentina -AJA- durante cuatro años (cargo que hoy ocupa Akira Ikegaki), nos da luz verde para adentrarnos en la historia y el presente de la Institución.
Recordemos que la inmigración japonesa comenzó a principios del siglo XX y luego de la Segunda Guerra Mundial, fue más intensa. La mayor parte se ubicó en La Boca y Barracas, donde los hombres trabajaban en los talleres metalúrgicos de la zona y las mujeres en la fábrica Alpargatas. Posteriormente y previo a los oficios más conocidos de tintorería, horticultura y floricultura, se desempeñaron como personal doméstico, taxistas, mozos de café primero, para convertirse -luego- en dueños de muchos bares de la capital y también de ciudades del interior como Bolívar, Rosario, Córdoba, etc.
El 3 de agosto de 1916, 57 jóvenes intelectuales crearon la Asociación de Jóvenes Japoneses en la Argentina y un año después, decidieron cambiar ese nombre por el de Asociación Japonesa en la Argentina, que fue fundada el 31 de octubre de 1917. En la década del ´20 una de las aspiraciones de la AJA, era la construcción de un edificio propio. Para ello recaudaron fondos y, en febrero de 1929, culminaron las obras en Patagones 840 (hoy Finochietto). Pero debido al incremento de inmigrantes, luego de la guerra, el lugar resultaba chico ya que los que desembarcaban en Buenos Aires con destino a Paraguay necesitaban alojarse, durante ese lapso. Por tal motivo la Embajada de Japón le pidió a la AJA cumplir con esa tarea, para lo cual el gobierno japonés les otorgó un subsidio, que cubría parte del precio del inmueble. Así fue como, en octubre de 1961 se mudaron a Independencia 732. La nueva sede contaba con un gran salón, comedor, oficinas, biblioteca, sala de entretenimientos y comodidades para recibir transitoriamente a los inmigrantes.
Onaha señala que “La idea de aquellos jóvenes fue la de ayudar a la integración de los inmigrantes a la nueva comunidad ya que, seguramente, no les era fácil por el idioma, las costumbres y la idiosincrasia de su origen”. Entonces, precisamente por eso, crearon un boletín para tener una comunicación más fluida entre los asociados; una escuela nocturna para aprender castellano y poder comunicarse con médicos y hospitales; contrataron un asesor legal; organizaron una cooperativa de consumo; recibían correspondencia; los ayudaban a través de la simplificación de trámites en el Consulado. Ni más ni menos que asistir a las necesidades de su comunidad.
Asimismo, “la AJA desarrolló durante más de 25 años una importante actividad social, cultural y deportiva. En este último aspecto, durante la década del ´70 se llevaron a cabo los muy competitivos torneos de tenis de mesa que eran un clásico de la comunidad y concentraban su interés. Con el tiempo, este deporte se disgregó y se perdieron socios”, dice Onaha. Y agrega que “la inmigración se cortó en los ´60. Mi generación trató de adaptarse a las costumbres donde nos desarrollábamos, compartiendo otros espacios, conociendo la diversidad de culturas que tiene esta sociedad o sea, abriéndonos al mundo. Algunos ni siquiera aprendimos el idioma de nuestros padres y hoy nos arrepentimos, pero quizás fue la única manera que tuvimos para poder cortar lazos y arraigarnos. En la actualidad se da a la inversa, ya que muchos nietos de esos inmigrantes están volviendo a Japón en búsqueda de sus orígenes o como una nueva posibilidad de vida; por las diferentes crisis que sufrió la Argentina”.
También la AJA, en la gestión de Onaha como Presidente, trató de dar contención a los familiares de los desaparecidos de origen japonés en la última dictadura militar y no solo les abrió las puertas para que pudieran reunirse, sino que dejó el recuerdo de cada uno de ellos en las baldosas que están a lo largo de la vereda que ocupa; demostrando -fehacientemente- que no hubo indiferencia, ante la tragedia que vivió la sociedad argentina.
Actualmente, nos comenta Onaha, “hemos realizado una muestra, en el espacio cultural de la Biblioteca del Congreso de la Nación, sobre: ´Japón y Argentina integrados por el arte, 2014´, que se desarrolló del 8 de septiembre al 3 de octubre, donde exhibieron obras los artistas plásticos: Julieta Jiterman, Marcelo Niikado, Leandro Fressera y Susana Cabrera; se expusieron valiosas piezas del Museo Nacional de Arte Oriental como: una armadura, armas y estampas de la época EDO (1648 a 1868); se pasó el documental ´El silencio roto´, referido a los desaparecidos de nuestra comunidad en la dictadura; hubo una muestra de artes marciales, como el milenario Kendo; se dictaron clases de cocina e Ikebana -entre otras actividades- y, en el cierre, María Kodama dio una conferencia sobre ´Borges y Japón´”.
“Asimismo estamos organizando un Centro para la Tercera Edad, donde se programarán viajes y actividades de interés para nuestros mayores”, agrega Onaha. En cuanto al mantenimiento del edificio histórico de la Asociación, nos dice que “hace aproximadamente dos años, por un subsidio de la Embajada de Japón, pudimos reciclar el salón principal pero sería importante para nosotros un mayor apoyo, ya que el aporte de la cuota de los socios ($ 20 por mes) no es significativo en relación al presupuesto que se necesita. También se dictan cursos que son arancelados, pero sirven -básicamente- para pagarle a los profesores y contamos con el restaurante abierto al público, que muestra también las costumbres originarias”.
Casi al despedirnos, Alberto Onaha, sin inmutarse siquiera pero con ese orgullo santelmeño que se nota de lejos, nos dice: “No olvidemos que el 90% de los inmigrantes japoneses han pasado por la Asociación y, por lo tanto, por San Telmo. Así que, bien podemos decir que nuestro barrio es la cuna de la AJA”.
Nada para agregar, todo para agradecerles que lo habiten y nos dejen “espiar” su notable cultura.
Isabel Bláser