Homenaje a Szpunberg
Un mediodía cualquiera, en Chacabuco al 800, se celebra la poesía, algo que, ya de por sí, es destacable hoy en día. Pero más aún si el homenajeado es Alberto Szpunberg, poeta de San Telmo, quien no imagina la celebración que le espera.
Afuera llueve, pero dentro de Pista Urbana, hay un clima de cálida exaltación al arte, a la belleza, a la vida. Entonces así porque sí -que suele ser la mejor de las razones-, se juntan el Tata Cedrón, Jorge Sarraute, Horacio González, Tom Lupo y otros amigos, compartiendo cazuelas con ñoquis caseros y un buen vino tinto.
Primero es el turno de Sarraute (contrabajista de la primera formación del mítico “Cuarteto Cedrón” y quien musicalizó poemas como “Chacarera mezclada”, “Lo fusilaron contra el paredón del bajo Flores” y Vidalita de la casa dejada”), quien lee un poema y luego lo interpreta en el piano, como si quisiera que nadie se perdiese ni una palabra de la obra. “La poesía de Alberto me acompañó los últimos cuarenta años de mi residencia en Europa”, cuenta el músico, que actualmente reside en Barcelona.
Y entonces vino la sorpresa: Teresa Parodi (actual Ministra de Educación de la Nación) llega para entregarle a Szpunberg el Premio Cultura Argentina que, anteriormente, recibieron artistas de la talla de Mercedes Sosa, Horacio Salgán, León Ferrari y Luis Felipe Noé; entre otros. El reconocimiento consiste en un Diploma de Honor y una estatuilla, cuya matriz fue realizada por Antonio Seguí.
El autor de libros como “Sol de noche”, “El che amor”, “Como la muerte es pasajera”, “Ese azar, este milagro”, sufrió el exilio cuando la poesía era un casi un delito.
Quizás la mejor definición de la obra del escritor sea la que dio Diana Bellessi (otra poeta argentina): “Leer los quince libros del poeta Szpungberg, día a día, me ha llevado a las lomadas del dolor y del ensueño, de la risa y la irónica sonrisa, del corazón agarrado fuertemente y escapándose a cada rato por las bellas melodías, por las frases que cierran pero no terminan, por la armonía musical que suena desde el principio hasta el final de este largo libro de los libros donde viven todos los compañeros, todas las amadas, todas las esperanzas y la fe en la vida, tan tiernamente, tan punzantemente que dan ganas de llorar”.
La magia se cuela entre las ventanas del lugar, mientras los amigos sonríen haciendo la “V” de la victoria.
Diana Rodríguez-Foto: Hugo Del Pozo