“A veces es el trabajo el que te lleva al encuentro de tu obra”
Entrar en el mundo de Ana Casanova, es llenar de luz los propios espacios. La artista plástica, nos recibe en su taller de la calle Caseros al 400 y con solo abrir la puerta, uno puede sentir (no simplemente ver) que está en un lugar diferente.
Con la sencillez que irradia un especial cuidado de su entorno y de ella misma, se predispone a que sepamos un poco más de lo que podemos leer en su página http://www.anacasanova.com.ar/
ES: ¿De dónde vienen tus ganas de pintar?
AC: Cuando era chica nunca pensé en ser pintora, pero me acuerdo que siempre pedía lápices de colores de regalo. Tengo cuatro hermanos y éramos muy revoltosos, pero siempre hacíamos cosas creativas, por ejemplo poníamos bancos e invitábamos a vecinos para que se sentaran a ver teatro. También tengo una tía pintora y mi madre era costurera, pero en realidad era una artista, trabajaba con los papeles, las telas, los colores y, por otro lado, mi abuela era muy habilidosa, tejía, cosía, bordaba. Pero lo que más me definió -porque me gustaba mucho la danza y el canto- fue cuando pisé un taller de pintura y sentí que no quería irme más de ese lugar.
ES: ¿Cómo fue tu acceso al arte?
AC: Estudié en la Escuela de Bellas Artes Prilidiano Pueyrredón y en el IUNA. Al mismo tiempo quise ampliar un poco más mis conocimientos, entonces fui al taller de Carlos Gorriarena y comencé a estudiar con “Gorri” porque me pareció que iba mejor con lo mío, por su forma de ser. Él hacía mucho hincapié en el color y apuntaba a sacarle el miedo. Aprendí a confiar más en lo que hacía, en que no había cosas malas sino que se trata de investigar y de tenerle menos miedo a la creación. Después me formé con otros maestros que tuve en Bellas Artes y en análisis de obra y pensamiento con Tulio de Sagastizábal.
ES: ¿Cómo es tu pintura?
AC: Es difícil autodefinirse. Es muy sencilla, colorida, me interesa que sea vital que aunque tenga defectos es importante que uno pueda disfrutar, meterse en el color. Trabajo con el color, la pintura me va llevando, trato de hacerle caso a eso. En los formatos grandes pongo mucho el cuerpo, me agacho, coloco la tela en el suelo, me mancho las manos… No es fácil hablar de la obra de uno porque no sé si se puede ser objetivo, pero como Henri Matisse (pintor francés, 1869-1954) decía, la pintura tiene que ser un remanso, un placer para el que la está viendo; que transmita alegría, un gran cariño por el color. Tomo esas cosas de él. Trabajar con la materia misma del color, me gusta mucho. Me interesa que se sea abierta, que no tenga límites. Creo que la pintura siempre gana, más allá de lo que uno pueda proponerse. Y lo que más me gusta es el silencio que se produce alrededor de una obra.
ES: ¿Qué materiales elegís?
AC: Óleo, lápices de color, acuarelas o mezclo acuarela y óleo sobre el papel o línea y trabajo mucho sobre papeles chiquitos, eso me sirve para tomar ideas. Lo hago para soltar la mano y después rescato alguno de ellos. Son como ensayos o pruebas. También rompo cosas para hacer collage. Tuve una época donde hacía mucho collage. Uno también tiene el ojo muy sensible, es como si se te agrandara la mirada.
ES: ¿Tu estilo siempre fue el mismo?
AC: ¡No! Fue cambiando. Cuando era estudiante, tuve una etapa impresionista, después figurativa, no muy realista sino más naif -aunque no es la palabra-, más colorida, medio plana, empecé luego a trabajar con el color, con la pincelada. Pero no lo buscaba, apareció la pincelada en el óleo y me gustó. La pintura va saliendo, aunque a veces hay que trabajarla, hacer un dibujo o un boceto.
ES: ¿Se puede reconocer fácilmente a un futuro artista?
AC: En una sola obra es difícil darse cuenta si la persona puede hacer un camino. Hay que ver cómo fue el proceso, qué hizo antes e incluso sus cuadros fallidos. Se puede apreciar si es colorista, si tiene una buena línea en el dibujo, pero es muy difícil vaticinar. Cuando te llega, es un buen cuadro. Es como la música, cada uno la disfruta según lo que le produce, lo que su espíritu reconoce. Pero están los grandes genios y no creo que haya persona a la que no lo conmueva un cuadro de Van Gogh.
ES: ¿Cómo incentivás a tus alumnos?
AC: Les pido que sientan la pintura, que no la tengan tanto en la cabeza. Hago ejercicios de color. A veces les armo un modelo muy colorido, sencillo, para que puedan estudiarlo y los estimulo a que busquen el color y cuando están muy desalentados les digo que es una búsqueda, no siempre es un resultado. Incluso a los que tienen una trayectoria, les angustia cuando no sale lo que quieren expresar; cuando están empantanados. Pero uno también puede sacarle provecho a ese momento. Es ensayo-error todo el tiempo. A veces es el trabajo el que te lleva al encuentro de tu obra. Trato que no se frustren y que no lo tomen con solemnidad. Dejar que pase, que busquen en la paleta.
ES: ¿Qué es Mediomundo?
AC: Es un espacio armado en este taller, para muestras con artistas amigos. No es un grupo fijo. La última fue muy exitosa, con Josefina Robirosa, a quien le encantó participar con dos obras de ella; Carmen Pérez; Elba Bairon escultora; Irene Banchero; Ignacio De Lucca, entre otros. No lo hacemos siempre porque lleva mucho esfuerzo, pero es muy interesante compartir con otros.
ES: ¿Y de ahora en más?
AC: Me encantaría hacer una muestra acá, sacar la pintura afuera o meter al resto dentro del taller. Proyecto una en el Borges, “La línea piensa” y también me estoy presentando en una Residencia en Francia, en la que interactuaría con otros pintores. Son talleres donde hay artes visuales y música para artistas ya formados, más profesionales. En Francia expuse en el 2002, Le Dix Neuf 19 en Montbéliard, de la mano del Director del Centro de Arte Contemporáneo que me invitó y llevó mis pequeños cuadros al óleo y obras sobre papel. Y también en 2012, Parti Pris Le 19 Centro Cultural de Montbéliard. Una gran experiencia.
ES: ¿Podés vivir del arte?
AC: En parte, pero es difícil. Los talleres realmente no se auto-sostienen, hay que bancarlos. Uno trata, pero no es fácil. A todos nos cuesta y no siempre va de la mano el arte con lo económico. Hay que encontrarle la vuelta, para poder auto-sustentarse, a través de subsidios, becas, clases.Cuando organizamos Mediomundo con Irene Banchero y Rocío Pérez Armendáriz, hicimos pequeños formatos, con la idea de vender obras con una mínima comisión para cubrir los gastos, más que nada para que el artista tuviera la oportunidad. Siempre tengo la idea de poner un tabique y colgar obras para que se vean, lo que pasa es que hay que mostrarlas en un entorno. A veces coloco los cuadros en la calle cuando se están secando y quedan horribles, no se aprecian.
ES: Además de la pintura ¿en qué sos buena?
AC: No sé, me hubiera gustado dedicarle más tiempo a la música. Pinto con música y sigo como ritmos, ella me acompaña y a veces intento traducirla en el color, la integro. Me atraen los idiomas, debe tener que ver con el oído, con el sonido del lenguaje.
ES: ¿Cómo llegaste a San Telmo?
AC: Vivo en San Telmo hace 18 años. Mi origen es palermitano. De allí me mudé a Bahía Blanca, donde estuve cinco años. Cuando volvimos, comencé a mirar diferentes lugares hasta que les alquilé un cuarto a unas chicas reposteras que estaban acá, a la vuelta, por Perú. Todo el tiempo preparaban cosas exquisitas y las dos tenían mucha idea de la forma, el volumen y el color. Una de ellas pintaba también. A veces pasaban y me decían ¡Qué lindo! o ¡Ese color no! Eran mis mejores críticas. Pero siempre pasaba delante de este local, que estaba vacío y pensaba qué lindo para un taller, hasta que el dueño ofreció alquilarlo a un precio accesible y me instalé.
ES: ¿Cómo es tu relación cotidiana con el barrio?
AC: Es cercana. Con algunos vecinos tengo bastante relación. A Josefina (Robirosa) me la cruzaba mucho con su perrita, he ido a su casa, a veces le pedí socorro cuando preparaba mis muestras; Elba (Bairon), vive acá enfrente…Yo soy una más. Me encanta el barrio, no me es indiferente. Me sentí un poco invadida por los restaurantes, los autos, pero no pienso en mudarme… es una pertenencia porque sigue siendo un barrio y eso es lindo. Si vas a la verdulería y te falta plata, el verdulero te conoce y te fía.
ES: ¿Cuál es tu visión del San Telmo ideal?
AC: Que respetemos, que no ensuciemos, que cada consorcio se ocupe de limpiar su vereda, que tengamos conciencia de cuidar nuestro lugar. Lo que no me gustaría es que desaparecieran los anticuarios, por un boliche. Tendrían que preservarse, me da lástima porque es muy típico, como la Feria de los domingos.
Creo que hay que mantener eso, porque para qué uno se muda a un lugar antiguo si se hacen grandes reformas y se saca todo. Es como vivir en un lugar que no es. Me gusta que las casas mejoren, pero que se mantengan como eran.
Isabel Bláser – Foto: Damián Sergio