«Envecinarnos» – Volver a la gauchada barrial
Hay que salir del agujero interior
Largar la piña en otra dirección
No hace falta ser un ser superior
Todo depende de la transpiración
Poner el cuerpo y el bocho en acción
A la vida hay que hacerle el amor…
—Virus
Hace varios años que muchas costumbres se perdieron. La mayoría de ellas tienen que ver con lo social o grupal, son prácticas que atañen a lo colectivo. Los chicos ya no juegan a la bolita o a policías y ladrones y las nenas tampoco al elástico, ¡claro que son antigüedades! Pero hoy juegan en y contra las computadoras o contra adversarios en la red “on line”. Los adultos hemos dejado de jugar a las barajas en los clubes de barrio, aquellos que justamente se llaman club social y deportivo. No conversamos cuando hacemos las compras en las desaparecidas ferias, ¿existen aún las kermeses?, ¿el té canasta?, ¿la lotería familiar en una tarde lluviosa, con mate y tortas fritas recién amasadas?
En estos tiempos del virus de la inseguridad, el prejuicio y el miedo a lo que nos puedan robar, nos han privado del placer de dar u ofrecer y, también el de conocer. Y así andamos por esta ciudad de los cien barrios porteños, comprando en supermercados sin saber el nombre del almacenero, carnicero o diarero de nuestra propia cuadra. Al lado de nuestras puertas hay otras puertas donde vive “personas” de las que no conocemos su nombre ni ellos el nuestro, a pesar de cruzarnos tantas veces en un pasillo o en el ascensor.
Sin embargo, una costumbre colectiva en particular ha caído en desuso, es demodé. De esa práctica el diccionario dice: “favor o gentileza que se realiza desinteresadamente”. La palabra que la nombra es gauchada, cuyo origen viene de nuestra historia criolla, cuando algún viajero encontraba una dificultad en el campo y sabía que podía recurrir a la hospitalidad y la ayuda de los gauchos. La gauchada es una actividad nacional en vías de extinción, aunque en algunos pueblos del interior todavía perdura.
Me crié en Maipú, provincia de Buenos Aires, y aún hoy LU 30 AM Radio Maipú, la voz del campo y la ciudad, propala micros a los que llama gauchaditas amigas con mensajes como: “Antonio del paraje Altos Verdes avisa a su madre que envía un bolso con la camioneta del INTA”, o “se avisa que la maestra de la Escuela Rural Nº 14 espera en el cruce de tal camino para que alguien le haga la gauchada de ir a buscarla”. Estos variados mensajes comunican y acercan a la gente entre sí, y mantienen viva la costumbre.
Pero si de recuperar se trata, qué mejor manera que empezar por nuestro lugar de pertenencia: el barrio, esto podría tener un efecto multiplicador y así San Telmo sería “un lugar histórico de gauchadas”, cuyo slogan podría ser “el barrio es chico pero la gauchada es grande”, o “San Telmo: gauchada friendly”, o “San Telmo: territorio de gauchadas”.
Podemos iniciarnos en el ascensor de nuestro edificio, presentándonos a nuestro ocasional acompañante: “¡Hola, buen día!, yo soy Daniel tu vecino, cualquier cosa que necesites avisame”. La esquina, la parada del colectivo, el kiosco de diarios son buenos lugares para volver a ser vecinos, para envecinarnos. Salir de nuestro agujero interior es el antídoto para la inseguridad, el miedo y los prejuicios. Conocernos hace bien y trae suerte, como la felicidad. Vecino, ¡va a estar bueno volver a las gauchadas! —Daniel Boldini