Como la cigarra

Graciela Susana

La trayectoria de la cantante y compositora Graciela Susana Ambrosio es realmente impresionante. Cantó con los más grandes del tango y el folclore: desde Aníbal Troilo a Mercedes Sosa, pasando por Edmundo Rivero, Roberto Goyeneche, Horacio Salgán, los hermanos Expósito, por citar solo algunos. Pero eso no es todo, su carrera internacional la llevó a compartir escenarios con artistas de la talla de Michael Jackson, Sammy Davis Jr., Paul Williams, Joan Báez y Stevie Wonder.

Su papá, Ricardo Ernesto Ambrosio, fue pianista y cantante de la orquesta de Tito Cosentino que, como era tradicional por esos años, se presentaba en los bailes y milongas de todos los barrios porteños. Graciela y su hermana Cristina se criaron rodeadas de músicos, ensayos e instrumentos. Era de esperar que ellas tomaran a la música como un juego y se dedicaran a cantar los temas que escuchaban del padre o de la radio.

Quizás el momento más feliz de su infancia, que recuerda Graciela, es ver al abuelo doblar la esquina con un regalo muy especial envuelto en papel madera, con forma de guitarra. En poco tiempo las hermanas formaron el dúo de folclore, «Las hermanitas Ambrosio», que fuera cobijado por Margarita Palacios. Participaban con éxito de programas de televisión y realizaban giras por distintos lugares del país; por supuesto siempre acompañadas por su mamá Angélica o su abuela Felisa, ya que tenían apenas 8 y 10 años. De esta primera etapa de aprendizaje -basada fundamentalmente en el desarrollo de su instinto musical y en la espontaneidad infantil para crear armonías vocales-, proviene su gran ductilidad a la hora de la improvisación y el juego vocal.

En el año 1970 se presentó en el «Festival de Tango de La Falda» donde interpretó los temas «Barrio de tango» y «Balada para un loco» con arreglos de José Libertella, consagrándose con el premio «Revelación del Año”. A raíz de este logro fue invitada al famoso programa de esa época, conducido por Pipo Mancera, «Sábados Circulares». Al día siguiente de su aparición televisiva recibió un llamado donde una voz muy grave le preguntó: «¿Hablo con Graciela Susana? Soy Edmundo Rivero y quiero que venga a dar una prueba a El Viejo Almacén con la orquesta de Carlos García».

Graciela cuenta la anécdota con una sonrisa, mientras convida un café. Es tanto lo que tiene para contar, que no sabe por dónde empezar. De su éxito en Japón, donde recibió 20 Discos de Oro, de su casamiento a los 16 años, de su programa radial para difundir música latinoamericana en Tokio o de su amistad con Tita Merello. Fue ella quien le dijo: “tu voz es para el tango”.

Se la ve fuerte y frágil al mismo tiempo. Su vida no fue nada fácil: sufrió el maltrato de su marido; la traición de una amiga de la infancia; el incendio de su casa en Olivos (donde estaban sus hijos) y una trombosis que le ocasionó enterarse de esa noticia por teléfono, estando en Japón; su hermana y su cuñado murieron trágicamente en un accidente automovilístico. A pesar de todo, como La Cigarra, siguió cantando.

En una ocasión, llegaron al Viejo Almacén Yoichi Sugawara (cantante famoso en Japón) y su manager. Quedaron muy conmovidos por esa muchachita de registro privilegiado que interpretaba con tanta dulzura e intensidad y, como resultado de ello, a los tres meses recibió su primer contrato en el país nipón. Así comenzó a incursionar en canciones japonesas. Corría el año 1971 y, al siguiente, ganó su primer Disco de Oro. Su aceptación inmediata del público japonés generó la creación del “Club de Admiradores de Graciela Susana”, del otro lado del mundo. “Hice giras por todo el país, conozco las 160 islas, de norte a sur”, cuenta Graciela quien, a esta altura, habla y escribe perfectamente el japonés. Con fundamento en sus “brillantes condiciones vocales y humanas”,  fue consagrada por la crítica nipona como la “Revelación Artística Extranjera del Año”; distinción que anteriormente habían recibido figuras tales como Tom Jones; John Lennon y Joan Báez.

En 1980, Takamine, una de las principales empresas del mundo dedicada a la fabricación de instrumentos musicales le obsequió una guitarra y, desde entonces, la incluye en su catálogo de artistas prestigiosos que ejecutan ese instrumento. Su voz cautivó también al maestro Akira Kurosawa (uno de los grandes cineastas de la historia) quien, en 1981 le pidió a Graciela que interpretara un tema para un especial de TV sobre la guerra Ruso-Japonesa, protagonizado por el gran actor japonés Toshiro Mifune.

En 1996, la Embajada Argentina en Japón le otorgó el “Diploma al mérito por la difusión de la música argentina durante 25 años consecutivos”. Tiempo después, Eduardo Bergara Leumann abrió las puertas de “La Botica del Ángel” ofreciéndole, al presentarla, su cálido homenaje: “El cielo de la Botica ahora tiene una nueva estrella, la de Graciela Susana”.

El Viento viene del Sur”, su último disco grabado en nuestro país junto al pianista y compositor Oscar Alem, que incluye temas del folclore argentino y uno tradicional japonés, fue presentado con éxito en ambos países. En 2010 grabó el CD “Hasta siempre amor” con los indios Tacunau, produciendo un nuevo record de ventas e innumerables giras hasta el 2014. También fue invitada por la Embajada de Japón en la Argentina para cantarle a los príncipes, futuros emperadores herederos del trono.

Frente a esta gran mujer -aunque físicamente pequeña-, solo puedo pensar en la frase de Friedrich Nietzsche: “Lo que no me mata, me fortalece”. Así, sencilla, con su pelo lacio y sus anteojos,  me muestra con ingenuidad su taza preferida, la que tiene la imagen de su ídolo Michael Jackson.

Mientras dejo la casa de su amiga en San Telmo, recuerdo a María Elena Walsh: “Tantas veces me mataron, tantas veces me morí y sin embargo estoy aquí, resucitando. Gracias doy a la desgracia y a la mano con puñal, porque me mató tan mal y seguí cantando…”.

Diana Rodríguez

 

 

 

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