Rincón Histórico: la Plaza Dorrego
Empezó como un hueco: el Hueco de la Residencia.
«Hueco,» en el antiguo vocabulario urbanístico de la ciudad, era más que un agujero o vacío— con este nombre se conocían las primitivas plazas de Buenos Aires, algunas que luego del periodo colonial se harían famosas, y otras que desaparecerían bajo la construcción, el adoquinado o el asfalto. La Plaza Dorrego comenzó su peregrina historia como uno de estos huecos, entre los primeros y más estratégicos.
Los «huecos,» esencialmente, eran lotes baldíos en cuadras parcialmente edificadas. Eran espacios multiuso: servían para armar mercados o como patio de descanso para las carretas que entraban y salían del trazo urbano con víveres y mercancía; también se aprovechaban como destino para basura y deshechos, como sigue ocurriendo hoy día con terrenos vacíos.
Hasta el 1745, nuestra Plaza Dorrego era conocida como el «Hueco de la Residencia.» Cuenta el historiador Ricardo M. Llanes que este nombre se debía a que junto al hueco estaba la casa de reclusión y ejercicios de los jesuitas, al lado de la iglesia de San Pedro González Telmo.
El punto ocupado por el Hueco de la Residencia era verdaderamente privilegiado. No sólo estaba a pasos de la iglesia, sino que también ocupaba un punto alto sobre las barrancas del río, que en el siglo dieciocho se encontraba muchísimo más próximo. Esta realidad topográfica aún se puede constatar si uno camina desde Plaza Dorrego hacia Paseo Colón. El trecho es definitivamente cuesta abajo. No es difícil imaginarse a la antigua barranca del río inclinándose bajo las veredas modernas.
El hueco, que también era conocido como el «Alto de San Pedro» o el «Alto de las Carretas,» estaba sobre la calle más transitada de la zona (Calle Defensa), y estratégicamente a medio camino entre el Riachuelo, primitivo puerto, y la Plaza Mayor, después bautizada Plaza de Mayo. Además, el hueco se encontraba a poca distancia del Arroyo Tercero del Sur, el zanjón que antes corría aproximadamente por donde hoy está la calle Chile. Cuando llovía, las aguas subían, y se dificultaba el cruce de carretas y bueyes. Entonces el Hueco de la Residencia servía en tiempo inclemente como un cómodo punto de descanso y repliegue para los mercaderes y transportadores.
En un libro sobre las plazas porteñas, Llanes retrata esta función del hueco: «… los conductores, que dejaban la picana para besar el crucifijo, tenían tiempo para meterse en la iglesia a impetrar la buena suerte; así como en la pulpería para procurarse el pan y el queso, el cuarto de vino y los naipes que les ayudaban a olvidarse del temporal …»
En 1745 el Cabildo despoja el término «hueco» del nombre de la plaza y la designa oficialmente Plazuela de la Residencia, destinándola al estacionamiento de carretas. Es el primer espacio porteño que pierde su designación de «hueco» por acto oficial. Luego, en 1784, la plazuela es comprada por los vecinos y allí incentivan la parada de carretas y la creación de un mercado de abasto, necesario porque a veces el caprichoso arroyo hace imposible el acceso al centro.
En el 1816 la plaza disfruta su momento de apoteosis histórica: Juan Martín de Pueyrredon recibe allí, la tarde del 13 de septiembre, la adhesión de los porteños a la independencia argentina, declarada por el Congreso de Tucumán dos meses antes.
Por 1820, la plaza pasa a llamarse oficialmente Plaza de Comercio. En la década del 1860 funciona allí el Mercado Del Comercio, demolido cuando se inaugura el actual Mercado de San Telmo en 1897. Entonces el sitio recupera plenamente su función de plaza o espacio abierto, y por una ordenanza del 15 de mayo del 1900 recibe el nombre de Plaza Coronel Manuel Dorrego, el caudillo federal salvajemente ajusticiado en 1828 por su rival unitario Lavalle.
Un dato interesante: el nombre de la Plaza Dorrego seguramente hubiera sido otro si no fuera por el fracaso de una iniciativa del 1891, cuando las autoridades de la corporación municipal quisieron dar ese mismo nombre a la hoy día Plaza Constitución. La propuesta fue vetada, seguramente por cuestiones políticas y simbólicas, porque la intendencia prefirió el nombre ya informalmente establecido de «Plaza Constitución.» Esta designación se refiere a la constitución de 1854, de impronta unitaria, con la cual en tiempos de guerra civil se crea el Estado de Buenos Aires.
También antes del centenario se inaugura el Parque Lezama, más espacioso y verde que la vieja plazuela. Pero a los vecinos de San Telmo les cuesta perder el hábito del «hueco». Según Llanes pocos vecinos se tentaban por el nuevo parque y persistían en «no desprenderse de la acogida franca y abierta de la plazuela amiga, siempre en estado de humildad».
Algo notable: nuestra Plaza Dorrego fue el primer lugar que hospedó la monumental escultura de bronce de Rogelio Yrurtia, «Canto al Trabajo», obra que actualmente está en la intersección de Paseo Colón e Independencia. En antiguas fotos se observa como la enorme escultura dominaba por completo el viejo hueco.
A lo largo de los años la plaza siempre funcionó como punto de encuentro y lugar para actos oficiales, estudiantiles y religiosos.
Ya avanzado el siglo XX, fue escenario de dos cambios importantes. En 1970, gracias a la visión y gestiones del arquitecto José María Peña, se convirtió en escenario de la dominical Feria de San Pedro Telmo. Y a comienzos de los años ’90 la plaza fue remodelada con la participación de vecinos, la municipalidad y la Fundación Antorcha. Hoy es regida en parte por un convenio de padrinazgo entre la municipalidad y la Asociación Amigos de Plaza Dorrego.
Así es la historia: un «hueco» abrigador de carretas se convierte, a ritmo de siglos, en pieza clave del renacimiento turístico y urbanístico de un barrio. ¡Cuidemos el hueco!
—Marcelo Ballvé
Nota al pie: Esta nota se apoya en el libro Antiguas Plazas de de la Ciudad de Buenos Aires, de Ricardo M. Llanes. Serie Cuadernos de Buenos Aires XLVIII, Municipalidad de la Ciudad: 1977.