Volver a empezar
Y se terminó marzo. Un mes de comienzos y finales.
Por una parte, se acabó el verano (aunque a este marzo le costó despedirlo) con sus colores y calor, con su ritual de descansos y vacaciones.
Comenzó un nuevo año que, según el calendario, se inicia el primero de enero, pero que -en general- parece que recién esto sucede en marzo.
Como docente pienso que, cuando comienzan las clases y los maestros nos ponemos a trabajar con los chicos, parece que el país se despierta, se despereza y se pone a funcionar realmente.
Si los chicos no están en las aulas con nosotros, sus maestros, parece que hubiera vacaciones o que algo anda mal. Da la impresión que la ciudad toda se acopla a esta situación. Los subtes, los trenes, los autos, los colectivos, los camiones aceleran su marcha, encienden sus motores para contener a todo ese caudal de gente que se pone en movimiento a partir de marzo de cada año.
También comenzamos a planificar nuestras acciones, para poder concretar esos tan ansiados proyectos personales.
En la escuela “planeamos” -entre todos- aquello que nos proponemos como metas para el año: nuestro Proyecto Escuela que, más allá de la temática o impronta que el distrito o el gobierno del momento imponga, tiene siempre que ver con la consigna de seguir creciendo como institución, afianzando y ampliando nuestras redes con la comunidad. Seguir trabajando, como lo venimos haciendo desde hace algún tiempo, con el periódico El Sol de San Telmo, cuyos colaboradores siempre nos tienden una mano solidaria, organizando -por ejemplo- jornadas para colaborar con nuestra huerta orgánica escolar, uno de los ejes e instrumento de nuestro Proyecto. Esta experiencia nos ha enriquecido mucho como escuela y nos ayuda a crecer, a abrir nuestras puertas, a mostrar lo que podemos hacer juntos.
¿Por qué necesitamos de esos lazos de unión para seguir avanzando? Porque el otoño puede hacer caer la flor, pero queda la rama para hacer el nido. Y en eso nos proyectamos. En preparar el nido para nuestros pichones. Para que crezcan sanos, libres y felices.
¿Por qué, aunque suene trillado, ellos son nuestra esperanza y nuestro futuro? Porque aún con nuestros pesares, de lo ardua que es la tarea, de los escollos con los que nos encontramos año tras año, a pesar de todo eso y más… ahí están ELLOS que nos invitan a soñar con sus miradas, que nos piden -sin decirlo- que los ayudemos a crecer y a creer.
Porque sin niños, no hay escuelas. Sin educación, no hay libertad ni esperanza.
Quiero recordar algunos versos de la canción Sube, de nuestra querida “negra” Sosa, que se convirtió para nosotros en un emblema; un himno que nos alienta cada mañana cuando izamos la bandera en el mástil, siendo algo así como la promesa de construir un nuevo día, un nuevo amanecer, una nueva vida.
Sube, sube, sube
Bandera del amor
Y brilla como el sol
Y canta como el mar…..
Canta por las voces de los que soñaron
Canta por las bocas de los que lloraron
Dame tu esperanza América india
Dame tu sonrisa América negra
Dame tu poema América nueva.
Sube, sube, sube…
A todos los vecinos del barrio de San Telmo, los invito a trabajar juntos por una escuela pública de CALIDAD, EQUIDAD E IGUALDAD. O sea, por una sociedad mejor.
Claudia L. Lentini
Directora Escuela 1 D.E 3