El arte de tejer, con bolillos
Muchas veces deseamos hacer un trabajo estructurado guiándonos por un carril, pero la realidad nos lleva por otros derroteros.
La curiosidad me llevó a visitar el Casal de Catalunya en Chacabuco 863 -CABA- y ahí me enteré que Alicia Torres coordinaba un curso de encaje de bolillos, una vez a la semana, entonces -siguiendo con mi curiosidad- me anoté.
Debo decir que es muy entretenido. No es fácil hacer los diversos cartones, pero la profesora y el grupo te estimulan a no abandonar. Te sientes a gusto porque hay un clima de camaradería.
Debido a esto y luego de un comentario, sobre el tema, que realicé en la reunión de El Sol de San Telmo, me sugirieron tener una conversación con la profesora de Bolillos y contarla en el periódico, cosa que hice. Llegué a la clase (estoy aprendiendo la técnica hace dos meses), acompañada por Nelly Dutoit y me desbordó su muestra de generosidad y de calidad de los trabajos y materiales que trajo para que los diera a conocer, fotografiándolos.
En la conversación Alicia contó que empezó con el bolillo en 1999 como una afición y ahora pertenece a un grupo de encajeras, que se reúne dos veces por mes en el Casal y que las clases llevan cerca de diez años impartiéndose en ese lugar, los martes de 14 a 16.
Nos interesó también saber cómo sus alumnas se habían acercado para aprender esta forma de tejido tan original y detalló que hace algunos años -gracias a un evento organizado por la Dirección General del Casco Histórico, que se realizó en Balcarce y Chile- tuvieron un espacio como expositoras, denominado Espacio de Artes y Oficios Antiguos y allí dieron folletos publicitando las clases.
Le preguntamos a la profesora si la tradición bolillera ha evolucionado y nos dice que “Galicia, a través de la Junta, ha publicado unos libros sobre el tema y las gallegas se guían por esos patrones”. Y agrega que “en Cataluña se innova más por lo que los resultados son diferentes, más modernos”. Con relación a si hay intercambio entre España y Argentina para hacer conocer -aún más- este arte manual, la profesora nos comenta que “la Xunta de Galicia -en ocasiones- ha enviado profesoras a los Centros gallegos para difundir la técnica, ya que la considera parte importante de su cultura. También, en alguna oportunidad, vinieron profesoras de España al Casal de Catalunya, para compartir su saber. Asimismo, por Internet, hay varios grupos de Encajes de bolillos que se intercambian patrones, conocimientos sobre la técnica y tarjetas de Fin de Año realizadas con esta labor. Este tipo de técnica no debería perderse por el uso de las máquinas textiles, sino que tendría que protegerse como patrimonio de la cultura”.
Concretamente la idea del Taller de bolillos, en el Casal ubicado en San Telmo, surge por una necesidad de tener un lugar de encuentro y difusión. En este sentido, la consultamos sobre si cree que la técnica puede desaparecer y nos contestó: “No lo creo ya que hay muchas encajeras y eso se ve en los distintos encuentros que se realizan todos los años en Argentina como en muchos otros países de América y Europa y de los que quedan testimonios y fotografías en revistas y en internet. Esta técnica evoluciona constantemente y, como ejemplo, podemos citar la escuela Checa, que según mi parecer es la que tiene los más bellos diseños contemporáneos, entre otros”.
Asimismo señala Torres que “lo que se necesita para realizar encajes, además de paciencia, buena vista y buena luz son unos pocos elementos: Almohadilla o mundillo, bolillos, alfileres e hilos de algodón, lino, seda, patrones, alfileres, tijera y mucha mucha paciencia”. La técnica proporciona concentración, habilidad y es un recurso terapéutico ya que lo mantiene a uno muy atento a la labor.
Como anécdota interesante sobre los orígenes del tejido con bolillos, Alicia nos cuenta que “esta técnica llegó a España a través de Galicia, por un naufragio de un barco belga que encalló en su costa y, como muestra de agradecimiento por la ayuda recibida, las mujeres que iban en él le enseñaron la técnica a las gallegas.
Podemos llamarlo hoy un ¨hobby¨ pero, en su origen, tuvo como finalidad ayudar a la economía familiar. En Argentina están apareciendo diferentes grupos que aprenden esta manualidad y cada cierto tiempo hacen “Encuentros de Encajeras” ¿Quién puede decir que en el futuro no sea una fuente de trabajo? y veamos a muchas/os jóvenes sacando provecho de una tradición, que nos llegó de Europa -a través de los inmigrantes- para quedarse junto con ellos.
De esta entrevista-charla informal surgió un vínculo con los bolillos, las compañeras, la profesora, Nelly y yo, en el que hemos tejido una red de amistad.
Origen de la técnica.
Un poco de historia no nos viene mal para ubicar la técnica del encaje de bolillos.
Los bolillos son palitos torneados de madera que sirven para hacer encajes y pasamanerías.
Es una técnica que entreteje hilos (finos o gruesos) inicialmente enrollados en bolillos, para poder manejarlos mejor. A medida que progresa el trabajo, el tejido se sujeta mediante alfileres clavados en una almohadilla llamada “mundillo”.
Su origen se remonta a tiempos muy lejanos. En las tumbas egipcias datadas 2000 años A. de C., aparecen unas bolitas de plomo unidas a una labor de encaje, lo que nos daría una idea de lo antiguo de esta manualidad.
En España se conoce desde –aproximadamente- el siglo XVI. Felipe II censura esta actividad por considerarla de lujo excesivo. En el siglo XVIII, Carlos III dicta diversas leyes protegiendo el arte del encaje y pasamanería. En dicho país existen importantes escuelas de bolillos: En Camariñas (Galicia), Almagro (Castilla-La Mancha) y Cataluña. La técnica del encaje gallego se llama Guipur; la del encaje típico catalán, La Blonda Catalana también conocido como “ret fi” Catalá o Punte d´Arenvs. En el resto de Europa cada país tiene dos o tres variedades de encajes. En Italia, de Milán; Bélgica, de Flandes; Francia Chantill y Cluny; Inglaterra Honiton, etc.
El encaje de bolillos era el resultado de un trabajo casero y artesanal que iba transmitiéndose de generación en generación. También se realizaba en los monasterios, para objetos de culto usados en la liturgia.
Texto y fotos:Imaretta Hermosilla Bontá