Gracias a la danza
“¡Gracias por enseñarme lo que más me gusta! El folklore”. Es uno de los cientos de mensajes que el 11 de septiembre le dejaron a Amanda en el Facebook para saludarla y homenajearla por el Día del Maestro, su día.
Amanda Zaragoza es una vecina del barrio de casi toda la vida y es “la profe” de folklore del Fortunato Lacámera, el centro cultural que funciona en la escuela Nº 26 – San Juan 353 – CABA.
Cuántos habremos pasado por sus clases, en el aula de sillitas y escarapelas de papel crepe en las paredes. Cuántos habremos encontrado esa sonrisa inmensa e inagotable, que se dibuja en el fondo del pasillo al empezar la clase…Quizás alguna noche de calor, lluvia o frío, porque “contra viento y marea” la profe siempre está ahí, con pañuelo y mate en mano. Todos -sin duda- alguna vez recibimos un ¡Shhh! para que hagamos silencio, porque a la clase de Amanda y de Dani uno va a divertirse pero más que nada a aprender que, a la danza folklórica se la respeta, se la disfruta y se la lleva en el corazón.
Han transcurrido 20 años desde que el Programa Cultural en Barrios de la Ciudad de Buenos Aires, tiene el honor de contar con Amanda como profesora; quien, además de enseñar en el Lacámera, también da clases en el Centro de Estudios y Proyectos Nueva Argentina (CEPNA) de Lugano y en el centro cultural Lola Mora de Almagro. Este Programa fue creado en 1983, con la llegada de la democracia, con el objetivo de promover y fomentar -gratuitamente- el acceso a la cultura. Hoy, aunque con menos apoyo de las autoridades, sigue funcionando y ofreciendo talleres en casi todos los barrios de la CABA.
¿Cómo empezó tu relación con la danza?
Siempre estuvo presente en mi vida. A los cinco años estudié danza clásica en la Escuela Nacional de Danzas y luego varios profesorados. Me casé joven, tuve a mi hija, pero fue alrededor de 1996 cuando comencé a dar clases en el Fortunato, en ese entonces ad honorem. Tenía “rebusques” y “changas” porque tuve que encarar tiempos de crisis, ya que estaba en una situación complicada. Me quedé sin el laburo de la empresa donde había trabajado muchos años. Esa época fue dura para todos pero, paradójicamente, fue lo que me empujó a encontrar mi lugar y dedicarme a mi pasión.
¿Cómo es trabajar en el Programa de Barrios?
Es maravilloso, siempre trabajé dentro del Proyecto porque soy una fervientemente defensora de la cultura pública. No me interesa dar clases particulares, quiero trabajar para la comunidad, para el barrio. Y eso me ha dado enormes satisfacciones, desde las historias con los alumnos hasta la relación que se ha dado con mis compañeros profesores, personas maravillosas que han sido regalos de la vida. Cada barrio tiene su particularidad, pero he visto parejas casarse, formarse talleres y peñas de grupos de alumnos, me ha sucedido conocer chicos que acompañaban a sus padres al taller y ahora son colegas. Del CEPNA ya tengo cuatro colegas y eso para mí es una gran satisfacción porque puse la “semilla”.
La peña La Baguala fue muy importante de la zona ¿Cómo nació?
Nació del taller del Fortunato. Había un clima tan lindo que, después de la clase, nos juntábamos a comer y a seguir bailando y compartiendo, entonces surgió la idea de la peña. La madrina fue Melania Pérez y duró en total once años. La primera vez se hizo en la Casa de la Amistad Argentino-Chilena, después fue en La casa del Ñampa que estaba en Carlos Calvo y Balcarce, luego nos mudamos a Cochabamba y Paseo Colón, pero se hizo tan importante que nos seguían quedando chicos los lugares, hasta que llegamos al Teatro Verdi (Almte. Brown 726 – CABA) y allí estuvimos muchos años.
Cada vez menos, pero aún mucha gente sigue pensando que el folklore es tradicional y para viejos ¿Creés que cambió esa visión?
El cambio más profundo se dio en los últimos diez años y no creo que sea casual. Muchas políticas de gobierno nos hicieron recuperar nuestra identidad cultural y la gente que se empezó a acercar aprendió a disfrutar y usar nuestra música para pasarla bien. Hay muchos jóvenes que empezaron a aportar su talento porque necesitan expresarse de una forma quizás menos clásica, pero sin perder la raíz de la danza folklórica. La gente se acerca por diferentes motivos, por ejemplo porque el médico le dijo que tiene que hacer gimnasia o porque alguna vez fue a una peña y quiere ser parte y saber bailar. Se crean grupos muy lindos, se hacen amigos, se forman parejas, nacen bebés y todo esto ¡Bailando!
Se ha escrito y hablado mucho sobre el folklore y la danza folklórica ¿Cuál es la diferencia entre estos términos?
El folklore es lo que trasciende en el tiempo, es anónimo, se transmite de generación a generación, es popular y la sociedad lo incorpora en su vida cotidiana. En la ciudad nos apropiamos de la danza, pero lo que bailamos los porteños es danza de raíz folklórica. El verdadero folklore de Buenos Aires es el tango. El folklore es más que la danza y la música, es encontrarse a tomar mate.
Hablás mucho de tus compañeros y sé que son importantes en esta tarea ¿Qué son ellos para vos?
Mis compañeros son algo maravilloso, son jóvenes y saben mucho y también aman lo que hacen. Actualmente trabajo con Santiago Bonacina en el Lola Mora, con Matías Guiraut en el CEPNA y con Daniel Almirón en el Fortunato. Para mí son un regalo de la Pachamama, aprendo muchísimo de ellos tanto de lo que saben como de su juventud y, a pesar de la diferencia generacional, ideológicamente pensamos igual, compartimos esta linda tarea de abrir espacios, de acercar a la gente a nuestra danza y de luchar porque siga siendo para TODOS. Y Emilio, que es mi compañero de la vida, también es fundamental, aunque viene del tango nos ayuda mucho y comparte con todos esta tarea.
¿Cuál es tu principal objetivo?
Que se acerquen al folklore y que se queden, que sea algo que perdure, que se abran espacios donde todos seamos iguales, nos reconozcamos y aceptemos. A veces no se dan la condiciones ideales para todo. Por ejemplo me gustaría que haya programas para inserción de gente en situación de calle o que se mejoren las condiciones de trabajo, pero uno sigue para adelante porque eso -en definitiva- no es lo más importante.
¿Qué es lo importante?
Lo que crees, lo que conseguiste y lo que aportás.
¿Qué papel tiene en tu vida y en toda esta historia, San Telmo?
Es mi lugar en el mundo, tiene ese no sé qué. Vivo acá porque me gusta, tiene mucho arte, es un lugar de actores, directores, artistas y siempre pasa algo. Mi adolescencia fue muy feliz acá, tenía muchos amigos/as. Me acuerdo que en Balcarce y Carlos Calvo tenía una amiga que vivía en un conventillo con muchos inmigrantes, su papá juntaba plata todo el año y cada 31 de diciembre hacía un baile en el patio. Los patios eran los lugares donde la gente se juntaba y compartía. Muchos recuerdos muy hermosos.
Esta nota, además de contar la historia de una luchadora, que trabaja amando lo que hace, dando todo para eso y que es un orgullo para nuestro barrio; también es un humilde homenaje que quiero hacerle a la persona que me enseñó lo que más me gusta hacer ¡Bailar! ¡¡GRACIAS PROFE!!
Amanda y Daniel dirigen un Taller de Producción, Investigación e Interpretación de Danzas de raíz folklórica que funciona en el CCFL y que lo originó un grupo de compañeros de las clases de los lunes. Los podremos ver en la Jornada del sábado 10 de octubre en la Plaza Dorrego. Será una linda oportunidad para conocer nuestra música y los frutos del trabajo en equipo.
Texto y foto: Cecilia Calderón