Rincón tanguero

Beba Bidart, un símbolo de Buenos Aires, nació en 1924 y murió a los 70 años, el mismo día que el Polaco Goyeneche (27 de agosto de 1994). Su verdadero nombre era Eliane René Schianni Bidart y su vida estuvo signada por el tango. Desde pequeña integró el elenco del Teatro Infantil Labardén y, más adelante, estudió danzas clásicas.

“El Gorrion de Buenos Aires” (como la llamaban, en alusión a Edith Piaf), grabó alrededor de treinta temas entre los que se destacan: “Me bautizaron milonga”, acompañada por orquesta; “El Firulete”, con el Trio Yumba y “Ventarrón”, con la Orquesta Color Tango.

Cantó con la orquesta de Francisco Canaro y triunfó en el cine, el teatro y la televisión. Filmó “Los pulpos”, dirigida por Carlos Hugo Christensen (1948), “La vendedora de fantasías”, de Daniel Tinayre (1950) y “El túnel”, de Leon Klimovsky (1952).

Pero su corazón estaba en San Telmo, donde abrió su local “Taconeando” -Balcarce 725-, en 1979. “En aquel entonces, los referentes del tango eran el Viejo Almacén y Caño 14”, recuerda Miguel Batista, quien actualmente dirige el emblemático rincón tanguero. “Ella fue un poco una adelantada, ya que en los años 90´ combinaba el show con orquesta, un escenario y una pista en la que los invitados podían salir a bailar. Además, fue una de las precursoras en trabajar con turistas”, sostiene Batista que -además- es Despachante de Aduana y licenciado en Comercio Internacional.

En julio de 2014, Balcarce entre Chile e Independencia se convirtió en “la calle del tango” y allí tuvo su estatua Beba Bidart, al igual que Mariano Mores y Edmundo Rivero. Lo curioso fue que, a los tres meses de inaugurada, la figura de la cantante fue robada: “Un oficial del Ejército junto con otro de la Armada fueron atrapados por la policía a pocas cuadras, cuando se llevaban la escultura en el auto”, cuenta Miguel, cuya esposa, Susana Cristiani, canta en la casona reciclada por su marido.

Luego de comprar la hipoteca de la casa y hacerse cargo de su reapertura, Miguel creó un show con una premisa: “Que sea rápido, ágil y que nadie se quede a dormir arriba del escenario. Intentamos que el canto, el baile y la música tengan el mismo nivel, para que no sea ni una peña ni un show for export. Es decir, que guste tanto al turista como al público local”; explica Batista, rodeado de retratos de Pugliese, Goyeneche, Pichuco y Gardel, entre otros.

“No importa lo que hagas, si te manejás con prolijidad, cariño y respeto, es muy difícil que te vaya mal”, sentencia el hombre que hizo la diplomatura en tango en la Fundación Konex.

Texto: Diana Rodríguez/Foto: Damián Sergio

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